A escasas dos horas de su arribo a Mérida, pudimos entrevistar al Padre de la Patria en La Parroquia. El Genio de América deja en claro que el Gobierno es de los civiles y la República de todos. Sostiene que la revolución es un elemento que no se puede manejar porque es más indócil que el viento y que sólo la democracia es susceptible de una absoluta libertad.
ÁNGEL CIRO GUERRERO
Corresponsal de “El Lápiz”
I
Porque Su Excelencia arribaría pasado el mediodía, la ciudad adelantó la madrugada. Cuando salió el sol, ya era intenso el movimiento. Desde autoridades hasta los niños, todos se habían involucrado en ofrecerle al gran hombre que había cruzado el río divisorio hasta San Antonio y de allí emprendido su Campaña Admirable.
En la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita, comenzó a redactar su famoso “Decreto a Muerte” que emitiría luego desde Trujillo. Llegó a Bailadores, donde igualmente fue recibido con honores. Un baile y banquete le fue ofrecido por las autoridades con participación de todo el pueblo. Los villorrios dicen que Bolívar también se enamoró en Bailadores.
Fue igualmente triunfal su arribo a Tovar, Santa Cruz de Mora, Estanques, San Juan y Lagunillas. Como nunca, Mérida haría honor a su bien ganada condición de Ciudad de los Caballeros. Hay que decirlo: las más hermosas de las señoritas y las más encopetadas señoras de las mejores familias anhelaban ser las primeras en ceder su mano al Héroe cuando se iniciase el baile de Gala en la Casa de los Gobernadores.
Habría Te Deum en la Catedral. Con cánticos de alabanza se le agradecería al Altísimo la protección dada al hombre que llegaría trayendo libertad. Nadie negó su concurso. La participación fue colectiva. El líder merecía que la ciudad le abriese sus puertas y sus ciudadanos el corazón.
Mérida quedaría para siempre honrada por la presencia de tan prestigioso visitante. Por su parte, el Alcalde anunciaba en su Bando que “Mérida, destruida por el terremoto, le daría sin embargo quinientos voluntarios, diez y seis cañones, ochocientas caballerías y treinta mil pesos en oro para liberar a Venezuela”
II
Mi periódico había decidido que yo entrevistara a Su Excelencia. Los contactos previos se realizaron con toda formalidad a través de adelantados con Andrés Ibarra, Edecán de su tío El Libertador. La respuesta resultó favorable.
La cita seria en La Parroquia, tres horas antes de su llegada a Mérida. Temprano ensillé a “Bandido” y bajé hasta la villa de San Buenaventura de Ejido-. Allí, entre nueve y diez de la mañana, arribaría Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios Blanco, siendo recibido con honores y vítores por toda la población y de las caseríos vecinos de Pozo Hondo, El Salado, Los Guáimaros, Llano Grande, y del Páramo Los Conejos, de donde procedían las flores y los frutos que engalanaban los frentes de las casas de la Calle Real de Ejido.
Al General Bolívar le acompañaban, entre otros oficiales neogranadinos, Atanasio Girardot, que moriría gloriosamente poco tiempo después enarbolando la bandera tricolor en la meseta de Bárbula, cercana a Valencia, y por el capitán Manuel D´Elhuyar, y los venezolanos José Félix Ribas y Rafael Urdaneta.
Representando a los patriotas de la región merideña, el doctor Cristóbal Hurtado de Mendoza, quien sería después el primer presidente de Venezuela; la heroína Isabel Briceño de Formés; el célebre Luis Ovalles, sacerdote, párroco de El Morro que, en enero de 1813 había ganado en combate al ejército realista en esa población de Los pueblos del Sur; por Don Eugenio Briceño, y por el valeroso Vicente Campo Elías, español de nacimiento, pero venezolano de corazón que se distinguió entre los más fieros combatientes a favor de nuestra Independencia y murió defendiendo el Histórico sitio de San Mateo, un año después, en 1814.
Bolívar llegaba después de largo viaje, procedente de la Villa del Rosario de Cúcuta, ya dada la primera batalla de la Independencia, en territorio venezolano, en el sitio llamado “Angostura”, más arriba de “La Quinta”, hacia el Páramo El Zumbador, en las vecindades de La Grita.
De esto nos habíamos enterado gracias a viajeros que llegaron con tan buenas noticias, sorteando tanto a bandoleros de las serranías, porque el sitio era punto importante del Camino Real, como a los soldados realistas. Asimismo, era ese viernes 23 de mayo de 1813, un día de cielo inmensamente azul.
La cita sería en la casa de Don Emeterio Rangel, ciudadano ilustre, conocido patriota y uno de los principales líderes de la zona a favor de la Causa de Bolivar.
