Concetta Antico es una profesora de arte que un día se dio cuenta de algo inusual y asombroso a su vez: tiene supervisión. Cuando llevaba a sus alumnos para que pintaran diferentes escenarios de la naturaleza, estos captaban la realidad de una forma más limitada a cómo ella la percibe. Sus retinas presentan la particularidad de distinguir colores que son invisibles para la gran mayoría.
Cuando esta artista australiana pasea por un camino de pequeños guijarros que la mayoría vemos en tonos grises, ella aprecia toda una sinfonía de tonalidades. Las piedras relucen en fascinantes brillos que van del rosado al violeta, del amarillo al color plateado. El mundo que esta mujer disfruta a diario con su mirada es como un fascinante caleidoscopio cromático.
Es tal su habilidad que le ha permitido convertirse en una pintora muy conocida y también en motivo de interés para la ciencia. Es tetracrómata, presenta una singular mutación genética que le permite ver el mundo a través de más de 100 millones de colores, los mismos que capta en sus sobrecogedores lienzos.
“Ir a una tienda de alimentación puede ser muy estresante para mí debido a la montaña de colores que aparecen por todos los ángulos”.
-Concetta Antico-
¿Qué son los tetracrómatas?
La mayoría de personas somos tricrómatas, es decir, poseemos tres tipos de conos en las retinas gracias a los que podemos ver cerca de un millón de colores. Los tetracrómatas presentan cuatro tipos de conos que les permiten ver el mundo con cerca de 100 millones de tonalidades. La diferencia es sustancial.
Aunque todos hemos oído hablar del daltonismo y conocemos a alguien que tiene dificultades para discriminar el color, la tetracromatía no es tan conocida. Sin embargo, sabemos que la presenta una parte significativa de la población y que siempre aparece en mujeres. Asimismo, también es frecuente en el reino animal.
Una investigación de la Universidad de Princeton ha descubierto que el colibrí, como un buen número de aves, también pueden discriminar colores no espectrales. Es decir, tonalidades que solo pueden verse con cuatro tipos de conos. Esta facultad les permite buscar alimento con mayor facilidad. Sin embargo, ¿qué sucede con los seres humanos?
Los científicos nos señalan que hay más tetracrómatas de lo que pensamos, hasta el punto de pensar que puede ser una característica más, inherente del ser humano.
Así es como vemos el color
¿Qué pasaría si te dijéramos que el color no existe? Lo más probable es que ya lo sepas, porque en la naturaleza y en todo lo que nos envuelve nada tiene color por sí mismo, es el cerebro quien genera esa percepción. Lo hace cuando las retinas de nuestros ojos se estimulan por la radiación lumínica y las diferentes ondas electromagnéticas.
Dicho de otro modo, ni los árboles son verdes ni tus vaqueros azules ni la capa de Superman es roja. Lo que existe es la luz y quien crea el color es el cerebro. Esa es la magia y la mayor de las particularidades neurológicas.
La clave está en los conos: ¿cuántos tienes tú?
Las personas disponemos de dos tipos de fotorreceptores en la retina: los bastones y los conos. Así, y como ya hemos señalado, la principal particularidad de los tetracrómatas es que, en lugar de disponer de tres tipos de conos, presentan uno más. Esta particularidad genética aparece con mayor frecuencia en personas con dos cromosomas X, es decir, en mujeres.
Ese cuarto cono les permite captar todas las tonalidades existentes que se contienen entre la zona del rojo y el verde estándar. Mientras la mayoría de nosotros no podemos diferenciar a veces un tono amarillo de otro, los tetracrómatas pueden apreciar cientos de tonalidades de amarillos, por ejemplo.
Hay una amplia gama de tonalidades que solo pueden apreciar las aves, los peces y algunos reptiles gracias a sus cuatro tipos de conos. En el ser humano son muchas las personas que también presentan esta facultad y no lo saben.
¿Puedo ser yo un tetracrómata?
A quien le interese este tema dispone de un completo trabajo de investigación titulado Human Color Vision and Tetrachromacy (2020). A día de hoy no sabemos con exactitud la tasa de aparición entre la población general de esta particularidad genética. Se estima que en el caso de las mujeres podría ir entre el 12 y el 50 %. En hombres sería del 8 %.
Lo llamativo es que muchas personas pueden ser tetracrómatas y no saberlo. Uno puede nacer con esta particularidad visual y dar por sentado que todos perciben el mundo de igual manera. Solo podemos darnos cuenta de este matiz cuando contrastamos con alguien la tonalidad de ciertos escenarios, tonos de ropa, colores del cielo, destellos del agua, plumaje de las aves, etc.
Son esas conversaciones en las que uno señala que el mar tiene unas tonalidades que van entre el cian, turquesa e índigo y la otra persona nos señala, con escepticismo, que ella solo ve el clásico “azul mar”. ¿Te ha pasado alguna vez?
Estimula tu visión y descubrirás si presentas esta particularidad
Los expertos nos dicen que la tetracromatía es más común de lo que pensamos. Sin embargo, es posible que quien posea esta habilidad no sea consciente de ello. Pensemos en Concetta Antico. Cuando supo de su capacidad visual fue durante sus clases con sus alumnos. Ella veía tonos que los niños no podían discriminar.
Una persona que vive del arte está en contacto con cada estímulo, sensación y radiación lumínica que le ofrece cada escenario. Se entrena en ver el mundo de manera más amplia. Esto facilita descubrir la tetracromatía. También nosotros podemos lograrlo si “educamos” este sentido tan importante.
Paseemos por entornos naturales en diferentes momentos del día. Apreciemos los amaneceres, la forma en que cae el atardecer, con sus tonalidades extraordinarias en el mar o en la montaña. Atendamos el anochecer y el brillo de los astros, de la luna cuando está llena, de las constelaciones.
Quizás, si estamos en compañía de más personas, descubramos que vemos el mundo de forma más rica, de manera más extraordinaria…