
El ensayo que le dedicó Efraín Subero a Manuel Ña, el pescador solitario es un compendio de mar, sol y pampataridad que lo hizo el escritor desde el alma para rendirle tributo a los pescadores como Julio Marino Luna y tantos hombres de mar de Pampatar y del mundo que salen a la faena solitarios y solo acompañados por la luna, la brisa y el murmullo del mar.
Es un texto dedicado a la pesca como faena dura y solitaria donde el pescador conversa consigo mismo en una especie de soliloquio de la soledad que hace al hombre cada día más taciturno. En esas actividades del mar se curten los filósofos pueblerinos que desarrollan habilidades del pensamiento para ver el mundo desde el ángulo de la poesía y el verso.
Y es que, aunque al pescador no le guste la poesía aprende a tejer versos y estrofas en una visión mágica de las acciones marinas que se confunden con las imágenes bellas para dar un producto final preñado de metáforas de lo mágico.
A Manuel Ña lo acompañaba solo su sombra porque se iba solo al mar y siempre encontraba a alguien que lo ayudaba a empujar la lanchita.
“Y Manuel Ña se iba solito hasta la inmensidad. Pero lo hacía todos los días. Antes que la mañana se despojara de su sábana helada salpicada de sal”.
Esa soledad a la que le canta Efraín es la misma de siempre de los pescadores que no soportan el bullicio de los compañeros y menos compartir la pesca del día con otros.
Pero más allá de esos valores materiales es la soledad la compañera de esos hombres que se van a la mar en busca de la tranquilidad que no se consigue en el plano terrenal.
En Pampatar también hay émulos de Manuel Ña en el cronista Julio Marino Luna que no va a la mar en una lanchita como Manuel Ña, sino en un kayak donde el equilibrio se practica de gratis y donde la conversación se dibuja en cada rastro dejado por los remos como marca del paso acelerado de los hijos de la sal.
Y no ha vuelto Marino a la playa porque le tiene miedo a la arritmia que lo obliga a quedarse en tierra cueste lo que cueste, pero sueña y bailotea con los sustantivos y adjetivos tejiendo imágenes de esperanzas de volver a trotar sobre las olas y a conversar con el viento y a tragar sal para sentir que le fluyen versos de la eternidad y de la sabiduría por sus venas.
Ese Manuel Ña al que le escribió esta crónica en prosa literaria Efraín Subero desde San Tomé en 1955 es el símbolo de lo pacífico del pescador que encuentra en el mar una visión mágica de la vida.
Por eso el personaje formado bajo los dictámenes de la religiosidad pampatarense se persignaba haciéndose una cruz con agua salada en el rostro antes de sumergirse a convivir en el exótico mundo de las algas, de los caracoles adormilados, de los ciriales indiferentes, de las rojas estrellas sumergidas.
En ese ensayo utilizó la prosa poética profunda para cantarle a un pescador de su pueblo con imágenes bellas preñadas de colores como el paisaje de ese mar que no vemos sino cuando nos atrevemos a sumergirnos bajo las aguas “En las profundidades, en las cuevas oscuras donde las algas tejen sus redes verdes y los sapos esconden su ancianidad vencida”.
Con el uso de figuras literarias combinadas Efraín pone su estilo poético a florecer hasta en las crónicas de lo humano para dar una belleza estética a su creación “Cuándo los peces no se dejaban seducir por la carne resiente del anzuelo y el guaral flotaba como una espiga flácida entre la mara tranquila”.
En esa imagen hay una combinación de metáfora, símil y humanización que es poco común en el uso de estos recursos por parte de los escritores lo que le da una fuerza en la prosa efrainesca.
La humanización es usada a la perfección por el escritor pampatarense para dar vida al ambiente marino y a sus protagonistas cuando señala “Si el escuchar la canción monorítmica de los sapos”,
“Después, cuando el guaral se ponía a escribir eses nerviosas sobre sus manos ásperas “.
“Esperaba que el sol despertara. Que se hundiera, atrevido entre las aguas, descubriendo de nuevo el exótico mundo de las algas”.
“Más tarde regresaba, cuando el sol comenzaba su caminata penosa por las costas del cielo”.
Efraín Subero en este texto manejo el símil con maestría al realizar comparaciones que le daban un tono poético profundo a la descripción del mundo marino “Después los músculos se templaban como los brazos de las hondas”.
“Por eso no flotó como los peces muertos, como las cosas inútiles, sobre la cresta arisca de las olas”.
Con esa crónica de lo humano Efraín desde San Tomé le rindió tributo al pescador solitario encarnado en Manuel Ña y a su vez a Marino Luna, el Cronista pescador que cada día iba solo al mar en su kayak desde la Punta hasta Bergantín o hasta la Rama de Burro.
Al final Manuel Ña, Marino y muchos pescadores solitarios como Marino Luna que son la esencia de nuestros pueblos y que Efraín Subero los inmortalizó con su prosa poética de nivel universal.
Y que, si no hubiese sido por saber masticar las palabras y de esas conversaciones con el viento donde el Cronista de Maneiro se cruza con las lluvias y ventoleras para conseguir a tiempo el corocoro, el candil, los bocas coloras, las lisas y cualquier pescado que sirva para controlar el hambre que sacude la República y que obliga a los que saben mover el anzuelo a buscar argumentos para la sobrevivencia.
Eso es lo que debería mirar la Asociación de Cronistas a nivel nacional que mientras están en su cúpula de cristal disfrutando de su cuarto de hora de la fama, deberían buscar estrategias para garantizar a los cronistas del país la dignidad que se merecen por llevar la custodia de la historia de los pueblos.
Y una seguridad social importante porque estos funcionarios trabajan por nada y deben buscar alternativas. Por eso vemos algunos cronistas payaseando, dramatizando, en el papel de humoristas de poca monta y cantando y realizando cuanto oficio se le presente para convertirse algunos en cómicos sin gracia que terminan siendo burlados por la gente que los ve payasear en los restaurantes y casas comerciales.
Dicen que la creatividad y la burla son parte de unos maquillados personajes que lejos de honrar la solemnidad del cronista los lleva a ponerse trajes de cómicos para terminar dejando huellas de su paso atolondrado por la vida.
Por eso Marino y Manuel Ña cabalgaron en su bote de colores uno y el otro en su kayak para buscar con hidalguía su nivel de sobrevivencia como pescadores honrados y mantuvieron su presencia en las playas de Pampatar sobrevivió viendo en los tiempos que le tocó vivir en distintas parcelas de la vida y como escribió Efraín Subero “Muchas veces caminan por las calles como sobrevivientes de un naufragio. La mirada lejos. El rostro como una telaraña de arrugas.
La ropa humilde llena de remiendos. El paso lento y peculiar. Los pies cuartados y descalzos. En las manos rudas y anchas, los dedos como garfios. Apenas si saludan. De cuando en cuando esbozan una sonrisa tímida, un cómo estás apagado o dejan correr la sorpresa con un abrazo bullanguero, expansivo”.
Encíclica/ManuelAvila