
Tras un año de atrasos justificados por la guerra en Gaza y luego en Líbano, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, accedió este martes por la puerta de atrás al tribunal de Tel Aviv para testificar en su juicio por corrupción, mientras a la entrada de la corte cientos de personas, a favor y en contra del mandatario, compiten por hacer más ruido e imponerse como la opinión generalizada en Israel hacia él.
«Bibi, ¿no?», pregunta una mujer de camino a la corte al ver a los periodistas cargados con cámaras, utilizando el mote con el que los israelíes se refieren al primer ministro. Ella misma confiesa tener una vista en el mismo tribunal, situado en la céntrica calle Weizmann de Tel Aviv, y teme que haya demasiada gente.
La zona ya era un hervidero de manifestantes en torno a las 10.00 (8.00 GMT), hora de inicio de la vista, a la que el primer ministro llegó puntual, pero inadvertido para los manifestantes al usar otra puerta.
Cuando corre la noticia de que Netanyahu ya está dentro del tribunal, ya hay unas 200 personas congregadas: a la derecha, quienes defienden al mandatario; a la izquierda, sus detractores. Ambos cargados con megáfonos y altavoces compiten por imponer su mensaje.
Entre los dos bandos, apostada en silencio frente a la entrada del tribunal, se concentra una decena de familiares de los rehenes de Hamás. Tras más de 14 meses de guerra en el enclave, que han costado la vida de más de 44.700 palestinos, 96 secuestrados siguen en manos de Hamás y las autoridades israelíes reconocen que al menos 34 están muertos.
«Tres personas de mi familia fueron asesinadas el 7 de octubre: mi hermana pequeña y dos cuñados. Siete personas de mi familia fueron secuestradas en Gaza, seis de ellas volvieron y Tal sigue allí», cuenta a EFE Aviv, familiar del cautivo Tal Shoham, ante la corte. «Estaremos en cada sitio, cada día, donde podamos exigir recuperarlos», añade.
En las protestas que los familiares de los cautivos mantienen semanalmente en Tel Aviv se ha extendido la idea de que Netanyahu mantiene la guerra en Gaza, a costa de la vida de los rehenes, para evitar testificar por corrupción.
La mayoría de los manifestantes contra Netanyahu cargan con una fotografía de Ron Arad, un piloto de las Fuerzas del Aire que fue capturado en Líbano en 1986, en paradero desconocido desde entonces. Su imagen hoy, a las puertas de la corte, es para quienes protestan un símbolo de lo que ocurre con los rehenes ante la inacción del Gobierno.
Junto a la imagen de Arad se ven pancartas de la ONG pacifista israelí Standing Together que reclaman un acuerdo con Hamás para rescatar a los rehenes, fotografías de Netanyahu en carteles de «Se busca» y hasta un hombre disfrazado del primer ministro con grilletes en sus muñecas.
Un juicio «político» de la izquierda
Netanyahu responde hoy por primera vez ante las tres causas por fraude, cohecho y abuso de confianza de las que se le acusó en 2019, por supuestamente haber recibido regalos a cambio de favores y por presiones para lograr una imagen positiva sobre su gestión en medios de comunicación.
Desde que el juicio se abrió en 2020, sus seguidores denuncian que se trata de una estrategia de la «izquierda judicial», algo que quienes protestan a la derecha de la corte repiten constantemente.
«Todo el tiempo la izquierda de Israel intenta hacerle caer», afirma Maraa, mientras carga con una pancarta del partido del mandatario, el Likud, con el texto «Israel es fuerte con Netanyahu».
Por las puertas del tribunal pasan distintas personalidades de la derecha israelí, como el diputado ultra Almog Cohen o el ministro de Comunicaciones, Schlomo Karai, recibidos entre vítores por los seguidores de ‘Bibi’. Dentro del recinto se encuentran otros ministros que han acudido a apoyar al gobernante, como el antiárabe Itamar Ben Gvir.
Ante el juez, el líder de la defensa, Amit Hadad, reproduce este mensaje: «La Policía israelí no investiga un crimen, sino a una persona», sosteniendo la denuncia del Gobierno según la cual el juicio es de carácter político.
De puertas a fuera, la tensión entre los manifestantes se traslada a las cafeterías cercanas, donde muchos se desplazan ante la perspectiva de que la vista se extenderá durante horas.
Una de las seguidoras del mandatario pasea por una de ellas con una pancarta en alto en la que se lee «El proceso judicial daña la seguridad nacional». Mientras hace cola en el local, otra mujer pone los ojos en blanco a su paso y resopla: «Es culpable de narices».
NOTIESPARTANO/EFE