La realizadora venezolana Mariana Rondón, Concha de Oro en 2013 por ‘Pelo malo’, regresa al Festival de San Sebastián para competir esta vez en Horizontes Latinos con una cinta distópica, demoledora, aleccionadora y triste, ‘Zafari’, que habla de un país, cualquiera, que no ve cómo sobrevivir al miedo.
«Si le poníamos nombre y apellido, lo limitábamos, le cortábamos las alas. No, no hay que definirlo», dice Rondón en una entrevista con EFE, «no hay que subrayar el nombre del territorio: es un ‘jauja’ que nos pertenece a todos y, sin embargo, creo que nadie tiene duda de qué estamos hablando».
Zafari no solo hablo de Venezuela, hablo del Perú de los 80, de la Argentina del futuro
Ojo, advierte: «No solo hablo de Venezuela, hablo del Perú de los 80, de la Argentina del futuro, del Brasil de Bolsonaro. De los perros y gatos que dice Trump que se come la gente», dispara la cineasta.
‘Zafari’ muestra desde el comienzo un mundo enfrentado, dicotómico, simbolizado por dos edificios de apartamentos separados por una piscina, un elemento de lujo que, en realidad, es un objeto de derecho: unos y otros deben decidir quién y cuándo pueden usar la piscina y si eso otorga algún tipo de poder.
Desde las ventanas de esa torre de lujo ya desgastada, se ve el pequeño zoo al que ha llegado un hipopótamo: una de las familias debe asegurarse de que no le falte alimento al animal. Al poco, se ve que adelgaza, se deprime, no quiere salir de la charca donde dormita.
«Necesitaba una distancia con el dolor, con el miedo, para poder filmar esto y reflexionar. Este lugar de fábula distópica me permite verlo desde más allá», explica Rondón, que añade que «si hubiese trabajado desde el realismo puro no habría podido pasar por ahí de ninguna manera».
«Añoro la banalidad con la que vivíamos en Venezuela»
Aunque Rondón dedica la cinta a todos los animales que, como el hipopótamo real Zafari acabó sirviendo de alimento a los vecinos de Caracas, la venezolana advierte de que sólo es una metáfora.
«La profundidad de la tragedia depende de esa liviandad. A veces me digo que una de las cosas que más extraño de mi Venezuela es la banalidad con la que vivíamos. La añoro», suspira Rondón.
«Eso se ha acabado, no sólo en Venezuela por motivos evidentes, sino que la Humanidad ha terminado con ese disfrute de la vida. El propio Zafari es toda una metáfora; o sea, aparte de que realmente murió y se lo comieron, es una metáfora de a dónde vamos a llegar, si daremos siempre un paso más allá», cuestiona la cineasta.
‘Zafari’ habla «del miedo a sobrevivir en una comunidad, en un estado, en un país, en un territorio más bien -dice Rondón-, cercado por la necesidad y la precariedad e invadido por el instinto humano más básico: el que le lleva a arrebatar al otro todo lo que pueda, lo que necesite, para sobrevivir».
Pero siempre queda optar por tomar decisiones éticas
«Pero en medio de la gran necesidad, también se pueden tomar decisiones éticas», propone la peruana Marite Ugás, guionista y productora de la película: «La de no voy a sucumbir, no voy a formar parte de la masacre, del canibalismo, que es lo que viene inmediatamente después. No voy a imponerme y acabar con el otro y a comerme sus ideas, su alma».
Al final, coinciden ambas, «esto es lo único que queda: una pequeña decisión ética para con la realidad. Ahí somos libres: El libre albedrío de no sumarse a las masas».
Notiespartano/EFE/aga/msp/vs/pddp