Récord mundial de 200 metros mariposa en 1941, deportado en 1943 a Auschwitz, donde gasearon a su mujer y a su hija de dos años; y vuelta a unos Juegos Olímpicos en 1948. Así es la impresionante historia del francés de origen judío Alfred Nakache (1915-1983) contada en el «El Nadador de Auschwitz».
Poco conocida en Francia, la trágica y ejemplar vida de Nakache, vuelve a la actualidad con este libro de Renaud Leblond que publica el 5 de mayo la editorial Archipel, y gracias a la obra de teatro «Sélectionné», estrenada a finales de abril en París y dirigida por Steve Suissa.
De físico menudo (1,75 metros) y musculatura imponente, Nakache fue un hombre «extraordinario que tuvo que nadar hasta en el infierno», cuenta Leblond, quien ha realizado un exhaustivo trabajo de documentación.
Extraordinario por cómo aprendió a nadar en su Argelia natal -superó su terror al agua en la preadolescencia-; por su récord mundial en plena ocupación nazi de Francia; y por cómo volvió a unos Juegos, los de Londres de 1948, después de sobrevivir a Auschwitz y de haber perdido a quienes más amaba: su mujer Paule y su hija Annie.
«Demostró una resiliencia increíble, a pesar de las persecuciones antisemitas que sufrió», subraya el autor del libro, mientras charla con Efe a las puertas de la piscina pública parisina que lleva el nombre de Alfred Nakache, uno de los esporádicos tributos que Francia le ha rendido.
Especialista en el «braza-mariposa» -precursor del estilo mariposa, considerado el más duro técnica y físicamente-, la figura del deportista era marginal en Francia hasta que el Hall de la Fama de la Natación, con sede en Florida, lo introdujo en su templo en junio de 2019, comparándolo con otro gran nadador de origen judío, Mark Spitz.
«Fueron los estadounidenses los que lo hicieron conocido en Francia», bromea Leblond.
Participó en los Juegos Olímpico de Hitler
En 1933, Nakache decidió perseguir sus sueños. Se trasladó de Argelia, entonces colonia francesa, a París, donde alternaba sus estudios de educación física con los entrenamientos como nadador profesional.
En 1936, participó en los Juegos Olímpicos de Berlín, en el auge del régimen nazi de Adolf Hitler. Rozó una medalla en los relevos de los 200 metros libres, al acabar cuarto, por delante del equipo alemán, quinto.
Su carrera se embaló a partir de entonces. Ganó siete campeonatos de Francia hasta que el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 torció sus planes. Tuvo que huir de París a Toulouse, ciudad del sur de Francia aún no ocupada por los nazis.
Mientras la persecución a los judíos se agravaba, Nakache batió el récord mundial de mariposa con un 2:36:08 el 6 de julio de 1941, vigente durante 5 años. Sin embargo, en 1943, el nadador quedó apartado de las competiciones en Francia y comenzó su calvario.
Fue deportado a finales de 1943 a Auschwitz. En la estación de tren del campo le separaron de Paule y Annie. Nunca más las volvería a ver. Los nazis, conscientes de las inusuales capacidades físicas de Nakache, le reservaron un lugar como asistente de la enfermería de Auschwitz.
«Los nazis le tenían entre admiración y desprecio», resume el autor. Para divertirse, le sometían a pruebas humillantes relacionadas con la natación. Entre ellas, recoger con la boca una daga del fondo de un sucio depósito de agua de Auschwitz.
De este infame campo, Nakache fue desplazado a otro, el de Buchenwald, en una de las llamadas «marchas de la muerte», que transportaron decenas de miles de prisioneros de un centro a otro para huir del avance de los soviéticos y de los aliados.
El nadador sobrevivió. Otros, como el célebre boxeador tunecino de origen judío Victor Perez, no.
De vuelta a Toulouse, nueva prueba de superación. A pesar de haber perdido una treintena de kilos a su regreso del infierno de Auschwitz, en 1945 se clasificó para los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, con 33 años. En su última cita con la alta competición, coincidió con otra legendaria figura de la natación francesa, Georges Vallerey.
Nakache rehizo sentimentalmente su vida con una mujer llamada Marie, sin dejar descendencia. Sin embargo, la traumática pérdida de Paule y de Annie siempre estuvo presente. Ironías del destino, murió a los 67 años de un ataque cardíaco mientras nadaba en el puerto de Cerbere, en el sur de Francia, junto a la frontera española.