
El actual presidente, general Romeo Lucas García, que cursó altos estudios militares en Venezuela, es descendiente de la más rancia oligarquía y gobierna –como el dictador de “El Otoño del Patriarca”-, un país donde la muerte no tiene comienzo de vida, porque se muere a tiros o degollado igual a los siete años que a los ochenta.
La ciudad de Guatemala es, de todas las capitales centroamericanas, la más grande, moderna y limpia en donde habitan cerca de un millón y medio de personas. Pero compite con San Salvador en cuanto a desesperanza, miedo y terror. Aunque no hay toque de queda, por ahora institucionalizado, las anchas y arboladas avenidas y las iluminadas calles comienzan a quedarse vacías después de las ocho de la noche. Se le teme a cualquier gesto, ruido y grito. Porque aquí la bala parte tanto de un pequeño automóvil japonés o norteamericano que, a toda velocidad y manejado con pericia, cruza de punta a punta la ciudad, como desde un viejo camión cargado de soldados. Matan por igual el teniente y el general. El funcionario policial uniformado o el paramilitar de “la mano blanca”, o de las muchas organizaciones que se escudan tras el oficialismo gobernante. También con frecuencia los disparos provienen de otras armas: las de los guerrilleros. Entonces, los muertos son aquellos jefes de la represión a quienes pueden capturar, juzgar y ajusticiar los hombres de la Orpa, la Organización del Pueblo en Armas, o de las FAR y del PGT.
Solo, con fantasmas
Romeo Lucas García es un hombre solitario, de casi cincuenta años y alto. Las mujeres lo catalogan de apuesto y seductor. Una de ellas, que lo conoció cuando cursaba estudios de Mejoramiento Profesional en la Escuela Militar de El Valle, en Caracas, sucumbió a sus requiebros y le dio una hija,
Ella, la madre, vive en Puerto La Cruz y desciende de familia italiana, con grandes inversiones en el campo alimenticio en esa ciudad del estado Anzoátegui. Sus familiares financiaron, en gran parte, la campaña electoral de Romeo Lucas García. Miles de afiches, pancartas pasacalle y botones con la fotografía del general, fueron impresos en Caracas y en Miami.
Pero Romeo Lucas García como el dictador aquél de García Márquez, vive solo en su amurallada casa presidencial. Maruja, la dueña de la mayor, sofisticada y protegida casa de citas de Guatemala, de vez en cuando le envía las más hermosas muchachas, generalmente procedentes de Florida, Panamá o de El Salvador. Las hay también nicaragüenses, que ejercían el oficio más viejo del mundo cuando Somoza era amigo, socio y compadre de su colega guatemalteco.
El ascenso al poder no le fue difícil a Romeo Lucas García, como difícil tampoco le resultó llegar a sus antecesores, después que a Jacobo Arbenz lo derrocara, en julio de 1954, el coronel Castillo Armas.
La oligarquía y el uniforme
En febrero de 1976 un espantoso terremoto sacude la ciudad de Guatemala. El sismo quebró en dos la economía. Hay necesidad de reconstruir no sólo la capital sino gran parte del país azotado por la incertidumbre.
Ante la cercanía de nuevas elecciones, se intenta aglutinar todas las fuerzas políticas legalmente actuantes. El objetivo: fabricar la plataforma perfecta que deje sin piso a las organizaciones populares, representadas por débiles partidos políticos de oposición.
Pero las ambiciones de la oligarquía y del ejército mismo, que es quién en Guatemala quita y pone presidentes, observa que Romeo Lucas García es el general que puede ser el continuador de la estirpe, porque reúne características que ninguno otro oficial ni ninguno otro civil puede presentar para que la sucesión no se vea debilitada.
Romeo Lucas García desciende de una familia oligárquica tradicional, dueña de vastas porciones de tierra –antes de ser presidente poseía de 40 a 50 mil hectáreas cultivables-, tiene una posición privilegiada en el ejército para ese momento.
Es ministro de la Defensa, cargo al que renuncia para dirigir el gigantesco proyecto de La Franja Transversal del Atlántico, cuyo objetivo es recuperar e incorporar a la productividad inmensos territorios y crear una red vial. Allí Romeo Lucas García entrelaza con las trasnacionales, fortifica con ellas su poder y su fortuna.
