
La vida de los robleros ha estado marcada por la tradición del galerón que cada 3 de mayo se celebraba en La Capilla de La Ermita. Ese espacio religioso que existe en uno de los pueblos más antiguos de Margarita forma parte de la identidad pilarense y los oriundos de este pueblo recordamos con precisión histórica la celebración del Velorio de La Ermita.
Vuelve el galerón a sonar en La Ermita en el mandato del alcalde Morel David Rodríguez Salcedo que recordando esa tradición vuelve a dar un espacio a la identidad pilarense.
No creo que el burgomaestre haya vivido esa tradición, pero seguro le han contado que cada 3 de mayo se reunían los robleros en El Cerro de la Ermita para cantarle con los mejores galeronistas de la región a la Cruz y a la historia del pueblo roblero.
Esa festividad que se celebra en Los Robles desde los tiempos de la Colonia y que en la Guerra de Independencia ese espacio fue usado como sitio de vigía para avistar el asomo de los barcos de la legión de Morillo a las costas de Puerto Moreno fue una especie de centinela de la custodia del estado.
Esa capilla con sus tantas cruces y una Cruz Mayor ha sido un ícono del galerón margariteño y un escenario donde se han oficiado misas y celebraciones como un canto a la identidad roblera.
Desde los últimos días del mes de abril ya los robleros empezaban a planificar las actividades que coordinaba el Centro Ideales del Municipio Aguirre (CIMA) con una fajina que hacían los pobladores con machetes, rastrillos y palos para limpiar el monte del camino al cerro y pintar con cal las blancas cruces y la capilla.
Después venía la organización de la misa en la capilla, el canto del galerón y la celebración de las fiestas en honor a La Ermita. Todo se hacía con las colaboraciones que daban los vecinos cuando se colocaban unas mesitas frente a la iglesia y la gente religiosamente colaboraba. No se le pedía a la Alcaldía y era el pueblo el protagonista de sus propias acciones.
El 3 de mayo ya con la capilla refaccionada, las cruces pintadas y sin monte comenzaba la subida al cerro. Ese 3 desde las 5 pm los pilarenses empezaban a subir para ocupar espacios cerca de las ventanas y poder ver de cerca el careo de los galeronistas.
A eso de las 6 pm hacían una misa y a las 8 pm arrancaba el galerón con Chilo Lunar y su grupo sonando las cuerdas. A José Chivo por ser roblero le permitía Chilo acompañarlo con su cuatro mágico. Eran los tiempos de los combates del galerón entre Jesús Vásquez “El Guardiero” y Chelías Villarroel.
Ahí también asistían Garganta de Oro, Alejo Albornoz “El Martillo Atómico” y tantos otros galeronistas a quienes les correspondió cantar las temáticas en honor al pueblo roblero y su historia.
Entre la temática destacada estaba la fundación de Los Robles, su origen, la iglesia, las campanas, la Ceiba, las fiestas patronales, la Virgen del Pilar, patrona y San Judas Tadeo Co patrono, la agricultura, la picardía del roblero, los gallos y los juegos de envite y azar, la Pilarica, las diversiones, la caza y la pesca, las mareras y la política en Los Robles.
Toda la noche cantando en varias tandas con descanso para los músicos y los galeronistas y un público que disfrutaba cada intervención para alentar a los cantores.
El pueblo pasaba la noche en vela escuchando la participación de cada galeronista con unas cornetas enormes que colocó el CIMA para que los que no pudieran subir a La Ermita escucharan la confrontación verbal.
A eso de las 6 am empezaba el desfile hacia el Bar La Gloria donde ya Pitoco tenía preparadas las sillas y los mesones en el centro de la pista donde los organizadores presididos por Pedro Simón Navarro leían el veredicto final del ganador y el segundo y tercer lugar.
Ahí se entregaban los cheques a los ganadores y los trofeos que le otorgaban por sus triunfos. Seguidamente un suculento sancocho de gallina criolla con casabe era el plato para cerrar el encuentro galeronístico.
El animador que era cualquiera del pueblo que no estuviera ocupado jugando caballos se ocupaba de este oficio y se le pedía que dieran mensajes positivos alejados del envite y el azar.
El Velorio de La Ermita con más de medio siglo de existencia ha sido intermitente en su celebración y por años ha desaparecido y ha salido de nuevo para tratar de mantener la identidad pueblerina por centurias.
Este 5 de julio el alcalde de Maneiro revivió el Velorio de La Ermita con un canto de galerón destinado a devolver la identidad a los robleros y eso incluyó rehabilitación y mejoras en las luces, pintura de cruces y capilla y desmalezamiento de las caminerías.
Dios quiera que los nuevos directores de cultura de Maneiro estudien a profundidad las raíces del Galerón y la Capilla de La Ermita y que el Alcalde dé el ejecútese para decretar la Escuela de Cantos Tradicionales de Maneiro para que Ernesto Da Silva uno de los mejores exponentes de este género forme de una vez la Escuela de Cantos Tradicionales de Los Robles y que las huellas de Juan Fermín Millán, Chuito Guerra y Riverita tengan el relevo generacional que necesitamos para mantener viva una tradición roblera que sea parte de la esencia de la identidad pilarense.
El galerón roblero es una escuela de identidad por la tradición histórica que esto representa para una población que se integraba al trabajo desde el día que comenzaba la fajina y la recolección de fondos para las festividades hasta que se cerraba el ciclo con la premiación y el sancocho de gallina. Era todo un pueblo unido para preservar su tradición y con directores de cultura conocedores de su esencia e identidad.
Un aplauso gigante para las autoridades que entendieron el peso de esta tradición y su valor para la Robleridad y es necesario que los maestros de las escuelas municipales realicen investigaciones con los estudiantes para que se siembre definitivamente esta actividad religiosa y cultural en las próximas generaciones de robleros, pues como dijo Efraín Subero “Muchas veces, más que en los caminos de afuera, el escritor se pierde en los caminos de adentro.
Pero si descubre a tiempo las tentaciones estériles de las desviaciones, descubrirá al mismo tiempo donde reside la autenticidad”.
Encíclica/ManuelAvila