Rosalía deslumbró este domingo en su retorno a Nueva York, una ciudad que le inspiró mientras grababa su álbum “Motomami” y a la que dedicó toda su energía en el primer concierto de dos en la histórica sala Radio City Music Hall, abarrotada de un público entusiasta y mayoritariamente latino.
“Es una de las ciudades que más me gustan. Me inspira y me encanta. La última vez que toqué aquí fue en un sitio más pequeño, y venir aquí y veros a todos es increíble. Que lo sepáis: me siento bien agradecida”, dijo la cantante española, recordando una de las actuaciones clave de su despegue internacional, en 2019.
Conocedora de su audiencia, dedicó unas palabras en especial a Washington Heights, un vecindario de gran población latina en el alto Manhattan a donde se escapaba en los ratos libres para comer o comprar: “Sonaba bachata y dembow por la calle, son géneros que me han inspirado mucho en este nuevo proyecto”, comentó.
Como en otras paradas de su gira mundial, Rosalía desplegó una puesta en escena pensada para la era digital en la que compartió protagonismo con los bailarines y con un técnico de cámara, que captaba cada coreografía a escasos centímetros para que fuera emitida inmediatamente en grandes pantallas verticales.
Sumergida en un videoclip en directo, la cantante mostró soltura ante los objetivos pero no dejó de lado a sus fans, que corearon su nombre; aullaron “reinona” antes, durante y después de “Abcdefg”; agarraron el micrófono que les cedía para cantar desgañitadamente “La noche de anoche” y subieron al escenario en “Despechá”.
“Despechá”, una de las canciones estrella del verano, tuvo la acogida más eufórica entre los temas nuevos incluidos en un “setlist” que ya no era ningún secreto tras su paso por España y Latinoamérica, y que contó con “Aislamiento”, “La Chiri” y “LAX”, publicados en la recién lanzada edición “Deluxe” de “Motomami”.
En el repaso del disco, la cantante puso a bailar a todo el mundo con “Bizcochito” y conmovió con “G3N15” y su referencia a la distancia y la familia, temas recurrentes en un país levantado por inmigrantes, explicando que la escribió en una época “dura” en la que echaba de menos a una “persona a la que no podía ver crecer”.
La espontaneidad y desparpajo que la caracterizan tomaron un nuevo matiz cuando se sentó en una silla de peluquería y cantó “Diablo” mientras se quitaba el maquillaje con una toalla y se cortaba un mechón de pelo por los que se pelearon decenas de brazos, tras lo que aseguró estar más cómoda al natural y con pelo suelto.
El espectáculo estaba programado al milímetro pero hubo inevitables contratiempos: paró de cantar “Malamente” y salió de escena para luego comenzar de cero debido a un problema con el audífono -“No podía cantarla así”, dijo- mientras que un aficionado bloqueó la visión de la pantalla grabando con su celular.
No fue el único tema de su anterior álbum o de sus inicios flamencos: tronaron los ruidos de moto quemando rueda en una mezcla de “De aquí no sales” y “Bulerías”, y sus ojos vidriosos acompañaron a su chorro de voz en “De Plata”, para la que se puso una falda negra y larga de espectacular cola de varios metros.
La “motomami” salió a hombros tras hacer un amago de irse y volver con las tres canciones de su “bis”: un “Chicken Teriyaki” interpretado en patinete; “Sakura”, en el que las pantallas se llenaron de pétalos, y un “CUUUuuuuute” atronador que se ganó los aplausos de una sala entregada durante más de hora y media.