De los cazadores de conejos robleros, la gente del pueblo recuerda con cariño a Felipe Mangalapa, que con grito de ulla, ulla, ulla quedó marcado en el pueblo pilarense.
No había una campaña para cazar conejos que no tuviera como líder a Felipe Mangalapa que junto a Alejandrito, Manengo, Modesto Rosas, Chico el de Chan, Caribito, Lipe, Patica de Mono, Chevo, Tico Tico y tantos otros cazadores que formaban esa legión de conejeros que salían a recorrer los cerros que rodean a Los Robles para cazar los conejos de la zona.
Eran tiempos que usaban los robleros para la caza y había cazadores de alta factura que conocían de memoria las trochas y las madrigueras donde se amurraban los conejos.
Es el caso de Tico Tico, el de Clemencia, y José Casimiro Rosas y así lo describió Nicanor Navarro el Cronista de la Parroquia Aguirre y de Nueva Esparta que en su Crónica “El Pájaro Tricolor de Tico Tico” señala: “De mis compañeros de infancia ninguno tan despierto en el monte como este Ticotico el de Clemencia.
Era nuestro baquiano en eso de tramontar los cerros de La Sabaneta. Con él estábamos seguros de no extraviarnos. Sabía cómo llegar al Boquete de Audano, Taquiene, Cauca y Las Piñas por escabrosas trochas.
Sabía de los marales donde sesteaban los tutueles, de los tunares donde se amurraban los conejos y de los mogotes donde anidaban perdices, turpiales, potocos, tórtolas y guarames.
Armaba lazos de pie y de graneros, tendía cebaderos y mataba conejos a tolete con la destreza de cualquier adulto y lo más curioso tenía un perro llamado Orosmán que no había sino hacerle oler el rastro para dar con la presa en su más recóndito escondrijo”.
Ese Tico Tico de Mencha Suárez mi tío a quien le conocí tres novias a la vez en Dunia Rosas la de Lencho, Aminta Indriago la de Severiana y a Carmen Simona le de José Basilio.
Ese negro Culí no solo era un dandy con las mujeres, sino que peleando en el puño a puño era imbatible y su pegada era mortal a la hora de tocar a uno de los contrarios.
Lo vi cuando muchacho cuando llegaba del monte con pájaros y conejos que cazaba para mantener a su familia porque José Casimiro se fue al Zulia y lo dejó al frente del hogar con tres mujeres a su cargo Clemencia Ana su madre a quien adoró siempre y sus dos hermanas Trina Leonor e Ylba que eran parte de su amores de vida.
José Rafael Rosas “Tico Tico era un conocedor de las fases lunares y de los tiempo de siembra que lo había aprendido de su abuelo Facho Suárez un gran conocedor de los elementos geográficos que lo ayudaron a ser un experto en cuestiones de la agricultura porque tenía la sabiduría que su abuela materna, esa sabia Ynés Guerra, le enseñaba en su momentos libres en el fogón de bahereque de su casita en los altos del Tamoco.
Eso llevó a Nicanor que era su amigo a escribir posteriormente una crónica “el Pájaro Tricolor de Tico Tico” ya cuando José Rafael estaba por el Zulia en su recorrido por los campos petroleros.
“De él aprendimos los pasos de la luna, las estaciones del año, los puntos cardinales, la dirección del viento, el canto de los pájaros, el gruñir de los conejos en apuros y el nombre de las plantas; también aprendimos de él a amolar el machete por el filo y por el lomo, cortar con él sin campanearlo mucho y a amontonar la leña bien apretadita para no enredarnos entre los bejucales”.
Se fue un día al Zulia a trabajar en los campos petroleros y realizó varias tareas que le dieron mucha plata al principio y por su mala cabeza dilapidó lo que recibió de prestaciones que fue mucha plata, pero no tuvo la racionalidad suficiente para controlar los gastos suntuosos.
