Es una verdad. Al respecto, no se miente. Los analistas coinciden en apreciarlo y en la opinión pública cada vez con mayor fuerza se impulsa.
El propio pueblo lo promueve.
Es una respuesta de la mayoría cansada de ser víctima de medidas más que impositivas, draconianas, que antes de regular o resolver los problemas del país lo hunden, lo hieren, lo agobian. Igual, la acción represiva que crece en todas partes, menos a favor de detener la corrupción y valga un solo ejemplo: a estas alturas nadie sabe dónde está escondido, resguardado y gozando una y parte de la otra de lo robado el inefable Tareck El Aissami.
Es una verdad irrebatible.
Un anhelo que todos saben posible y para concretarlo ya hay millones trabajando en los lugares más disímiles. En ese empeño hay puesta toda esperanza y, se puede decir, sin temor a equivocarse, que la voluntad que los estimula es cada día creciente, endurecida, firme y plena del mayor de los ánimos.
La gente no aguanta más los sufrimientos que genera la situación de pobreza, de absoluto desprecio por la dignidad, por la vida; la represión, los juicios la tortura comprobada, la prisión.
El gran cambio, en definitiva, es la solución: traerá progreso, desarrollo, paz y libertad. Venezuela será otra vez grande, próspera, como lo fue en tiempos de la democracia. Asunto cierto, que no tiene discusión alguna.
El cambio será un logro de la mayoría ciudadana que, para dirigirlo eligió como líder de Venezuela entera a María Corina Machado, quien le abrirá las puertas, hoy en día cerradas, a una nación que vive, así puede decirse, una total tragedia.
Imposible entender y aceptar que nuestro país, antes de avanzada, porque estaba disparado hacia la consecución de un desarrollo sostenido. a un progreso que comenzaba a rendir frutos para todos, se vea ahora paralizado y su población sujeta a los caprichos de una ideología perniciosa que, disfrazada de revolución, a la hora de las chiquiticas resultó un soberano fracaso. Sus errores, uno a uno, están registrados por la infalible historia.
Venezuela, que ya despertó de la horrible pesadilla de 24 años de sufrimiento, tiene bien definido, aunque los rodilla en tierra del régimen imperante lo nieguen, cuál es su inmediato destino, que no es otro que, alcanzada la liberación total, emprender la ruta hacia un futuro promisor.
Esa decisión, no habrá quien la cambie. Por más artimañas de toda categoría en su contra, será el propio pueblo el que la sostenga hasta el final. Es un compromiso, ya sellado –el 22 de octubre- y que será ratificado en las presidenciales de manera igualmente extraordinaria.
El gran cambio está en marcha. Paso a paso la gente avanza en su propósito de libertad. Y nadie podrá detener la avalancha que comienza a formarse y, convertida en votos, sepultará a los que dominaron el poder, pero nada hicieron a favor del país.
Bueno, salvo hundirlo.