En tiempos de democracia, jamás un presidente venezolano autorizó al gobierno de Guyana a desarrollar un amplio programa de exploración y explotación de las múltiples riquezas existentes en el territorio Esequibo, que es de Venezuela desde tiempos inmemorables. Fue Hugo Rafael Chávez Frías el único en hacerlo, quizás por su apresurada y cuestionada búsqueda de un pretendido liderazgo continental, sitial que anhelaba casi con desesperación. Necesitaba el apoyo de los pueblos caribeños para lograrlo, reacios como siempre han sido a lo que algunos de sus líderes han calificado de pretensión hegemónica de Venezuela, refiriéndose en concreto a la reclamación del Territorio Esequibo, porque todos esas pequeñas naciones desde siempre han apoyado la posición guyanesa y en defensa, también, de la herencia anglosajona que la mayoría de esas islas recibieron de Europa, al decir de algunos analistas e historiadores de la política exterior venezolana sobre El Caribe.
Por ello creó a Petrocaribe, entre otros planes en gran modo todos desfavorables a Venezuela. Pero sumamente positivos para el rosario antillano, incluyendo en este caso a Cuba, principalmente. Eso de “la espada que camina por América Latina”, en la práctica el pueblo lo tradujo en la “chequera que camina”, vista los innegables beneficios que les reporta todavía a los signatarios de esos acuerdos, que nunca su proponente los consultó con el pueblo sino que en la asamblea, toda oficialista, se le aprobaban a mano alzada sin que fuesen real, firme, legal y constitucionalmente revisados.
Cuando Chávez les dijo que su gobierno estaba de acuerdo en que avanzaran por la libre, Esequibo adentro, ni cortos ni perezosos los guyaneses comenzaron a construir más carreteras, aeropuertos, nuevos asentamientos, represas, a extraer oro, madera y hasta en nuestra plataforma marítima buscar petróleo. Guyana –como era lógico- no se quedó de brazos cruzados. No tardó en actuar en todo el vasto territorio que afirma ser suyo, porque, palabras más, palabras menos, el comandante oficialmente les había autorizado, claro está, con el respaldo de Nicolás Maduro, para ese tiempo flamante canciller y también la aceptación, rodilla en tierra, del ministro de la Defensa acompañado de todo el generalato.
Las voces opositoras, los historiadores, académicos, intelectuales, periodistas y gente de pueblo que estuvieron en desacuerdo con la actitud del comandante se fueron acallando, con algunas excepciones. Pero quedó como imperdonable, la autorización de Chávez a Guyana que, sin haberla previamente consultado o al menos informado a los venezolanos todos- asumió a la brava.
Fue, sin duda alguna, un gravísimo error el cometido por quien era el Jefe del Estado, que no estimó las consecuencias, a futuro, de su precipitada medida. Consecuencias, visto está, todas perjudiciales para la Reclamación que Venezuela venía haciendo, desde el momento mismo en que el Laudo Arbitral, firmado el 3 de octubre de 1899 en París, producto de coimas y conveniencias entre rusos, ingleses y estadounidenses, intentaron despojarnos de los derechos que Venezuela tiene sobre la Guayana Esequiba, sustentados en documentos datados desde la Colonia que, al reconocer España finalmente nuestra Independencia, mediante Decreto firmado en Madrid el 30 de marzo de 1845, pasó a ser parte integral y absoluta de nuestro mapa nacional.