Hizo varias operaciones laborales en el Zulia y llegó a comprar autobusetes lo que no le dio buenos resultados como empresa. Por eso José Rafael perdió mucho dinero de lo que recibió de la Creole y tuvo altos y bajos al arrejuntarse con una señora casada y esa no fue una buena experiencia. Volvió a la petrolera como contratado y ya no fue lo mismo por lo que dejó el trabajo y más nunca pisó una gabarra petrolera.
Se le fueron los años en el Zulia y posteriormente encontró una buena mujer en su esposa Aura le que le dio a Cheo, a Luis que fue su consentido y a una hija hembra.
Con ellos hizo familia y venía a la isla a ver a su madre Clemencia y a sus hermanas Trina e Ylba y regresar en el tiempo a encontrarse con sus amigos de la infancia. En el Zulia siguió cazando y le enseñó a Luis el arte de la caza que fue para su hijo la pasión de su vida.
Cuando llegaba a Los Robles era para pasar dos o tres meses y siempre traía a Luis que era su compañero de vida. Salía poco de la casa de Clemencia y del chinchorro a la calzada y viceversa era su rutina.
Más nunca volvió al monte a cazar conejos, ni a armar un lazo de tortolitas, pues eso quedó en los recuerdos. Ya más nunca fue a la plaza a tomarse unas polaricas y ni recordaba que había tenido grandes peleas en el pasado.
Las lesiones en la columna le generaron grandes dolores y la artrosis hiso mella en sus extremidades por lo que le costaba movilizarse y hasta el fin de sus días su movilidad tuvo grandes dificultades.
Se quedó José Rafael Rosas en el Zulia y no lo volvimos a ver porque un día decidió cerrar sus ojos para más nunca regresar a tramontar los cerros de Taquiene, Cauca, Las Piñas, el Cerro La Ermita, La Sábana de Moreno, los pozos del pueblo. Más nunca vimos al tío Tico Tico que se convirtió en un hombre de la paciencia que masticaba las palabras antes de pronunciarlas y que agregó a su lengua muchos maracuchismos que enriquecieron su lengua.
Esta Crónica sobre Tico Tico busca dejar sus huellas marcadas en los cerros de Los Robles, en la plaza, en las fiestas patronales y el la hazaña de haberse encargado cuando era un mozalbete de usar la caza y de vender arepas para sostener la economía familiar de su familia.
Todavía quedan recuerdos de aquel pájaro de colores que agarró Tico Tico y que se convirtió en un atractivo para los pobladores de Los Robles que no salían de su sorpresa de ver un espécimen de tan variados colores y así lo describió Nicanor Navarro.
“Supimos un día en la escuela que Tico Tico había atrapado un pájaro de plumaje amarillo, azul y rojo como el pabellón tricolor. Lo capturó en un cebadero que tenía por los lados de El Cerro Grande”.
Eso fue un acontecimiento en el pueblo y casi todo el pueblo se volcaba a la casa de Clemencia Suárez a ver la sensación del Pájaro Tricolor de Tico Tico.
Atrás quedaron las huellas de Tico Tico colgando los conejos en la enramada del patio y abriéndole la panza para sacarle las tripas y el almizcle que tenían en los muslos.
Los recuerdos que tengo en mi visión cuando el tío Tico llegaba de las fiestas de Los Robles con las camisas blancas bañadas en sangre y las sortijas de oro que en sus dedos de peleador callejero estaban matizadas de sangre por la pelea de la noche.
Es que este hijo de Mencha Suárez nunca dejó de ser un gran gladiador y con muchos combates el culí roblero siempre salió de ganador.
Hoy solo quedan recuerdos y José Rafael debe estar en el cielo compartiendo con su madre Mencha, con sus hermanas Trina e Ylba y ahora con su amado hijo Luis que se fue al cielo muy temprano buscando a ese padre que fue su compañero de campañas en la caza en los campos zulianos.
Encíclica/ManuelAvila