La Porlamar que conocí no se parece a esta ciudad vuelta un ovillo, un colador o una barriada popular. Era la Porlamar altiva, de los techos rojos de la gente amable con su viejo mercado, su Faro de la Puntilla, su Comedor Popular y sus comercios bien plantados a pesar de las condiciones económicas de la época. Su Plaza Bolívar era un espacio sagrado donde se cruzaba la historia con lo tradicional y lo religioso para encontrar en la Iglesia San Nicolás de Bari un espacio para reencontrarse con la fe.
Daba gusto visitar esa Porlamar que se erigía como la Ciudad Comercial de Margarita y donde residentes y visitantes sentían orgullo de sentarse en la Plaza Bolívar a contemplar la belleza de estos espacios que hacían a Porlamar una Ciudad Humanizada. No era una Ciudad de mal vivientes, de borrachos, de traficantes de todo tipo de sustancias y de carretilleros de la maldad. A Porlamar empezaron a matarla de a poquito los modelos atrasados de la gobernanza que se dedicaron por los años a hacer dinero fácil por la cantidad de negociados que se hacían en sus entrañas.
A Porlamar la convirtieron en nada ante y después del Puerto Libre porque sus gobernantes equivocaron el modelo del desarrollo y más allá del Puerto de La Mar que intentó hacer la empresa privada en convenio con la Alcaldía de Mariño en los tiempos de Eligio del Valle más nada importante le han hecho sus gobernantes a la Ciudad Marinera.
En ese momento llegó el Gobierno Nacional impulsado por las falsas ideologías con el invento del caladero de sardinas para castrar el desarrollo de Porlamar y sembrar en esa infraestructura de lujo una especie de formato de Universidad que no terminó de cuajar en el alma insular. Ahí se apostó contra el desarrolló y los impulsos fanatizados de la política contribuyó a que los mismos margariteños dispararan desde la isla contra el futuro de la región.
Más nada se ha hecho en Porlamar después del fracaso de los parquímetros que todavía están regados por las calles de la Ciudad Marinera, pues hasta los emblemas como Los Tres Pescaditos, La Sirena y La Ronda fueron maltratados en el tiempo y la Plaza Bolívar el centro de los experimentos de todos los alcaldes ha sido un espacio para fabular fantasías que solo terminan con luces de navidad y retretas que mueren al nacer. El modelo de gobernanza ha sido el mismo porque a los alcaldes no le da la cabeza para generar ideas innovadoras y todavía en este 2023 sigue Porlamar amordazada y repletas de huecos y botes de agua.
Todos los alcaldes han soñado con hacer de Porlamar una Ciudad cosmopolita con murales para hacer de estos espacios lugares privilegiados por la mano del hombre y no han terminado sino pasillaneando con movimientos de la nada cultural con cuatro conjuntos intentando llamar la atención de las 25 mil almas que transitan por la Ciudad Marinera cada día.
Las políticas enrevesadas que solo lanzan al aire deseos de transformación no llegan a la formación de ciudadanos porque al parecer a nadie le conviene que la gente se eleve por encima del conocimiento para sembrar luces del desarrollo. Y es que no se puede ver el desarrollo de un municipio tan grande con una mini biblioteca construida por el Gobernador Morel Rodríguez hace años y que tiene su asiento en el Parque “Fray Elías Sendra” y más nada de educación se ve en Porlamar.
Por otra parte en la irresponsabilidad del gobierno anterior de Nueva Esparta le dieron de manera ilegal a un fundación que no ha podido notarial su documento porque carece de la firma del Gobernador y que está constituida por tantas irregularidades legales que no termina de arrancar. Y es que con esa entrega arbitraria le quitaron a los margariteños la posibilidad de entrar su museo alguna vez en la vida y de paso le dieron un escardillazo a la cultura popular porque se puso fin a la participación de pintores y escultores procedentes de los pueblos más pobres de Margarita a un escenario que por años fue parte del crecimiento artístico regional.
Al parecer a Porlamar la condenaron para siempre a vivir como los cráteres lunares plagada de huecos y desagües porque los directores de infraestructura municipales no conocen las calles de esta ciudad y no terminan resolviendo los miles de problemas que tiene esa Porlamar que duele.
No termina de arrancar Porlamar y aun con la buena voluntad del actual burgomaestre que inició una campaña en una sola calle al limpiar de buhoneros y bucaneros de todo pelaje eso fue solamente un sueño que murió al nacer porque más fue la alharaca comunicacional que el sueño de los porlamarenses de caminar libres por las calles de su ciudad. Esa Porlamar que duele al parecer está condenada por los siglos de los siglos a ver pasar por sus predios a gobernantes ilusos que no terminan de madurar un proyecto serio para transformar la ciudad en un espacio humanizado.
Históricamente Porlamar ha sufrido las inclemencias de sus gobiernos municipales y no pega una la Ciudad Marinera que apenas vio el brillo del Paseo del Mar que se apagó como por arte de magia ante los ojos de los soñadores que intentaron vender espejitos de colores con un espacio de la luz que terminó en medio de la oscuridad.
Es Porlamar que duele sufre como una parturienta que no termina de alumbrar un niño con brillo en sus ojos y que sepultada en la muerte de sus principales avenidas emblemáticas ve esfumarse la posibilidad de regresar a ese esplendor de las luces de neón, de los comercios reconocidos y de una Ciudad donde la gente disfrute de la tranquilidad y la paz de sus espacios.
Porlamar tiene vida hasta las 3 de la tarde y a partir de esa hora entra en estado de pánico porque la delincuencia tira su rezón para adueñarse de la Ciudad. De esa forma nade puede hablar de desarrollo porque los ciudadanos ven el desandar de su Porlamar de los nuevos tiempos que cada día se muere a menguas ante la falta de propuestas serias para avanzar en medio de la crisis social de este pueblo perdido en la improvisación.
Pareciera que Porlamar no tuviera dolientes y la historia la estará cobrando a los que han gobernado a esta ciudad su empeño en destruir el futuro de una tierra de gracia que llegó a ser una de las ciudades más importantes del turismo nacional.
Encíclica/ManuelAvila