Alrededor de todo el planeta existen numerosas ruinas arqueológicas de ciudades, fortalezas, tumbas y asentamientos de civilizaciones antiguas.
La antigua ciudad de Espina
En el delta del río Po, cerca de la zona donde ahora se encuentra la localidad de Comacchio (norte de Italia), se han descubierto los restos de una imponente metrópoli que se cree fue la ciudad de Spina, muy importante entre los siglos VII y II a. C. Las excavaciones de la zona se iniciaron en 1922, cuando en el transcurso de unos trabajos de desecación emergieron los restos de varios miles de tumbas, que se remontaban a la citada época.
La antigua ciudad de Spina fue el punto de encuentro de las dos grandes civilizaciones prerromanas: la griega y la etrusca. Surgió como centro comercial para el intercambio de los productos que llegaban de Grecia a través del Adriático. Los escritores helénicos la consideraban una ciudad griega a todos los efectos. Sin embargo, fue también un importante centro etrusco, de donde partieron los guerreros del norte de Italia.
Spina era una ciudad fronteriza nacida en el lugar que previamente había ocupado una aldea indígena. Por su posición alcanzó gran importancia, no sólo desde el punto de vista comercial, sino también desde el cultural. Se ha comprobado la presencia en la ciudad de una colonia de mercaderes griegos, razón por la cual cabe suponer que a la cultura etrusca se añadió la influencia de la griega.
Se trataba, por tanto, no sólo de un gran mercado, sino también de una encrucijada de civilizaciones, donde los rudos pueblos itálicos entraron en contacto con el mundo griego, que gracias al filtro de la civilización etrusca se aproximó espiritualmente a ellos.
El valle de los templos
El valle de los templos se extiende en las cercanías de la ciudad de Agrigento (Isla de Sicilia, Italia), y contiene los grandiosos santuarios que los habitantes de aquella región en tiempos de la Magna Grecia erigieron en honor de sus divinidades.
Fundada por colonos originarios de Rodas (Coloso de Rodas) y Creta, y procedentes también de la cercana Gela. La ciudad nació en una región fértil (trigo, aceite, vino, ganado) y con el tiempo llegó a ocupar un amplio recinto amurallado que encerraba grandiosos edificios.
Muy pronto, sin embargo, su poderío tuvo que hacer frente al de los temibles cartagineses. Y Agrigento, con sus poderosas fortificaciones, consiguió vencer a sus enemigos en la famosa batalla de Imera, en el año 480 a. C., cuando tuvo como aliada a Siracusa (Murallas de Siracusa). No obstante, en el siglo III a. C. sus tesoros artísticos quedaron destruidos en gran parte, al verse mezclada la ciudad en las feroces guerras púnicas.
Dónde se levanta el Partenón de Atenas
Entre los años 448 y 438 a. C. los atenienses construyeron en honor de la diosa Atenea, protectora de su ciudad, un templo precioso que, en recuerdo de uno de los atributos de la diosa, se denominó Partenón, es decir templo dedicado a la virgen (parthenos) Atenea. El Partenón de Atenas albergaba numerosas esculturas, muchas de las cuales eran obra nada menos que del gran Fidias.
Estas obras, únicas en el mundo, se encuentran en el Museo Británico. Thomas Elgin, joven embajador inglés en Atenas, gran aficionado a la arqueología, hábil hombre de negocios y dueño de una gran fortuna, logró adueñarse de las más bellas esculturas que adornaban los frontones, las metopas y los frisos de la Acrópolis de Atenas y del templo de Egina. En 1799 transportó estos tesoros a Londres y los expuso en su mansión. Más adelante fueron adquiridos por el gobierno inglés, constituyendo hoy el más valioso tesoro del mayor museo del mundo.
Ruinas de Pompeya
El paso de los siglos ha permitido que algunas antiguas edificaciones romanas hayan llegado hasta nosotros en buen estado de conservación. Poco sabríamos en realidad sobre el auténtico aspecto de las ciudades romanas y de sus barrios populares, si una catastrófica erupción del Vesubio, en el año 79, no hubiera sepultado repentinamente bajo sus cenizas a tres prósperas ciudades (Stabia, Herculano y Pompeya) que las excavaciones nos han devuelto casi intactas y en la plenitud de su vida laboriosa.
