Elegancia, armonía, vistosidad. Cada una de estas palabras llevan a hablar del talentoso trabajo como diseñadora de estampados en pañuelos de Valentina Camacho, quien junto con su esposo y socio Ricardo Flores, impulsan desde 2017 una marca original y con mucha distinción y clase que lleva su nombre.
Valentina nació en Caracas, es licenciada en Diseño Integral y al salir de Venezuela trabajaba como diseñadora editorial. Su historia como migrante está marcada por la resiliencia. En 2015 viajó primero a Argentina, donde hizo una especialización y un diplomado en moda mientras se habituaba al mundo laboral y escalaba para costear estos estudios.
Fui garzona 15 días en un café de Buenos Aires, luego diseñadora en un par de marcas argentinas y luego encargada del área de diseño de imagen y vidrieras de una cadena que comercializaba accesorios de moda, incluso viajé a China como parte del equipo encargado de las compras de colecciones con esta última empresa”, recuerda.
Fue presentando su tesis en la carrera de Fashion Business, en 2017, cuando una profesora muy apreciada al ver un pañuelo que había diseñado le sugirió dirigir su formación a esta área. “Me dijo: ‘Valentina, ese puede ser un muy buen punto de partida. El pañuelo no tiene tallas, es fácil de llevar y comercializar en cuestiones de espacio”, sostiene.
Además, detalla, a Camacho le encantaba que un pañuelo pudiera plasmar sus habilidades gráficas y de ilustración y a su vez hacer moda ponible. Así, a finales de ese año, cuando a su esposo y a ella los despiden de sus trabajos por quiebra de las empresas, se dedicaron de lleno al emprendimiento.
Un camino con obstáculos
Desde 2017 y dos años después de migrar, Valentina y Ricardo se dedicaron de lleno a estos accesorios, pañuelos estampados y cosidos con estándares de calidad, impecables y en telas italianas de calidad premium. “Empezamos con 36 pañuelos, hoy podemos tener entre 300 y 400 unidades en el mercado girando”, afirma Camacho.
Uno de sus momentos más complicados fue en pleno verano de 2018. Pasaron dos meses sin ventas y continuaron porque se aventuraron a trabajar en el mercado del turismo bonaerense. “Un año después nos convertimos en artesanos de las ferias de Buenos Aires”, precisa. Ese año registraron un crecimiento maravilloso gracias a la venta en el mercado turístico.
Vendí pañuelos a japoneses, ingleses, australianos, etcétera. Los puntos más lejanos para nosotros desde Suramérica y luego con la llegada del Covid se empezó a anular la estabilidad de trabajar con turismo y acá estamos en Santiago, surfeando las olas del mundo emprendedor, político y económico, para seguir creciendo”, destaca.
El proceso de elaboración de cada pieza es el siguiente: Camacho dibuja la idea en un papel y luego en la computadora. El estampado es original, plasma el diseño en telas italianas premium y prueban el pañuelo que siempre tiene un mensaje o frase distintivo.
La gente expresa sus emociones regalando nuestro trabajo, se piden matrimonio, se dan ánimo si se divorcian o le dan ánimo a un ser querido con el mensaje del pañuelo, porque conectan con las frases estampadas, eso ha sido muy lindo, que la gente disfrute de esas posibilidades”, cuenta.
Este año Valentina y Ricardo migraron desde Buenos Aires a Santiago, luego de un desafortunado robo a finales del año pasado en su casa/taller.
La intención actual es estabilizarnos económica y emocionalmente y seguir con ganas de explotar al máximo el mercado chileno y los demás mercados que podamos alcanzar siendo un equipo de dos, por supuesto con ganas de tomar oportunidades que nos permitan crecer”, plantea la diseñadora.
Su proyección es prometedora. Los pañuelos temáticos de países han sido un éxito. “A futuro nos gustaría hacer más pañuelos temáticos de países. Nos encantó la receptividad del #PañueloDeChile y también nos gustaría explorar otros lugares para traer telas y para presentar nuestros diseños”.