Esta sencilla carta de amor a mi hijo Andrés Alejandro fallecido el pasado 15 jueves en Bogotá, para decirle cuánto lo queremos, qué profundo es nuestro dolor y disponernos a vivir tan solo de su recuerdo.
Este domingo 18 de diciembre sus restos mortales llegaron a Mérida, donde llegaron procedentes de la capital de Colombia, gracias a las muchas gestiones que hicieron sus hermanos Milagros del Valle, Ronny, Ronmel y sus padres Ruth Rosalía y Ronmel, en Bogotá; por su hermano Ángel Ciro desde Estados Unidos y Raúl Reinaldo para tramitar todo lo necesario legalmente hasta lograr tenerlo hoy en este recinto. Todos ellos lucharon e hicieron lo indecible a favor de su hermano Andrés Alejandro. Fue, si se quiere, una odisea, una demostración de amor inmenso en situación tan difícil. Tarea que Arelys, su madre adorada y yo jamás olvidaremos, y queda marcada en nuestro corazón para el agradecimiento eterno. Que Dios Nuestro Señor se los pague y siempre bendiga
Andrés Alejandro será enterrado mañana martes en Mucurubá, arriba en el páramo, donde vive todavía mi segunda madre, Mamá Josefa, y sus hijos, Descansará en paz junto a su tío Gerardo Emilio mi hermano, Miriam, su esposa y sus dos hijos Sir Noé e Indiba Graciela.
Mi muchacho fue un poeta, un músico, un cantautor que un buen día tomó su guitarra y le dijo adiós a Arelys, su mamá y se nos fue por el mundo. Primero, estuvo viviendo en París, recorriendo Europa cantando en donde podía y quería, haciendo amigos, escribiéndole y cantándole a la vida, a su libertad. Después se vino a Costa Rica, donde permaneció seis largos años, desplazándose por toda Centroamérica y México, hasta que decidió, finalmente, establecerse en Bogotá, enamorado de Santa Fe, de su cultura, de sus cafés, de sus tertulias, completando su legión de amigos, intelectuales y artistas, que llegaron a apreciarlo, a quererlo, a hacerlo suyo.
Mi hijo, culto, hablaba y escribía inglés y francés, a veces suplía su ausencia, que sentíamos sus padres, con largas llamadas telefónicas e intensos y hermosos textos por internet, describiéndonos su existencia.
Nos recordaba y se reía dulcemente de mis viajes por el mundo, primero por toda América en autostop, en 1969 y luego en Europa. Decía que estaba imitándome, pero con una diferencia: él, como cantautor y yo como periodista.
Nos divertíamos mucho. Nos amábamos mucho y él nos amaba mucho a todos. Su mamá, claro está, desconsolada, es un mar de lágrimas. Yo igual. Ángel Ciro, Raúl Reinaldo, Milagros del Valle, Vanessa Graciela, Ronmel y Ronny, sus hermanos, todos fuera de Venezuela, no podrán acompañarnos para darle la última despedida. Por cierto, junto al féretro, viene su inseparable guitarra.
Queda en los corazones de familiares y amigos la figura alta, de rasgos finos, de larga cabellera de Andresito, que se fue como él quería y lo logró: libre como los pájaros, volando alto hacia la eternidad. Ya está. Allí. Aquí en la casa, ronda “Cohete”, su gato. Arelys, dice que todavía sigue buscándole por los rincones. Él también está por irse, ya muy viejo y ciego el pobre.
Evelyne, su gran amiga, aquí en Mérida, bien lo define tal como Andrés fue en vida. Inserto sus palabras con tan precisa percepción:
“Fue un legado de vida, un chico distinto, inteligente, atemporal…no era de este mundo, marcaba diferencia en todo. Su inteligencia y temperamento iban de un joven rebelde a un adulto. Con su música no seguía un estereotipo de mercado. Tenía estilo propio. Quería brillar por mérito y talento. Muchos como él, a veces no son comprendidos en algunos entornos, por no seguir el rebaño o los prototipos sociales. Sin embargo, dejan en un aprendizaje el seguir nuestros sueños sin pensar en complacer a otros. Va a brillar siempre en nuestros corazones. Lo recordaré…cantando…en los últimos días que compartí con él”
Adiós, hijo querido. Adiós, hijo amado, Adiós…
AngelCiroGuerrero