En Venezuela, los maestros tienen trabajos alternativos, dejan las aulas o migran. La profesión pierde atractivo. No hay generación de relevo. ¿Qué hay detrás de esta crisis? Prodavinci construyó una base de datos con el salario de los educadores que inician su carrera, para analizar la evolución de los ingresos entre 1997 y 2022. También procesamos las estadísticas de matrícula, nuevos inscritos y egresos de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, la universidad pública más grande del país que se dedica exclusivamente a la formación de profesores. Encontramos los siguientes hallazgos:
—¿Quién te enseña a leer y a escribir?
—Mi papá.
—¿Tu papá es profesor?
—No, él trabaja en una pizzería.
Jesús tiene 6 años y no va a la escuela. Cuenta que su maestra renunció y desde entonces pasa el día en casa. Responde las preguntas mientras dibuja a su familia en una tarjeta de Navidad. Otros 24 niños y niñas participan en la actividad, reunidos en una casa en Carapita, un barrio al oeste de Caracas. La tarea es escribir qué quieren para las fiestas de diciembre, pero Jesús no sabe construir palabras por sí solo. Hace un esfuerzo. Pide un dictado letra por letra y así logra añadir un pedido especial: un cuatro para tocar con su papá.
Los 24 niños tienen entre 6 y 9 años. Son atendidos por dos profesores del Centro de Innovación Educativa de la Universidad Católica Andrés Bello (CIED-Ucab), un maestro recién egresado en Ciencias Pedagógicas y dos estudiantes voluntarios. Suben cada semana en jeep hasta lo más alto de la comunidad para hacer actividades de reforzamiento escolar, lectura y escritura. Una mujer que vive en el sector se sumó al proyecto hace 4 años. Siempre ha querido ser maestra. Estudiaba en la Universidad Nacional Abierta para ser profesora de Educación Integral, pero abandonó los estudios porque necesitaba buscar empleo.
Venezuela perdió 25% de sus maestros entre 2018 y 2021. El país contaba con 669 mil profesores y la cifra se redujo a 502 mil en tres años. Se estima que 59% desertó por los bajos salarios y las pobres condiciones laborales. El resto migró.
Los datos fueron extraídos del Diagnóstico Educativo Venezolano 2021, conocido como DEV, un estudio realizado por las firmas de investigación y datos ANOVA Policy Research y Devtech Systems, junto con la Ucab. El grupo de expertos aplicó encuestas en 399 planteles en los 24 estados del país, con una cobertura teórica de más de 199 mil estudiantes y 12.500 docentes.
Todo niño, niña y adolescente tiene derecho a ser formado y guiado por educadores motivados y preparados para los retos de la enseñanza. Las estrategias para garantizar docentes de calidad, según la Unesco, se resumen en atraer a los mejores candidatos para satisfacer la demanda y ofrecer incentivos para conservarlos dentro del sistema:
“Para poner fin a la crisis mundial del aprendizaje, los encargados de la formulación de políticas deben aumentar significativamente el número de docentes y brindarles todas las oportunidades necesarias para que dediquen su motivación, su energía, sus conocimientos y las competencias adquiridas durante su formación a conseguir el máximo rendimiento posible del aprendizaje de todos los niños y jóvenes”.
El clúster de educación de Venezuela advirtió en 2022 que “quizás el principal problema del sistema escolar es la falta de maestros/as certificados, provocado por la caída de los salarios. (…) En general las y los docentes, a pesar de un reciente reajuste salarial, tienen serias dificultades para poder cubrir sus necesidades de alimentación, vivienda, salud, servicios y bienestar en general”. El clúster de educación es uno de los mecanismos que coordina a los actores nacionales e internacionales que trabajan por los derechos en la emergencia humanitaria. Está liderado por el Ministerio para la Educación e incluye coordinadores de la Unicef y Save The Children. También participan organizaciones civiles.
Durante la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de las Naciones Unidas, en septiembre de 2022, la ministra venezolana para la Educación, Yelitze Santaella, dijo que durante la pandemia fueron incluidos 56.000 nuevos docentes a las aulas, aunque no dio información sobre el déficit que enfrentaba el sistema. Aseguró que Venezuela cuenta con 434.892 educadores activos que, según la misma ministra, deben formar a 8 millones de estudiantes en el país. ¿Hay suficientes profesores?