En la campaña electoral, como candidato a vicepresidente, el ejército designa a Francisco Villagrán Kramer, dirigente del “CACIF” –una especie de Fedecámaras de Venezuela- que domina por igual que los militares la escena política y económica.
La presencia de Kramer, supuesto demócrata, unido a Romeo Lucas García -que habla uno de los 22 dialectos indígenas- llena el vacío del Partido Movimiento de Liberación Nacional (MLN) organización política que fue colaboradora de los gobiernos anteriores y gestadora de la represión, por lo cual el ejército y el mismo CACIF la eliminaron de la lista electoral.
Romeo Lucas García y su fórmula obtienen el triunfo comicial, una victoria alcanzada mediante el fraude. Su ascenso al poder se logra en medio de una grave crisis, manifestaciones y violencia, pero sobre la marcha se afianza en la Presidencia. Le sostienen el ejército, el CADIF y los EE.UU.
Los militares son mayoría en el gabinete. Uno de ellos, el coronel Clementino Castillo, ministro de Educación, impuso a los padres de los alumnos la firma de un documento en donde hacían constar que “nuestros hijos se iban a portar bien”. Entre los civiles destaca Ramiro Carrillo, que regresó a Guatemala luego del largo exilio que le impuso Arbenz. Carrillo, para todo el mundo, es el cerebro gris y el hombre de la CIA en Guatemala.
La Guatemala heredada
-En Guatemala hoy día existen 85.053 fincas menores de 0.70 hectáreas, con una superficie total de 32.620 Has de superficie cultivada y un promedio de 0.39 Ha por finca. En un segundo grupo existen 279.799 fincas entre 0,70 Has y 7.0 Has, con una superficie global de 607.856 hectáreas. Los dos primeros grupos totalizan el 87 por ciento de los propietarios, pero sólo el 18,7 por ciento de la tierra. En dos palabras: el minifundio. Pero en tierras altas, donde escasamente se alcanza el sustento familiar, otro grupo, con un total de 436.655 fincas y una extensión global de 648.900 hectáreas proporciona sustento y trabajo a una sola familia. Un cuarto grupo se distribuye en 8.429 fincas para una extensión de 902 Has por finca, que son los terratenientes.
Lo anterior lo declara el comandante guerrillero que nos concede la entrevista pautada desde México, tres días después de nuestra llegada a Antigua, Guatemala.
-Los primeros grupos, que conforman el 87 por ciento de la población guatemalteca ¿cómo viven?, se pregunta. Le explico: Una familia consume a la semana 15 kilos de maíz, pero en las tierras altas apenas se produce. Por esto se estima que anualmente entre 1.200 y 2.000 “naturales” (indígenas) abandonan el campo para engrosar los cinturones de miseria en las ciudades o la negra lista de los explotados en las haciendas de café, donde trabajan, por pan, a plan de machete y a veces plomo, desde el abuelo hasta los nietos de siete años.
Por cierto, el periodista observó varios camiones repletos de indígenas dirigiéndose a Antigua, una ciudad vecina a la capital. Arquímedes y Sonia, los que encontré en Antigua durante las procesiones de Semana Santa, afirmaron que “seguramente, el patrón les dio permiso para visitar la capital”. Luego explicarían “cómo viven hacinados los indios en las Rancherías y cómo mueren también”.
Guatemala vive todavía del café. Como antes del plátano. El café es producto de la oligarquía que le compran los EEUU en casi el 40 por ciento del total de la producción para la exportación.
Pero también cultiva caña de azúcar, exporta carne y banano, ahora en menor cantidad que durante siglo y medio. El banano, con la United Fruit Company, escribieron las páginas más siniestras de la historia centroamericana en general.
La economía y los militares
“Aquí un natural no vale 50 centavos de Quetzal. Un hombre rico y miembro del CADIF vale tanto como un uniforme, con o sin medallas”. ¡Es Sonia la que así denuncia una terrible verdad mientras Arquímedes mide con infinita amargura la distancia de “Las Alfombras!” que, con aserrín de colores van “tejiendo” sobre las calles de Antigua hombres, mujeres y niños. Las mismas que horas más tarde serán pisadas, con sacrosanta religiosidad, por los “Cargadores” de pesadas imágenes religiosas, para asombro de cientos de turistas norteamericanos con diversidad de Polaroid. Arquímedes toma la palabra:
-Dominan Guatemala cuatro sectores: la oligarquía, el CACIF, los militares y los EEUU, El primero es suficientemente conocido desde México hasta Panamá. El CACIF (Comité de Agricultores, comerciantes, industriales y financieros) quita y pone, con la bendición militar, a los altos funcionarios.
