
Ese Balito Jiménez que nació en Porlamar un 30 de mayo de 1912 le tocó aprender música por su cuenta hasta manejar la guitarra con una maestría inigualable, pero además le agregó el cuatro, la bandola, la mandolina, el arpa y el tres.
Pero Balito no solo ejecutaba esos instrumentos y componía, sino que fabricaba los instrumentos musicales con su arte de la ebanistería.
Por eso una vez superado sus niveles musicales decidió con un grupo de amigos hacer el LP “Ondas Marinas” que se escuchó en la Porlamar de la época porque contenía canciones renombradas de la música margariteña y venezolana lo que le dio prestigio a parir de 1972 cuando cristalizó ese sueño de tener un lp.
Un día recaló por Los Robles exactamente en la vía a La Asunción en el Sector Los Chacos donde instaló su carpintería por años ahí donde esta instalado ahora el colegio más prestigioso de Nueva Esparta “El Mapis”.
Eran tan bellos los barquitos y lanchas de madera fabricados por éste ebanista que muchos turistas tuvieron la oportunidad de adquirir esas obras de arte en madera que solo a dos ebanistas de nivel como Balito Jiménez y Carlos Chalbaud le hemos visto en tierra roblera y que el padre de Frank Ernesto Pereira también los fabricó por años en las afueras de Porlamar.
Dicen los robleros que Balito se vino de Porlamar buscando tranquilidad a tierra pilarense donde no había carpintero desde los tiempos de Miguel Avila, pues haber dejado su equipo de músicos de nivel como Antonio Rojas, Aniceto Rojas y toda esa constelación de músicos porlamarenses fue doloroso para Balito, pero había necesidad de comer y en la tierra marinera había carpinteros y músicos para regalar.
En el alto de Los Chacos había una carpintería que fue una de las primeras de Los Robles donde un hombre grande, panzón y colorado ligaba y serruchaba cada día los encargos de los robleros.
No se sabe cómo llegó a Los Robles ese gigante de la carpintería que junto a su hijo Gilberto sacaban cada día encargos diarios de camas, juegos de comedor, puertas, sillas y bancos de todo tipo.
Dicen que vino de Porlamar su pueblo de origen, pero se hizo roblero y se ancló en Los Chacos para toda la vida.
Ya Balito traía consigo muchas horas de vuelo cuando llegó a Los Robles a tocar y cantar al compás de sus palitos de escocés pata quebrada con fanta naranja que según él era lo que le daba la potencia y la motivación para inspirarse en territorio pilarense.
Eligió Los Chacos para tener su carpintería y en ese espacio de aserrín y polen formó con su hijo Gilberto que era zurdo como él en un dúo donde el llevaba la voz cantante con la guitarra y la voz y su hijo con nel cuatro hacía el binomio perfecto.
Era músico Balito y en los ratos libres de sus faenas diarias dejaba de lado la sierra, el aserrín, el martillo y el serrucho para dedicarse a tocar su guitarra roja que lo acompañaba cada día en sus faenas.
Venía Balito con esa fuerza en las cuerdas y cantaba bajito para acompañarse porque aun cuando su voz no era su fuerte, tenía la melodía de un buen cantante.
Pero eso si contaba con un repertorio musical de padre y señor nuestro que lo hacía navegar por los distintos confines de Venezuela y de Latinoamérica.
Era un espectáculo ver a padre e hijo, carpinteros los dos que bañados en el polvillo del aserrín de su carpintería Balito con su guitarra y Gilberto con su cuatro daban conciertos callejeros como juglares de las cuerdas en cualquier bodega donde Balito con su palito de ancestor y la respectiva fanta naranja.
Llamaba la atención que padre e hijo eran zurdos que con una maestría inigualable nos llevaban por la música oriental, continental y del mundo rasguñando las cuerdas hasta hacerlas llorar.
Entre esas nubes de aserrín brotaban cada día las canciones de las manos grandes y robustas de Balito el carpintero que como pudo enseñó a su hijo Gilberto a tocar el cuatro para formar un equipo imbatible a la hora de rasguñar las cuerdas. Mucho dieron que hablar Balito y Gilberto, uno derecho y el otro zurdo en las bodegas del Negro Chocolate, mi padre y en los espacios del bar de Félix Arocha que eran los sitios más concurridos de estos juglares de las cuerdas.
Balito tomaba whisky con Fanta naranja que era el orange de la época y que ligaba con Ancestor pata quebrada que era el escocés que se vendía por tragos en las bodegas del pueblo.
Cada mediodía a la hora que bebe agua el potoco era el tiempo libre de Balito Carpintero para dar rienda suelta a sus pasiones por la bebida y se instalaba en la parte interior de la bodega de mi padre donde recibía sus palos secos que ligaba con fanta para saciar su sed diaria.
Llegaba con una franela ahuecada porque según decía se la había comido los grillos y las chiripas que abundaban en su taller. A veces se traía el aserrín colgado en la panza y el lápiz rojo y azul colgado en la pata de su oreja, pues ni cuenta se daba cuando entraba a la carpintería del paso acelerado del tiempo que le pasaba volando en su distracción de armar muebles para su pueblo.