Y es precisamente esta vida cotidiana la que presentimos a nuestro alrededor recorriendo las antiguas calles: admiramos el foro y los edificios públicos, los teatros romanos, el anfiteatro, el gimnasio, las termas. Pero sobre todo las casas de elegantes pórticos, las pinturas de las paredes, los suelos de mosaico, las tabernas en cuyo mostrador quedaron las últimas monedas pagadas por un cliente, o las tiendas de tejidos en cuya fachada había mandado pintar su dueño la insignia del oficio.
Paseando por la ciudad muerta, a lo largo de las calles marcadas por el profundo surco de los carros, hasta podemos leer las inscripciones electorales con las que un candidato de hace 2000 años exhortaba a los electores a votarlo.
La antigua ciudad de Troya
Hasta mediados del siglo pasado los estudiosos consideraban totalmente exentas de fundamento histórico las épicas vicisitudes narradas por Homero en la Ilíada. Se creía que Troya no había existido más que en la fantasía del gran poeta griego. Pero, entre 1870 y 1872, a través de una afortunada campaña de excavaciones, Heinrich Schliemann halló los restos de una gran ciudad que durante 3000 años había sido arrasada nada menos que nueve veces.
Las excavaciones posteriores, debidas a otros importantes arqueólogos, confirmaron lo que Schliemann ya había intuido: que aquella ciudad era la Troya cantada por Homero, y que el séptimo estrato de ruinas correspondía al período del asedio y que narra la Ilíada. Así pues, hoy sabemos con toda certeza que Troya existió y que se encontraba situada en las cercanías de la aldea turca de Hissarlik.
Las ruinas de Machu Picchu
Machu Picchu no era un centro muy importante de la antigua civilización incaica, sino simplemente uno de los muchos conjuntos fortificados construidos a una distancia media de 15 km. unos de otros, para defender al imperio incaico de las incursiones de las tribus salvajes de la selva.
Pero tenía una gran ventaja: estaba construido enteramente en piedra, razón por la cual, tras el abandono de sus antiguos habitantes, ha conseguido llegar hasta nosotros prácticamente intacto. Machu Picchu representa en cierto modo, para la civilización incaica, lo que Pompeya y Herculano para la romana. Al igual que estas últimas, nos habla con excepcional viveza de los usos y costumbres de una antigua civilización desaparecida, de los hábitos de la gente común, de su forma de vivir, alojarse y alimentarse.
Ubicada en el actual Perú, su descubrimiento, que tuvo lugar en 1911 gracias a Hiram Bingham, fue fundamental para el conocimiento de algunos importantes aspectos de la historia incaica. La ciudad, que se encuentra bastante cerca del curso del río Urubamba, se levanta en una cordillera de montañas entre las dos cumbres de Machu y Huyana Picchu, y está limitada a ambos lados por escarpadas pendientes.
Junto a las viviendas comunes, que poseían techos inclinados de hierba, había una serie de palacios y templos de distintos estilos, cisternas para el agua y cuarteles para los soldados. En la ciudad revive en miniatura todo el antiguo mundo de los incas, antepasados de los indios que hoy pueblan la cordillera de los Andes. Al visitar sus elocuentes ruinas no se logra comprender cómo pudo derrumbarse repentinamente un imperio tan poderoso y capaz de obras tan impresionantes.
Ruinas de la civilización griega
Antiguamente, las ciudades se levantaban a los pies de lomas fortificadas que constituían la última zona de defensa en caso de ataque enemigo. Así sucedió en Atenas, cuya acrópolis, es decir la cumbre (acrón), albergaba la “ciudadela”.
En ella se construyeron los edificios más Importantes, que aún hoy siguen siendo el testimonio de una de las más altas civilizaciones de todos los tiempos. Si famosa es la filosofía griega, por los originales y atrevidos conceptos que supo expresar, no lo es menos su arte.
La acrópolis de Atenas constituye todavía una síntesis del arte griego, tanto escultórico como arquitectónico. Dominan sobre todo lo demás las ruinas del Partenón, el templo en cuya construcción habían intervenido los más grandes escultores y arquitectos de la época. El conjunto revela una majestuosidad, una elegancia y una perfección de formas, que son la síntesis de una civilización incomparable.