Pero el CACIF, surgido en 1957, tiene algo positivo: Es mucho más activo que sus iguales en toda Centroamérica. Ha sabido entrelazar los otros sectores de la economía y como tienen idénticos intereses encuentran en su organización la mejor de sus defensas.
Es como una especie de muralla al tiempo que un cedazo. Son tan inteligentes sus miembros que, incluso, tienen una “Comisión de Organización, Administración y Conflictos”, que se encarga de solucionar cualquier tipo de impasse entre sus socios y los gobiernos de turno.
Luego añade que “el sector militar tiene su poder basado tanto en la fuerza de los fusiles como en la influencia que les ha permitido la propia oligarquía”.
Explica Arquímedes que “los presidentes Arévalo y Arbenz lograron neutralizar la actividad castrense, concediéndoles inmensos privilegios, entre ellos dotación de tierras una vez que egresan de la Academia.
Pero había un trasfondo. Incluso se les denominó “El ejército de la revolución”, que recibía dádivas, pero no se comprometía. Sus mejores ejemplos residen en los tres últimos gobernantes militares,
Recibían lo que cogían, pero anhelaban más que tierras el mando mismo. Y lo alcanzaron, porque la oficialidad no se contentó con recibir un sueldo por defender la oligarquía que se los pagaba, sino que aspiraba y finalmente obtuvo el poder”.
-Estos “revolucionarios”, contra Arbenz y Arévalo sin embargo disintieron entre sí, y no pocas veces se enfrentaron a otros jóvenes oficiales que, con signos claramente revolucionarios, intentaron “hacer pedacitos la tortilla”-que en Centroamérica no es de huevos revueltos como en Venezuela- sino de maíz.
Pero fueron desarmados, como Turcios Lima y Trejos, que después se meterían a guerrilleros -una especie de Coroneles Majano salvadoreños-, años atrás. Pero los rebeldes no pasaron.
Los jefes militares, alertados por la CIA, impusieron severas condiciones y establecieron purgas dentro de la institución, al extremo que hoy en día desde cadetes a generales, están dispuestos al mando sin importarles cómo. Es una herencia. Sí. Guatemala es una herencia, con muchos herederos que quieren disfrutarla a como dé lugar.
Sonia no llora al oír esta terrible verdad, pero se estremece de rabia. El poderío militar guatemalteco actualmente es el más vasto y tecnificado de Centroamérica. Si se permite la comparación, en la Zona Norte nadie se le iguala, salvo Cuba en el Caribe.
De los 200 mil dólares que destinaban los Estados Unidos en 1952 para Centroamérica, en 1961 ascendió a 91 millones de dólares. Guatemala recibió 2.100.00 dólares, 600 mil “donados”, no prestados, al decir del teórico Regis Debray en su libro “Crítica a las Armas”
Por otra parte, Israel no sólo vende armas a Guatemala sino que asesora y tecnifica a oficiales y soldados en cómo usarlas. Desde hace cuatro años funciona en Guatemala, en la Zona del Petén, el más importante Centro de Adiestramiento Antiguerrillero Norteamericano, que supera al que los EEUU tenían en Panamá.
El crecimiento en hombres y en armas del ejército de Guatemala, así como la influencia, dinero y poder, obligó a los militares guatemaltecos a superarse.
-Ahora son profesionales universitarios. Tienen su propia institución bancaria: el Banco del Ejército, pero también sus cementerios particulares, apunta Arquímedes.
Los “cargadores” de imágenes van llegando al final de la calle. Los turistas han “quemado” alrededor de dos mil pequeños flashes que cargan por docenas, en bolsitas de plástico. El sol pega duro, como el penetrante olor de las fritangas.
En la plaza, los “naturales” beben, a pico de botella un ron que es fuego blanco y enloquece, casi. El periodista rememora una vez más la contraseña. Coloca en alguna parte visible de su cuerpo una señal convenida y espera que alguien de la multitud se le acerque a preguntarle “¿Cuántos metros cree usted señor, que tienen de largo las alfombras de flores” …?
ÁngelCiroGuerrero/Enviado Especial/ElDiariodeCaracas-Guatemala