Determinar cuántos docentes requiere el sistema es una tarea compleja. Juan Maragall, especialista en Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, y Eduardo Cantera, director del CIED-Ucab, coinciden en que el cálculo depende de la disponibilidad de datos desagregados. Por ejemplo, tomar en consideración sólo promedios nacionales no permite verificar la demanda y la oferta en cada municipio, los reportes de alumnos inscritos no coinciden con los de asistencia y las necesidades de las escuelas rurales no son iguales a las de las escuelas urbanas. En la búsqueda de respuestas, ONG venezolanas, universidades y consultoras de datos han realizado estimaciones independientes sobre otro indicador relevante para entender lo que sucede dentro del aula: la reducción del personal. En Venezuela se perdieron, al menos, 166.338 docentes entre 2018 y 2021.
¿Cuánto valor perdió el salario docente?
El salario de un Docente I perdió el 95,9% de su valor en los últimos 25 años. Un maestro de esta categoría, que comienza su carrera profesional, percibía en 1997 un ingreso mensual equivalente a 428 dólares actuales. Incluso, llegó a ganar más de mil dólares mensuales entre 2001 y 2002. Al cierre de 2022, apenas recibía 19 dólares (329,85 bolívares según el tabulador actualizado en marzo).
Este deterioro de los ingresos implica que para igualar el monto que ganaba al mes un Docente I hace 25 años, un educador del mismo rango tendría que reunir hoy dos años de salario.
Un Docente I es el profesor titulado que se inicia en las aulas y tiene 3 años de servicio o menos. Es más probable que permanezca en el sistema educativo si está motivado por su remuneración o por el acceso a oportunidades para enriquecer su formación.
La categoría Docente I forma parte de un tabulador salarial que contempla seis rangos para los profesionales titulados como Profesor o con licenciatura en Educación, definidos según años de experiencia, estudios de postgrado y carga horaria.
El Ministerio de Educación y el magisterio determinaban los ajustes salariales y los beneficios laborales en las discusiones de cada convención colectiva. Hasta que, en 2018, el gobierno incrementó el salario mínimo y ajustó el tabulador a su valor. Se prometió mayor poder adquisitivo y estabilidad laboral. Sin embargo, las convenciones que fijaron salarios superiores al mínimo al inicio de la tabla debían “someterse a revisión”. Los profesores dejaron de recibir primas de transporte y bonos. Los pagos comenzaron a llegar tarde e incompletos. En 2018, se registró el salario docente más bajo de las últimas dos décadas en Venezuela: 1 dólar al mes para los profesores que se incorporaban al sistema. Los nuevos cálculos achicaron las diferencias entre categorías a un punto imperceptible. Un docente con 23 años de servicio o más y con doctorado ganaba solo seis bolívares más que un maestro recién graduado.
Hoy los educadores que se encuentran en la máxima categoría de la tabla no son la mayoría, “producto de la alta deserción de la carrera por los bajos salarios o por causas migratorias”, dice la Red de Observadores Escolares de la asociación civil Con la Escuela.
La Red monitorea el contexto educativo para generar información pública. En su último informe, de mayo de 2022, entrevistaron a 329 docentes en 6 estados para saber más sobre sus condiciones y limitaciones. Preguntaron qué comieron tres días antes de la encuesta. Arroz, arepa y pasta fueron los alimentos más comunes. Solo 26% incluyó carne en su dieta. Tubérculos, frutas y cereales apenas aparecen en la mesa del maestro. Además, el 16% afirmó que en los últimos 15 días se fue a la cama sin comer. Debido a la falta de efectivo, los profesores también tienen dificultades para trasladarse. El 48% camina desde sus casas hasta las escuelas.
Los docentes deben ganar al menos lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas, especialmente si se quiere atraer buenos candidatos a la profesión y mantenerlos en las aulas, dice la Unesco. “Cuando los sueldos son demasiado bajos, con frecuencia los educadores tienen que ejercer otro trabajo –a veces incluso dar clases particulares–, lo que puede menguar su compromiso con su labor docente habitual y ser causa de ausentismo”.
En Venezuela, al menos el 49,5% de los docentes tienen trabajos alternativos, según los resultados de la encuesta de la Red de Observadores Escolares. De esta proporción, el 77,8% reporta tener un empleo adicional. El 18,5% tiene dos y 3% cuenta con tres fuentes extra de ingresos. El 45,4% de los encuestados respondió que su trabajo adicional no tiene relación con la docencia.
