“Desviación sexual”. Así de escueta es la definición de parafilia que recoge el Diccionario de la Real Academia Española. Podría parecer que tiene una connotación negativa, pero la palabra desviación, en sentido literal, no es otra cosa que salirse de la norma. Prácticas sexuales como el fetichismo, el masoquismo, el exhibicionismo, el voyeurismo y muchas otras son precisamente eso: patrones de comportamiento sexual poco habitual en los que la fuente de placer puede ser un objeto (o una parte del cuerpo), una situación concreta o un tipo de persona.
¿Se trata de trastornos mentales? Psiquiatras y sexólogos tienen claro que algunas parafilias constituyen comportamientos patológicos, mientras que otras no. El límite está en el respeto a los demás y en cómo alteran la vida de quien las lleva a cabo. Por ejemplo, el masoquismo supone un problema cuando se impone, mientras que si se practica con otra persona o personas que consienten puede calificarse, como mucho, como una extravagancia.
El caso más claro de parafilia patológica, que además es moralmente inaceptable y delictiva, es la pedofilia.
Parafilias más frecuentes
Es difícil enumerar todas las parafilias porque se han descrito casi tantas -aunque no siempre de forma oficial y consensuada- como situaciones y objetos hay en el mundo. Así, hace unos años se empezó a hablar, coincidiendo con el auge de los chats sexuales, de la anortografofilia, que sería la excitación causada por las faltas de ortografía. Pero hay otras que resultan mucho más familiares. ¿Quién no ha oído hablar de alguien que ha mantenido relaciones sexuales en una playa? Podría considerarse una forma de exhibicionismo. ¿Y qué hay de quienes se excitan con los pies (podofilia), con ciertas prendas de ropa interior o con los zapatos de tacón (altocalcifilia)? Son actitudes claramente fetichistas.
Esta es una lista no exhaustiva de las parafilias más conocidas, aunque algunas de ellas son muy poco frecuentes:
Fetichismo
Consecución de la excitación sexual a través de objetos inanimados. Algunos de los más habituales son los zapatos, la lencería, el cuero y la goma.
Exhibicionismo
Mostrar los genitales a personas desconocidas para excitarse sexualmente. También puede considerarse exhibicionismo la existencia de un fuerte deseo de ser observado por otras personas durante el acto sexual.
Frotismo o froteurismo
Sentir placer al rozar los genitales contra otra persona. Los frotistas suelen aprovechar las aglomeraciones que se producen en sitios muy transitados, como el metro, para efectuar ese tipo de roce.
Pedofilia
Excitación o placer sexual a través de actividades o fantasías sexuales con niños o adolescentes.
Masoquismo
Sentir excitación sexual al ser golpeado, atado o sometido a cualquier tipo de sufrimiento.
Sadismo
El sadismo se caracteriza por sentir placer sexual al infligir un daño o sufrimiento psicológico o físico a la pareja sexual.
Voyeurismo
Disfrutar sexualmente al ver a una persona desnuda sin que se dé cuenta, o bien al contemplar a otros individuos mientras practican sexo.
Parcialismo
Sentir placer sexual hacia una parte concreta del cuerpo -como pueden ser los pies-, exceptuando los genitales.
Urofilia y coprofilia
En estas parafilias, los objetos que provocan excitación sexual son la orina (urofilia) y las heces (coprofilia).
Gerontofilia
Atracción sexual hacia las personas de edad avanzada.
Necrofilia
Atracción sexual por los cadáveres.
¿Comportamiento sexual poco habitual o patológico?
Carme Sánchez, responsable de Psicología Clínica y Sexología del Instituto de Urología Serrate & Ribal, en Barcelona, considera importante diferenciar entre parafilias y trastornos parafílicos: “Hay parafilias que no ocasionan ningún tipo de problema ni a la persona ni a la pareja. En cambio, se considera que existe un trastorno parafílico cuando la parafilia causa un malestar psicológico, un deterioro social o un daño al afectado o a otras personas”. Según este planteamiento, la pedofilia es, sin duda, un trastorno parafílico.
Pero en otros comportamientos no tan lesivos pueden influir aspectos culturales y, en ese sentido, la sexóloga expone que lo que se considera aceptable va cambiando con el tiempo y es distinto según la cultura y la clase social. “Por ejemplo, nadie diría en estos momentos que el fetichismo de pies es un trastorno, siempre y cuando sea consentido”. De hecho, incluso “se hacen reuniones de gente que es fetichista de esta parte del cuerpo”.
La psiquiatra Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid, coincide en que la clave está en el daño que se pueda causar a otras personas, así como la alteración de las relaciones interpersonales. Si no se producen esos efectos deletéreos, cree que “dentro de la individualidad, cada persona puede tener más excitación de una manera u otra”.
El exhibicionismo, entendido como exhibir los genitales a otra persona sin su consentimiento, puede suponer una agresión sexual, sobre todo si se dirige a personas que se encuentran solas y, especialmente, a menores.
En el caso del fetichismo o el sadomasoquismo, dependerá fundamentalmente de si se realizan con el consentimiento de las parejas sexuales. Sánchez pone un ejemplo: una pareja heterosexual en la que él necesita tener relaciones sadomasoquistas para llegar al orgasmo porque “no lo consigue con una relación más habitual”. Ella está de acuerdo en desarrollar prácticas sadomasoquistas de vez en cuando, pero no siempre. Y es ahí donde surge el problema.
“Otra de las características del trastorno parafílico es que el individuo no lo puede evitar”, apunta Díaz Marsá. “Como esa conducta le produce placer, la reproduce y no puede dejar de hacerla”. Aunque no esté haciendo daño a otras personas, esa parafilia está alterando su vida normal y puede llegar, incluso, a afectar a sus relaciones de pareja, de amistad o laborales porque su existencia gira exclusivamente -o casi- en torno a ese gusto sexual.
Las expertas comentan que hay algunas parafilias que están ligadas a enfermedades mentales, pero no se puede generalizar. Marsá relata que, con frecuencia, “en las personas que tienen estas conductas de una manera patológica subyacen dificultades en las relaciones interpersonales, problemas de vinculación, de personalidad…”.
Sánchez cita un estudio que muestra que un porcentaje muy importante de personas con trastorno exhibicionista “tienen conductas sexuales compulsivas, abuso de sustancias, trastornos depresivos… Pero no siempre”.
Tratamiento de los trastornos parafílicos
Cuando las parafilias afectan a las relaciones de pareja o crean malestar psicológico en quienes las experimentan, acudir a una consulta de sexología puede ser de gran ayuda.
En otros casos, cuando existen trastornos mentales subyacentes, será necesario seguir un tratamiento psiquiátrico que, según Díaz Marsá, “va dirigido a controlar la impulsividad, ese deseo incontrolable, con terapia farmacológica y psicoterapia para abordar todas las dificultades en las relaciones interpersonales o en los antecedentes traumáticos que puede tener el individuo que desarrolla estas conductas”.