Severo Mallet-Prevost, quien actuó como abogado de Venezuela, en el juicio de París, poco antes de morir, en 1948, dejó para la posteridad un histórico Memorándum en donde da fe y relata, con todos los detalles, la truculencia que revistió la celebración del caso que, debía durar por lo menos un mes –fue lo acordado entre las partes- y en sólo seis días dictaminó a favor de Inglaterra. Mallet-Prevost, afirma:
“…Cuando revelé al general Harrison [consejero norteamericano] lo que acababa de pasar…, calificó la conducta de Gran Bretaña y Rusia en términos que es para mí inútil repetir. Su primera reacción fue la de pedir a Fuller y a Brewer que presentaran una opinión disidente, pero cuando se calmó y estudió el asunto desde un punto de vista práctico, me dijo: «… si algún día se supiera que estuvo en nuestras manos conservar la desembocadura del Orinoco para Venezuela y que no lo hicimos, nunca se nos perdonaría. Lo que Martens propone es inicuo, pero no veo cómo Fuller y Brewer puedan hacer otra cosa que aceptar». Estuve de acuerdo con el general Harrison y así lo hice saber a los magistrados… La decisión del tribunal fue, en consecuencia, unánime; pero, si bien es cierto que dio a Venezuela el sector en litigio más importante desde un punto de vista estratégico, fue injusta para Venezuela y la despojó de un territorio muy extenso e importante sobre el cual la Gran Bretaña no tenía, en mi opinión, la menor sombra de derecho…” ¿Qué más pruebas quiere Guyana? A confesión de parte….
Pero no olvidemos que el Padre Libertador Simón Bolívar tuvo muy presente los derechos nuestros sobre El Esequibo, de manera clara y determinante. Igual, el resto de mandatarios, que los defendieron con pasión, dedicación y patriotismo. Es decir, sin debilidades de ninguna naturaleza. Hasta que, el 17 de febrero de 1966, se firma el Acuerdo de Ginebra, mediante el cual la propia ONU reconoció como justo el reclamo de Venezuela; vía “un acuerdo internacional que rige con toda su fuerza normativa la contención sobre nuestra Guayana Esequiba.”
En la voz de los más brillantes cancilleres que hemos tenido en toda la historia de Venezuela, desde la gesta independentista hasta la era democrática, que finalizó en 1998, se escuchó con fuerza y razón la defensa de todos, absolutamente todos los derechos que nos asisten sobre el Esequibo, en los escenarios mundiales, denunciando la descarada componenda perpetrada por los firmantes del Laudo Arbitral de París. Hay investigadores que sostienen que, desde la llegada de la revolución, muy poco se ha hecho es materia de defensa;, que en tiempos de Chávez se actuó silenciando su reprobada decisión; que bajo el gobierno de Nicolás Maduro ha habido mucho olvido y sus ministros de relaciones exteriores y embajadores no han mostrado la experiencia necesaria para el reclamo, hasta que se vieron en la obligación de movilizarse a última hora ante la inminente decisión, tomada finalmente, por la Corte internacional de Justicia, que consideró inadmisible la excepción preliminar planteada por el Estado venezolano sobre la disputa territorial con Guyana por el Esequibo. Sin duda, un fallo cuyo peligroso significado para nuestra reclamación ya es del todo conocido. Puede destacarse, apenas, la ratificación hecha ante la comunidad internacional que hiciera Venezuela, el 27 de septiembre de 2019, “en el marco de la 74ta Asamblea General de las Naciones Unidas, de nuestra legítima reclamación sobre la Guayana Esequiba, sujeta al Acuerdo de Ginebra.”
Es necesario aclarar que el dictador Marcos Pérez Jiménez, según rumores, tenía intenciones de resolver por las armas el importante asunto. Por su parte, el presidente Raúl Leoni, rechazó de plano la posición militar de dar alguna demostración de fuerza. Asimismo, el presidente Jaime Lusinchi, fue firme (aunque en otro conflicto que estuvo a punto de convertirse en guerra) al defender nuestra soberanía cuando el “Caldas” de la marina colombiana se atrevió a incursionar, prepotente, en el Golfo de Venezuela. O, si se quiere, recordemos también a Cipriano Castro, “el vencedor jamás vencido” cuando, por motivos diferentes, amenazó a ”la armada invencible” lanzando aquello de “…”la planta insolente…” contra el grupo de naciones cobradores de la deuda externa.
¡Pero ninguno hizo lo que hizo Chávez!
ÁngelCiroGuerrero