Los bajos salarios impulsan la búsqueda de oportunidades fuera de Venezuela. De los 166.338 maestros que el país perdió entre 2018 y 2021, el 40,9% migró al extranjero; según el estudio DEV 2021. La realidad de estos docentes migrantes no es homogénea.
María Bracho estudió en el Instituto Pedagógico de Barquisimeto de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel). Egresó como profesora de Biología y trabajó en escuelas públicas y privadas desde 2010. También dictó clases de Química y Educación para la Salud cuando no se hallaban docentes para esas asignaturas. Sin embargo, con sus ingresos solo podía costear la comida del mes. Quedaban por fuera medicinas, ropa y otras necesidades. Entre 2014 y 2015, decidió rebuscarse con un trabajo adicional: preparar y vender cloro, ceras y desinfectantes caseros. “Ganaba más dinero con estos combos de limpieza que con el sueldo que el Ministerio de Educación me daba”.
Se inscribió en un posgrado sobre educación e investigación. Duró un año y medio, pero no logró completarlo. En 2015 migró a Chile. Hoy trabaja en el área de recursos humanos en una empresa de servicios de minería y tiene su propio negocio de sublimación y estampados. Solo así puede mantenerse en el extranjero “porque el costo de la vida es bastante alto”.
A 5 mil kilómetros de distancia, la profesora Maritza* cumplió en diciembre 6 años en Bogotá, Colombia. Graduada en Educación Inicial en el Instituto Pedagógico de Caracas-Upel, trabajó para un colegio privado durante 21 años. Luego pasó 7 años en el preescolar de la Compañía Anónima de Administración y Fomento Eléctrico (Cadafe).
Al llegar a Colombia encontró trabajo como administradora de una peluquería. Con la ayuda de una de sus clientas regulares, empleada del Ministerio de Educación colombiano, consiguió plaza en un preescolar privado pequeño. Cuando el lugar quebró durante la pandemia, Maritza fundó su propio centro de estimulación y recreación infantil. No es una institución educativa, de modo que no tiene una matrícula constante. Para mantener el emprendimiento a flote ofrece desde homeschooling hasta fiestas infantiles.
Maritza se encarga de la manutención de su padre, que vive aún en Venezuela. Le envía mensualmente un poco más de 100 dólares, una cuarta parte de lo que gana en un mes regular en el centro infantil.
¿Cuántos profesores se forman para el futuro?
La Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) formó casi 50 mil futuros profesores en 2001. Hoy reporta 38.839 matriculados, lo que implica una caída de 16,6%, según cálculos de Prodavinci. ¿Qué pasó en las últimas dos décadas?
Analizamos el caso de la Upel por su alcance y magnitud. A inicios de los 2000, el 62% de los estudiantes de Educación inscritos en universidades públicas se formaron en la Upel. Constituida por 8 institutos, con núcleos en todos los estados, es la universidad más grande de Venezuela dedicada exclusivamente a la preparación de docentes. Tuvimos acceso a boletines estadísticos desde 2015 hasta 2022 e información sobre el comportamiento de la matrícula desde 2001.
En los primeros 8 años de la década de los 2000 la universidad creció hasta albergar 105.239 estudiantes. Los nuevos ingresos representaban casi el 30% de la matrícula. Los números cayeron en 2009, un año con un contexto desfavorable en Venezuela. El país estaba dividido políticamente. La actividad económica se desaceleró. Bajó el precio del petróleo, se contrajo el producto interno bruto y el país cerró con una inflación anual de 25,1%.
En 2009 se promulgó la reforma de la Ley Orgánica de Educación, lo que originó protestas de maestros en todo el país. Consideraban que el instrumento daba al Estado un poder excesivo sobre los contenidos escolares y sobre el funcionamiento de las escuelas y universidades. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos expresó en el informe de ese año que la ley ponía en riesgo el derecho a la libertad de expresión y a la libertad de conciencia de los educadores.
Tanto la matrícula como el número de nuevos ingresos no registró grandes cambios desde entonces, hasta una nueva caída en 2014. Marlys Vásquez, directora general de Planificación y Desarrollo y docente asociada de la cátedra de Evaluación Educacional, explica que el número de alumnos disminuyó de forma sostenida a partir de ese año. La Upel recibió entonces 17.508 ingresos, y en 2021 no entró a la universidad ni la cuarta parte de esa cifra.