Entre nubes de aserrín cantaba bajito casi tarareando, pero nunca perdía el ritmo melódico que era una de las virtudes de éste personaje de la música.
Como el whisky era vendido por palos en esa época a Balito cada vez que terminaba uno se le ocurría decir para dibujar la actividad de cobrar y echar la plata en la gaveta “Negro recoge y tira a primera”, era la frase preferida del músico que se inspiraba a rasgar sus cuerdas ante el asombro de los muchachos de la época que disfrutábamos viendo a Balito y Gilberto en esa toma y dame que alegraba los espacios de Los Robles.
El canto de Balito era entre dientes y solo mordisqueaba las palabras en señal de que no era un cantante profesional, pero si un músico de alta factura que con su guitarra dejó huellas entre los robleros que lo apreciamos y reconocimos como carpintero, músico, serenatero, compositor y fabricante de barquitos de madera.
En la casa de Ramón Quijada su vecino se presentaban los toques que incluían al Negro Mago su otro vecino que con el serrucho hacía sacar melodías a un violín imaginario.
Por muchos años estuvo Balito recorriendo las bodegas de Félix Arocha y el Negro Chocolate con su guitarra rojiza y dando anuncios de lo que vendría musicalmente para Margarita.
De repente le perdí la pista a la carpintería de Balito que en sus últimos años de vida estuvo fabricando botecitos de madera que se vendían en la puerta de la carpintería como medio de sustento del músico en las postrimerías de su vida.
Eso si el respeto de Gilberto su hijo de la figura paterna era símbolo de los valores y principios que fue sembrando Balito para que siempre lo tratara con la distancia requerida entre padre e hijo.
Por eso nunca vi algún gesto de malcriadez de Gilberto ante su exigente padre que le daba órdenes con carácter y lo recriminaba cuando fallaba en las notas musicales y en sus pelones en el toque del cuatro. Solo la muerte separó a estas almas que juntos anduvieron fabricando muebles, cocinas, puertas, ventanas y techos en el pueblo de Los Robles.
Se fue adelante Balito el carpintero y al poco tiempo también se fue su hijo Gilberto que no pudo soportar la soledad de su compañero que era su padre.
Más nunca sonó la sierra en los altos de Los Chacos y ni los barquitos de madera se exhibieron más nunca en esos espacios. Solo nos quedó la imagen de Balito el carpintero y su hijo Gilberto con su carpintería, su guitarra, su cuatro y los barquitos de colores que por años estuvieron bajo la mata de ratón que estaba en la puerta de la entrada de la pequeña carpintería de Los Chacos.
Después vendría la carpintería de Antonio el español que tuvo su carpintería en los predios de Chico el de Apolinar y después de desplazó hacia otro espacio que le alquiló Chico en otro laberinto de los que construía para alquilar.
Cuando paso por la vía hacia La Asunción volteo la mirada para recordar los viejos tiempos cuando los barquitos de madera que fabricaba Balito El Carpintero se exhibían para la venta a quienes se enamoraran de esas piezas de la ebanistería roblera.
Por esa zona ya no hay barquitos, pero allá en Los Chacos está la casa de Carlos Chalbaud que es un ebanista de alto nivel y construye juguetes en madera donde destacan camiones volteo de esos de cargar gasolina, concreto o madera.
De la carpintería de Balito no quedó nada y solo se erige imponente el Colegio Mariano Picón Salas por esa calle de la tristeza donde quedaron guardados lo recuerdos del Negro Mago Arturo Stewart, de Ramón Quijada, Rafael Caraballo,
Tingo y Carlita y de tantos que se fueron y solo dejaron los recuerdos tirados por las calles de Los Robles.
Balito y Gilberto se fueron uno tras de otros con su música para el cielo a seguir la parranda con Papa Dios y dejaron las huellas de sus cuerdas guardadas en la memoria colectiva de un pueblo que supo valorar su música como una pieza completa de recuerdos donde danzaban los sonidos entre el aserrín y el olor a madera fresca.
Entre Porlamar y Los Robles quedaron las huellas y recuerdos de Balito Jiménez el creador de “Ondas marinas” que por años canto bajito, compuso canciones, dio serenatas y le dio lecciones de grandeza a la gente de Porlamar y Los Robles.
Cuando se tenga que escribir sobre la música de cuerdas en Margarita es bueno que los investigadores incluyan el nombre de Balito Jiménez un músico de alto nivel que hizo historia de la buena tocando, componiendo y fabricando instrumentos musicales que le sirvieron a muchos que le deben al porlamarense sus grandes aportes a la música margariteña.
Todavía los recuerdos de Balito con sus ropas salpicadas de aserrín, su camisa abierta con el pecho pelado, sus manos como garfios pegados a las cuerdas y su canto bajito que casi ni se oía están sueltos en los espacios de la Bodega del Negro Chocolate y en el Bar de Félix Arocha donde este músico ejemplar dio cátedras de esas cuerdas que lloraban cuando su mano zurda rasguñaba el aire.
Ese grito de “negro recoge y tira a primera” para cancelar el palo de ancestro y la botella de Fanta naranja suena en mis oídos como un reconocimiento a ese músico de gran talante Balito Jiménez.
Encíclica/ManuelAvila