Nicolás Maduro visitó durante la semana pasada la República Popular China. El anuncio más importante de su visita ha sido que los venezolanos podrán viajar a la Luna. “Lo que vamos es pa’ la Luna…” afirmó el ocupante de Miraflores.
De momento parecía un chiste. No obstante, se ha anunciado “un acuerdo de cooperación científica, tecnológica, industrial y aeroespacial con China, que contempla la preparación de jóvenes venezolanos como astronautas que serán enviados a la Luna.” (https://www.telam.com.ar/notas/202309/640217-venezuela-enviara-astronautas-luna-acuerdo-china.html)
La noticia llama la atención porque refleja nítidamente las prioridades y materias que mueven al gobierno en funciones en nuestro país.
Evidencia cómo hay gobernantes totalmente desconectados de las angustias y necesidades de sus pueblos, también se pone de manifiesto como el poder absoluto termina generando un mundo irreal y una insensibilidad brutal. En efecto Maduro anda en la luna, en su embriaguez de poder y fantasía.
Mientras aquí, medio país no pude moverse de su casa, mucho menos viajar de una comunidad a otra por el caos del combustible, este ciudadano nos anuncia como un gran logro de su gobierno el viaje a la luna.
Definitivamente la cúpula roja, ensoberbecida y embriagada por el poder, no percibe el drama de nuestra sociedad. Ni captan la irritación colectiva por la miseria que su modelo “socialista del siglo XXI” ha producido.
El viaje a la luna se anuncia en una semana en la que 2/3 del país está paralizado por falta de gasolina. Las colas para surtir son gigantescas en toda Venezuela, incluida la gran Caracas, hasta estos días la burbuja donde se podía acceder al combustible sin mayores contratiempos.
Pero el tema de fondo, el que debemos examinar detrás de esas luces de bengala, es la insensibilidad del gobernante y la absoluta carencia de una hoja de ruta para gobernar. Su presencia en el poder sólo busca la concupiscencia y la preservación de una camarilla depredadora en el ejercicio del mismo.
La presencia de Maduro en China sólo tuvo como objetivo la búsqueda de apoyo político y financiero para perpetuarse en el poder. A cambio, convertir nuestro país en una pieza de los intereses del gigante asiático en nuestro continente, profundizando nuestra hipoteca con la entrega, a espaldas de nosotros los ciudadanos, de importantes y cuantiosos activos naturales.
Maduro demostró en esta visita que para nada le importa el hambre y las enfermedades de nuestros ciudadanos. La tragedia humanitaria compleja que padecemos no fue el epicentro de su visita a Beijín.
Esta cruda verdad nos obliga a acelerar el paso para concretar el cambio, y salir de Maduro y su camarilla en las próximas elecciones presidenciales.
Nuestra agenda de política internacional debe tener como prioridad la atención de la emergencia humanitaria y la reactivación de nuestra economía.
Para ello debemos abrir el abanico de nuestras relaciones internacionales. Abandonar la política de hostilidad con occidente sin entrar en conflicto político y diplomático con China y otros países del mundo asiático y del Medio Oriente.
He sostenido, y así lo reitero, en esta nota, que por nuestra ubicación geopolítica la prioridad de las relaciones internacionales de Venezuela debe ser América Latina, Estados Unidos y Europa. Allí debemos profundizar la búsqueda de acuerdos para la cooperación en materia de salud y alimentación, en una primera etapa, y luego en materia cultural, tecnológica y económica en una segunda. Esa línea de política internacional no se debe adelantar creando conflictos con otros países, sino buscando siempre relaciones respetuosas, favoreciendo el supremo interés de la nación venezolana.
Continuar con la política de relaciones internacionales para fortalecer el eje autoritario, y para proteger la permanencia en el poder de la camarilla madurista, nos mantendrá aislados del mundo libre y comprometerá severamente los activos naturales, así como las fianzas públicas de nuestro país.
La liberación de Venezuela de ese dominio redundará en calidad de vida para nuestra sociedad, que hoy padece los estragos de esa errática política
CésarPérezVivas