Al ponderar la vasta obra de gobierno del Profesor Morel Rodríguez Ávila, es ineludible señalar el profundo impacto de su gestión en el pilar fundamental de la sociedad: el hogar. No es una afirmación vana, sino un hecho tangible, grabado en el concreto y la esperanza de miles de familias que, a lo largo de sus seis gestiones, vieron materializado el anhelo de un techo propio.
La verdadera dimensión de un líder no se mide en discursos efímeros, sino en la obra palpable que atiende el clamor popular. Morel Rodríguez, con la sensibilidad que lo ha caracterizado, entendió que gobernar es construir dignidad. Su política administrativa no fue una promesa abstracta; se tradujo en una acción sistemática que transformó el paisaje social de la región.
Las cifras, aunque frías, hablan por sí solas del alcance de esta visión: veinte mil refacciones de viviendas a lo largo y ancho del Estado son el testimonio irrefutable de una política social que llegó a «todos los pueblos», sin distingo.
Pero la visión del gobernante fue más allá de la simple restauración; se enfocó en la creación de nuevas comunidades, en la edificación de cimientos para el futuro. Ahí están, como testigos silenciosos de su palabra empeñada, las 300 viviendas en El Piache y las 250 en Pedro Luis Briceño.
Ahí se levanta el esfuerzo en Achipano con 200 hogares, en Cerro Colorado con 120 y en la hermana isla de Coche con un centenar de soluciones habitacionales.
Esta obra de justicia social se erigió también en vertical, llevando soluciones modernas a los centros urbanos. La gestión de Morel Rodríguez sembró de esperanza el paisaje insular con los 5 edificios en Villa Zoita (San Antonio), los 3 edificios en Bella Vista, y las determinantes soluciones de apartamentos en Clavelito (2), Achipano (2) y Apostadero (2).
Como bien sentenció un sabio proverbio, «la política más elevada es aquella que se convierte en techo y bienestar». La trayectoria de Morel Rodríguez no es solo una suma de victorias electorales; es, fundamentalmente, la edificación de un legado que, en cada rincón de Nueva Esparta, miles de ciudadanos hoy pueden llamar «hogar».
AngelCiroGuerrero