Una nueva crisis afectó directamente a la universidad en 2019. Los apagones nacionales entre marzo y julio interrumpieron las tareas administrativas de la Upel, especialmente en las sedes fuera de la Gran Caracas. El departamento de Planificación y Desarrollo tuvo problemas para recabar información sobre los ingresos y en algunos institutos se retrasó la formalización de la inscripción. Algunos procesos se hicieron de forma manual. Al cerrar el boletín estadístico, la Upel contó 1.840 nuevos estudiantes, menos de la mitad de los que se reportaron en 2018.
Al realizar un análisis de los últimos 20 años, encontramos que el número de nuevos estudiantes se redujo 68%. “Después de la pandemia hay una tímida recuperación, pero los números siguen siendo bajos, así que no podemos culpar solo a la covid-19 y al aislamiento. Por mucho que le ofertes a los estudiantes condiciones diferentes de estudio, como la forma híbrida, hay realidades económicas y sociales en Venezuela en las que la educación no es una prioridad. Los estudiantes universitarios que pueden ser potenciales maestros del futuro buscan otras salidas para subsistir”, dice la profesora Vásquez.
¿Cómo varió el número de nuevos estudiantes de cada especialidad?
Las cinco áreas con la reducción más grave de nuevos ingresos entre 2015 y 2021 son Geografía e Historia, Química, Matemática, Ciencias de la Tierra y Biología. La Upel recibió en promedio 83,2% menos nuevos estudiantes que en 2015 en estas especialidades.
Educación Física, Educación Integral, Lengua y Literatura, Educación Inicial y Física registraron una reducción menor, sin embargo, la caída es significativa y en todos los casos el descenso en el número de nuevos inscritos es mayor al 50%.
Para este análisis seleccionamos 11 de las 28 especialidades ofrecidas por la Upel: Educación Inicial y Educación Integral ‒que corresponden a formación preescolar y primaria‒ y 9 áreas obligatorias de la educación media general. Se excluyeron aquellas que no son prioritarias en el currículo, o que se imparten sólo en escuelas técnicas, rurales o en instituciones especiales ‒por ejemplo, Electricidad Industrial, Educación Agropecuaria y Educación especial en deficiencias auditivas‒. Sin embargo, estas reportan una reducción promedio de nuevos alumnos de 60,2% en relación a 2015.
La profesora Marlys Vásquez explica que es común encontrar pocos estudiantes en las disciplinas científicas, pero el declive de los últimos años ha llevado a estas áreas a sus peores números. Química, por ejemplo, recibió 73 estudiantes nuevos en 2015. En la misma especialidad se contaron 11 ingresos en 2021. Se traduce en una reducción de 84,9% en seis años. Matemática sumó 483 estudiantes a su matrícula en 2015, y para 2021 apenas contó 77. Se inscribieron un 88% menos que hace seis años.
“Las áreas científicas son más exigentes, y es difícil que un estudiante encuentre motivación para estudiarlas si no contó con un profesor que le mostrara las bondades de esa materia durante su educación básica”, dice la profesora Vásquez. Otros factores que pueden incidir en el atractivo de una especialidad son las posibilidades que tiene en el mercado laboral, incluso fuera del sistema educativo.
Sin embargo, el área más afectada, Geografía e Historia, pertenece a la rama de las humanidades y las ciencias sociales. A la matrícula se añadieron 99 nuevos estudiantes en 2021. Hace seis años, la especialidad recibió 746. Es una reducción de 86,7%. Educación Inicial y Educación Integral también tienen una caída sostenida de nuevos alumnos desde 2016. Inglés es la excepción. Es la única disciplina que ha logrado reponerse con creces, e incluso en 2021 tuvo 57% más nuevos alumnos que hace seis años.
«Mientras tengamos estudiantes en prosecución las especialidades siguen vigentes, abiertas a los alumnos, porque la universidad tiene el deber y la obligación de garantizarles el derecho a la prosecución de sus estudios», asegura Vásquez.
¿Cuántos docentes se graduaron en el último año?
1.477 estudiantes obtuvieron el título de Profesor en la Upel en 2021, una cantidad que contrasta con los casi 9 mil a inicios del milenio. El número de egresados cayó 83% con respecto a 2001.
Las cifras más altas se registraron en 2010. Ese año se graduaron 16.199 profesores de la principal universidad pública dedicada a la formación de docentes, lo que significaba capital humano preparado para la enseñanza y con los requerimientos académicos necesarios para sumarse al sistema.
