Sobrepesca y contaminación son las dos principales amenazas para el tiburón marrajo o tiburón mako, cuya población se ha reducido tanto que podría extinguirse a corto plazo.
De hecho, según los análisis de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el marrajo es ya una especie en peligro de extinción a nivel mundial, después de que la sobrepesca haya reducido en un 60 % su población en el Atlántico norte y puesto en peligro crítico de extinción en el caso del Mediterráneo.
Se trata de la especie más rápida entre los tiburones -puede alcanzar los 70 kilómetros por hora- y emplea su dorso azul marino y su vientre plateado para camuflarse con la superficie o el fondo marino, ha indicado Paco Pinto, monitor y conservador ambiental en el Museo Alborania Aula del Mar de Málaga y autor de varios libros sobre los escualos.
Sin embargo, estas habilidades no le sirven ante la pesca de palangre, la principal amenaza para ésta y otras especies pelágicas, las que viven en aguas abiertas, donde puede ser capturado a pesar de que esté protegido por ley en algunas partes del mundo.
Este tipo de pesca «consiste en una línea -sedal- que se tira en la superficie o bajo la superficie con numerosos anzuelos», explica el biólogo marino del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC y director científico y cofundador de la asociación Catsharks, Claudio Barría.
El marrajo «siente dolor, y además daño físico» al clavarse estos anzuelos que «permanecen en su cuerpo incluso cuando el animal es devuelto al mar», añade.
Su especie es «intensamente pescada a nivel global, por su interés comercial en la carne y las aletas», corrobora el biólogo marino y miembro de la asociación Ecología azul, Gonzalo Mucientes.
En ese sentido, Pinto ha denunciado que la práctica de cortar sus aletas, conocida como ‘finning’, está «muy extendida porque le sacan beneficios», pero los ejemplares «acaban muriendo por pérdida de sangre» aunque sean devueltos al agua.
No obstante, la sobrepesca no es el único riesgo para la supervivencia del marrajo ya que, al igual que otras especies marinas, se enfrenta al desafío de la contaminación.
En el caso de los plásticos, «los puede ingerir, confundiéndolos con presas» y también puede «portar restos sobre su cuerpo, lo que entre otros problemas le produce abrasiones», ha precisado Mucientes, quien además ha subrayado que la contaminación puede ser más insidiosa y llevar a «bioacumular metales pesados tóxicos» como el mercurio en el interior de su cuerpo.
Pinto certifica que el plástico está presente además «en muchas de las presas que el marrajo llega a consumir», como las sardinas u otros peces y cefalópodos, por lo que el peligro de ingerirlo es doble.
Todos los especialistas consultados por Efe reiteran que, a pesar de la fama de peligroso que arrastra, el tiburón por sus características físicas es «poco común» que se muestre agresivo con las personas y, de hecho, según los datos del Archivo Internacional de Ataques de Tiburón de Florida (EEUU), los ataques de tiburón no provocados -los directos y sin razón aparente- al ser humano en 2021 fueron 73 en total.
El tiburón blanco, el tigre o el toro, y, en menos ocasiones, el marrajo o el martillo, son según las estadísticas, los protagonistas de estos ataques.
Por contra, «el ser humano mata cada año cien millones de tiburones en todo el mundo», ha subrayado Pinto.
Implantar medidas de gestión pesquera como limitaciones espacio-temporales en la pesca y TACs (capturas totales admisibles), dedicar fondos a un estudio más completo de las especies y proteger mejor su hábitat luchando contra la contaminación son los ejes de actuación que según estos expertos deberían aplicarse para garantizar el futuro de los tiburones.