
Cuando en Los Robles hablan de parteras solo hablan de María Sinforosa Reyes y eso no es la verdad porque no sé qué le paso a Nicanor que no pudo conseguir elementos de la vida como partera de Inés Guerra.
Las Morochas Guerra como le decían a Inés y a Leonor fueron dos mujeres muy inteligentes y habilidosas que fueron matriarcas en sus matrimonios y unas emprendedoras que nacieron con fuego en el alma para realizar faenas sociales importantes para su pueblo.
De esos dos nombres quedan muchas muestras en nuestras familias donde los nombres de estas importantes mujeres robleras quedó grabado como etiquetas en Leonores e Ineses que andan por la vida mostrando con orgullo su descendencia.
Y sirve de punto de aclaratoria para que Esmeralda y Jhony Guerra que andan buscando razones de la inteligencia por los caminos de Dios, encuentren las raíces de esas neuronas del carácter en una matrona que marcó hito en la historia de nuestro pueblo y de ahí el carácter del matriarcado de Estilita, Emelina e Inés Belén que forman parte del don de mando entre las matronas pilarenses.
A Inés Guerra le pasó la historia por encima al dejarla en la orfandad sin reconocerle sus méritos por los servicios y favores a la población de Los Robles en tiempos inmemoriales y se calcula que si María Sinforosa fue la partera de este pueblo por los años de 1940 a Inés Guerra la correspondió ejercer su trabajo de comadrona del pueblo en los años 1920.
Lo cierto del caso es que a la Morocha Guerra como a María Sinforosa la venían a buscar de todas partes de Los Robles y pueblos circunvecinos para traer al mundo a muchos niños.
La Morocha Guerra una mujer sumamente inteligente de vestir elegante y de ojos azules y cabellera negra hasta la edad de 80 años era una mujer de carácter que impuso su matriarcado en su casa por años y fue capaz de separarse de Bonifacio Suárez por permitir los amores de su hija Jovita con Tomás Brito.
De ahí viene la inteligencia de muchos que buscan raíces comunes y sus neuronas inteligentes en la genealogía de la familia y es que las Morochas Guerra eran personas hiperactivas y hacedoras de cosas para la época porque tenían coraje y mente para realizar hazañas que nadie se atrevía a realizar.
A la Morocha Guerra la llevaba su hija Clemencia Ana por las manos a partear a muchas robleras de la época, ya que había quedado ciega y realizaba su trabajo de memoria y con el carácter de una parturienta con voz de mando que debía imponer con sus palabras para que sus pacientes siguieran sus instrucciones en el trabajo de parto.
Por eso el título de “Partera Ciega” a Inés Guerra en un artículo que le publiqué hace unos años y donde le reconocí los valores que se perdieron en los caminos de la historia y que por algún error no pudo recoger el Cronista de Los Robles Nicanor Navarro.
Lo cierto es que los regaños a las parturientas y las palabras de ánimo eran parte del repertorio que Inés Guerra usaba como instrumentos junto a las tijeras, el algodón, el merthiolate, los trapos y hasta un rosario al que le pegaba mano cuando las cosas se ponían difíciles porque un muchacho estaba atravesado en el camino del parto.
Había que creer en los milagros y tener mucha fe para que el parto fuera normal, pero eran acertadas estás comadronas que aún todavía prestan servicios en comunidades alejadas de los pueblos venezolanos.
Por supuesto que el ordenamiento jurídico venezolano prohíbe estos tipos de partos, pero más de una comadrona ha salvado vidas al actuar a tiempo para realizar partos de emergencia.
A María Sinforosa Reyes la hija de Valerio Rosa y Julia Reyes y madre de Antonia, Petra, Ángel Rafael, José Manuel y Pedro Neptal también le reconoció su pueblo su entrega en ese trabajo tan importante como servir de comadrona del pueblo.
De su madre Julia Reyes aprendió María Sinforosa el oficio de partera y realizó ese servicio a la comunidad de Los Robles y pueblos vecinos en la década de los 40.
El trabajo de María Sinforosa fue tan importante como el de Inés Guerra y por eso tuvieron por estos espacios de Dios muchos ahijados que las reconocieron en el tiempo.
Así como María Sinforosa Reyes parteó muchos nacimientos también a Inés Guerra sin vista la correspondió hacer milagros porque carecía del sentido de la visión y era muy mecánico su trabajo para partear con más dificultad a los hijos de los margariteños.
A mi abuela Clemencia le tocó fungir de lazarillo de la Partera Ciega de Los Robles y se compenetró tanto con el trabajo que hacía su madre que devino en curandera que por muchos años fue la experta en reventar nacidos que eran muy comunes para la época.
Eso mismo le ocurrió a Petra Reyes la hija de María Sinforosa que por años fue curandera de erisipelas y rezandera de picadas de culebra y alacranes.
Si Inés Guerra y María Sinforosa fueron las parteras de Los Robles, sus descendientes Clemencia y Petra siguieron trabajando en labores de curanderas en su pueblo porque la idea era continuar el legado social de sus madres.
A Inés Guerra “Mamá” como la llamaban sus familiares le correspondió un tiempo de permanencia como partera ciega del pueblo nunca le prohibieron sus labores porque era una ciudadana imprescindible para esos tiempos.
A María Sinforosa si le correspondió dejar de partear porque las autoridades establecieron que era un trabajo de médicos y había sanciones penales para quienes hicieran el trabajo de parto sin credenciales otorgadas por los organismos oficiales.
Eran los tiempos de la modernidad y las parturientas pasaron a un segundo plano y solo los agradecimientos de sus coterráneos serían los premios a su dedicación.
Por eso cuando vino la comisión de sanidad a buscar a María Sinforosa para llevarla a ponerse a derecho para poner fin a la era de las comadronas, ese fue un acontecimiento en el pueblo que marcó el antes y el después de los nacimientos.
Tuvo María que entender que había terminado su labor y solo se ocupó después de limpiar a las parturientas en el proceso postparto, tareas que siguió realizando por años.
Después quedaron Clemencia como curandera de nacidos y más tarde vino Petra como curandera de erisipelas, culebrillas y picadas de culebra y alacranes y fue más allá porque mucha gente vino a Los Robles a sanar de muchas enfermedades que es el trabajo que hace Nelson Avila hoy en día en los predios de San Fernando.
La Morocha Guerra y María Sinforosa fueron parteras de Los Robles en dos décadas distintas y había que hacer este deslinde histórico porque los saltos de la historia hay que corregirlos para evitar que las nuevas generaciones desconozcan el trabajo social de nuestros antepasados.
Esas fueron las parteras robleras reconocidas por la historia, así como existieron en los pueblos de Margarita y de toda Venezuela las comadronas que ayudaron a nacer a medio país en tiempos cuando los hospitales eran nada y los pueblos se la ingeniaban para parir a sus hijos.
Encíclica/ManuelAvila