Al revisar la variación del número de egresados por especialidad de 2021 con respecto a 2015, encontramos que Física, Ciencias de la Tierra, Geografía e Historia, Educación Integral, y Educación Inicial sufrieron la mayor reducción. En dichas especialidades se titularon en promedio 90,2% menos profesores que en 2015.
En Física solo se graduaron 5 profesores en 2021, mientras que 136 no aparecen reflejados en las estadísticas de prosecución, es decir, no continuaron la carrera. Egresaron 92,9% menos que en 2015. Ese año salieron de la universidad 71 docentes preparados para la enseñanza de esta asignatura.
Cien profesores de Ciencias de la Tierra se graduaron entre 2015 y 2021. Después de 2016, el número de egresados de la especialidad registró una caída sostenida y solo dos estudiantes obtuvieron su título en 2021. Uno en el Instituto Pedagógico de Caracas, otro en el instituto de Maturín.
Educación Integral y Educación Inicial se imparten en todos los institutos de la Upel, de modo que al compararlas de manera nominal con otras áreas vemos que tienen más estudiantes y egresados. Sin embargo, la variación del número de graduados entre 2015 y 2021 muestra que son la cuarta y la quinta disciplina con la caída más pronunciada: registran una reducción de 89% y 87% respectivamente. Hace seis años, salieron 4.635 upelistas con títulos en Educación Integral y en Educación Inicial. Hoy, la suma de los egresados de ambas áreas no alcanza siquiera la mitad de esa cifra.
Las tres disciplinas que reportan una caída menos crítica en relación a 2015 son Inglés, Lengua y Literatura y Biología.
No hay datos oficiales sobre cuántos maestros se requieren en Venezuela en cada área de formación. Sin embargo, en la Consulta Nacional por la Calidad Educativa, realizada en 2014, el Ministerio de Educación identificó “nudos críticos causados por la necesidad de docentes”. Ese año inició la micromisión Simón Rodríguez, que luego dio paso a la creación de la Universidad Nacional Experimental del Magisterio Samuel Robinson (Unem). Los primeros Programas Nacionales de Formación se enfocaron en Biología, Química, Física, y Matemática. Un documento oficial que resume el proyecto, publicado en 2018, solo reseña que el cálculo preliminar de las necesidades docentes de Matemáticas era de, al menos, 1.500 profesionales.
En enero de 2022 se realizó la primera graduación de los Programas Nacionales de Formación Docente de la Unem. Se titularon 93 maestros en Geografía, Biología, Física y Química. Sin embargo, quienes ya se habían preparado en la micromisión Simón Rodríguez podían ejercer la docencia.
María Eugenia Piñero, designada viceministra de Educación en 2017, dijo en una entrevista televisiva que a través de Chamba Juvenil se incorporaron 10.000 jóvenes al sector educativo en 2018. La iniciativa admitía a personas entre 15 y 35 años y estaba vinculada a los planes de formación de la micromisión. Los inscritos recibían un curso de inducción y se formaban en dos años. El curso inicial duraba entre 12 y 14 semanas, y abordaban desde el plan de estudios hasta reflexiones sobre “formación de pedagogía popular crítica y emancipadora”. El gremio docente ha denunciado desde entonces la desprofesionalización de la carrera. Representantes de sindicatos alegan que los chambistas “no están capacitados para dictar clases” y representan una “prueba más del colapso general del sistema educativo público”.
Noelbis Aguilar, directora del programa de escuelas de Fe y Alegría, cree que algunos jóvenes buscan alternativas de formación rápida para insertarse en el mercado laboral. “El camino más fácil que consiguen es irse a Chamba Juvenil o a alguna misión. Y el camino fácil no siempre es el mejor”. Considera que las propuestas del gobierno “generan altas expectativas, pero cuando no se ven cubiertas quienes se involucraron terminan desertando”. Oscar Iván Rose, uno de los líderes de la Red de Observadores Escolares, agrega que los educadores instruidos en las misiones no suelen ejercer por mucho tiempo su labor en las aulas.
¿Cuántos docentes han egresado del Instituto Pedagógico de Caracas?
El número de egresados del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) bajó un 71,5% en los últimos 6 años. Mientras que en 2015 se graduaron 355 maestros en esta sede de la Upel, en 2021 la cantidad de estudiantes recibidos como profesores no llegaba a la mitad de esa cifra.
