
Frente a la encrucijada electoral, una voz se alza con la fuerza de la frustración: la abstención. Se presenta como un acto de protesta, una forma de castigar al sistema, un grito de desencanto. Pero, ¿realmente funciona?
Abstenerse no es una solución, es una renuncia.
Es dejar la cancha vacía para que el otro equipo juegue solo. Cuando te abstienes, le das al poder la oportunidad de decidir sin contrapesos, sin la presión de una participación masiva que legitime o deslegitime sus acciones.
Abstenerse no anula el resultado, lo consolida.
Históricamente, la alta abstención ha sido una aliada de las estructuras de poder que se quieren mantener. La abstención no hace más que darle al partido de gobierno una victoria aplastante, sin necesidad de competir. ¿Es eso un castigo? No, es un cheque en blanco.
Tu voto es un poder, incluso en las peores condiciones.
Sabemos que el camino está lleno de obstáculos, desconfianza y un panorama que parece desigual. Pero cada voto, cada ciudadano que sale a ejercer su derecho, es un acto de resistencia y un mensaje claro de que la ciudadanía está presente, observando y dispuesta a defender sus derechos.
¿Qué pasa cuando te abstienes?
1-Pierdes tu voz: Cedes tu poder de decidir, de influir, de presionar.
2-Se reduce la presión: La poca o nula participación le resta legitimidad al reclamo ciudadano y a la lucha por la democracia.
3-Fortaleces a quien criticas: Le dejas el camino libre a quienes no quieres que gobiernen.
Abstenerse es un grito ahogado. Votar, por el contrario, es una acción que resuena, que obliga a que se te escuche y que construye el camino que anhelamos para el país.
No le des la espalda a tu futuro. No renuncies a tu derecho a participar. La única forma de cambiar el juego es jugando, y en este caso, la herramienta más poderosa que tienes es tu voto.
Valor y pa’lante
MarcoAntonioVillarroelFermín/SecretarioPolíticoNacional/SoluciónesparaVenezuela