El IPC tiene 86 años de labor ininterrumpida. Es reconocido por su valor histórico. De los 8 institutos que conforman la Upel, es el más antiguo de todos. Creado en una época de transición, tras la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, respondió a la necesidad de modernizar la formación docente y las metodologías para la enseñanza. El IPC se fundó en 1936 con la asesoría de una Misión Pedagógica de profesores chilenos. También participaron españoles, estadounidenses y puertorriqueños. En 1940 fue reconocido oficialmente como un centro de educación superior, y ese año egresan los primeros ipecistas.
Física es hoy la especialidad más afectada de las 11 áreas analizadas por Prodavinci. Reporta una reducción de egresados de 100%. No suele ser la más atractiva entre los aspirantes a futuros docentes. En su mejor año (2018), solo 7 profesores se graduaron en esta especialidad en el IPC. Después el descenso fue total: nadie se tituló en Física en 2021.
Las áreas científicas son, en su mayoría, las más afectadas en toda la Upel. Sin embargo, tres de las cinco especialidades que registran las caídas más graves en el IPC son humanísticas o pertenecen al sistema de educación básica. Incluso, se redujo considerablemente la cantidad de egresados en el área que hace seis años reportó el mayor número de titulados: Educación Inicial. La reducción es de 98,2% al examinar la variación entre 2015 y 2021. En su mejor año (2017), se graduaron 81 personas. En 2021, solo se recibió un profesor en esta especialidad.
En Ciencias de la Tierra la cantidad de egresados bajó 93,3% entre 2015 y 2021. En Geografía e Historia, 79,3%. En Lengua y Literatura, la quinta especialidad con la reducción más acentuada, se recibieron 75% menos estudiantes que en 2015.
La profesora Marlys Vásquez dice que la realidad de la Upel se repite en otras instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas. Vidal Sáez Sáez, decano de la facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV), señala que en 2015 «se observó el primer quiebre en la matrícula, y para 2020 el descenso fue mucho más pronunciado». En 2008, un total de 4.000 estudiantes de la UCV se formaban como futuros maestros. En 2020 se reportaron 400.
Carlos Calatrava, director de la escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, explica que la matrícula alcanzó su pico en 2011. “La cifra llegaba casi a los dos mil estudiantes. Hoy tenemos la quinta parte de esa cantidad”.
Cada niño, niña y adolescente tiene el derecho de contar con un docente que lo guíe en el aula. Un educador bien formado hace la diferencia. No basta con incrementar el número de maestros. La Unesco advierte que hay que atraer a los mejores y combatir los estigmas de la profesión.
“En algunos países, la docencia se considera un trabajo de segunda clase para quienes no logran resultados académicos suficientemente satisfactorios para seguir carreras más prestigiosas, como medicina o ingeniería. Además, en la enseñanza muchas veces no se observa una proporción bien balanceada entre hombres y mujeres, o bien no se contrata un número suficiente de personas con discapacidades o procedentes de minorías étnicas, entornos desfavorecidos o zonas afectadas por conflictos”.
El panorama cambia en los países ricos, donde el nivel de aprovechamiento de los estudiantes es alto. En estos casos, señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, “la docencia es una profesión prestigiosa, y los educadores futuros se eligen entre los mejores graduados de la enseñanza secundaria. En Singapur, los candidatos se escogen del tercio superior de los graduados del bachillerato. En Finlandia, donde la selección es muy competitiva, solo un 10% de los postulantes consiguen ingresar en los programas de formación docente”.
En Carapita, el profesor Eduardo Cantera y sus colegas del CIED-Ucab se despiden de Jesús y los 24 niños que participaron en la actividad educativa. Algunos muestran orgullosos sus tarjetas de Navidad. Han escrito peticiones de toda forma y color: desde iPhones hasta la posibilidad de ser peloteros de las Grandes Ligas. Jesús mira las cartas de sus compañeros, llenas de palabras. Guarda la suya en silencio.
El proyecto de refuerzo escolar es parte de un programa de la cátedra Identidad, Liderazgo y Compromiso, que se imparte en todas las carreras de la Ucab. En el jeep de regreso a las oficinas del CIED, una de sus voluntarias anuncia que obtendrá su licenciatura en Educación Preescolar el próximo año. Es una noticia agridulce. Se graduará con la mitad de los compañeros con los que inició la carrera. Son 10 futuros maestros.
Notiespartano/TomadodeProDavinci/IndiraRojas