Su hija, Melania, una muchacha de 16 años, muy hermosa y famosa ya por sus bordados para la Iglesia, sus dulces y tortas; también por saber leer, escribir poesía y describir la vida diaria de su pueblo, fue la designada para hacerle entrega al Héroe de un ramillete de flores.
Le acompañarán las niñas Rosita, que era una de las más bellas de la comarca; Gladys, Felicia, Alba Consuelo, Elizabeth, llamada “La Morocha” y los niños Luis, que soñaba con ser torero; Miguel, el defensor de todos; el otro Luis (nacido en San Juan de Colón y a sus escasos siete años ya contaba historias); Eduardo (desde chiquito mandando); Rafael (al que le decían “Tuto”); Enrique, Baudllio, Humberto, Giovanni, Jesús, Oscar, Julio, Emeterio, Carlos; Gerardo, el más aplicado en la escuelita y Fortunato, que vivía entre libros.
III
“Palomo” caracoleaba, tejida su crin con cintas amarillas, azules y rojas y larga la cola. Sobre el lomo de aquel brioso animal, en silla de cuero repujado, negro, Su excelencia descasaba apoyando sus piernas en estribos de plata.
El hombre, por la fatiga de la guerra, ya marcaba sobre su rostro los rasgos que, quince años más tarde, en su “Diario de Bucaramanga”, resaltaría el irlandés inolvidable Perú de la Croix: ”Su estatura es mediana, el cuerpo delgado y flaco. La cabeza es larga; ancha en la parte superior de una sien a la otra y muy afilada en la parte inferior; la frente es grande, descubierta, cilíndrica y surcada de arrugas muy aparentes.
El pelo es crespo, rizado y bastante abundante. Sus ojos, que han perdido el brillo de la juventud, han conservado la viveza de su genio, son hondos, ni chicos ni grandes; las cejas son espesas, separadas por arcadas.
La nariz proporcionada, aguileña y regularmente planteada. Los huesos de los carrillos son agudos y las mejillas chupadas en la parte inferior. La boca es algo grande y saliente el labio inferior; los dientes son blancos y la risa agradable.
El color de la cara es tostado. Su cuerpo es el de un hombre ordinario; su cabeza y su fisonomía (sea que le examine según los sistemas de Gall o de Levater) son los de un hombre extraordinario, de un genio grande, de una inmensa inteligencia, de un observador y profundo pensador…”
IV
El oficial mayor anuncia que Su Excelencia me recibirá finalizada la ceremonia de recibimiento, que se le dará en Ejido, en la plaza, frente a la Iglesia. De allí seguirá hasta La Parroquia donde igualmente sus autoridades y el pueblo ansiosos le esperamos.
Un rato después, llega y se detiene frente a la casa de Don Emeterio Rangel. En la calle la algarabía es total. Su Excelencia baja de “Palomo” y se da el abrazo con el dueño de la casa, saluda a la familia y a los vecinos que pugnan por tocarle. Hay vivas y sonoros aplausos.
De las casas vecinas salen muchachas brindando agua é panela fresca a los recién llegados. Melania le entrega el ramillete de flores. Su Excelencia lo recibe y se lo lleva al corazón, besa en la sonrojada mejilla a la jovencita, que luce un vestido azul, y blanco, como el que viste La Virgen Inmaculada y tiene en el pelo, largo y negro, dividido en dos clinejas, una corona tejida de distintas flores.
Don Emeterio le da la bienvenida y, de seguidas, el niño Fortunato toma la palabra. “Señor: Me es muy grato expresarle que llega usted a esta tierra traído por el Dios de los Ejércitos, Por eso viene triunfante y así seguirá su camino hacia la gloria. Los niños que represento le damos el abrazo y le agradecemos que usted, Señor Bolívar, nos esté desde ya dando la Independencia”.
El Jefe de la Campaña Admirable abraza al jovencito y deja traslucir la emoción que le produce el tan sencillo pero conmovedor mensaje del muchachito.
V
El hombre, el líder, el héroe
A nuestro encuentro, Su Excelencia saluda al periodista y le dice: “La primera de todas las fuerzas es la opinión pública, amigo periodista. Y el derecho de expresar su pensamiento y opiniones de palabra, por escrito o de cualquier otro modo, es el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni una ley misma podrá jamás prohibirlo”.
––Cierto, Señor, muy cierto y viniendo de usted, esa sentencia habrá de perdurar por los siglos de los siglos, para contentamiento de demócratas y para desesperación, miedo y tormento de tiranos, al mismo tiempo que perdurará usted y su gloria.
-Gracias, muchas gracias. Aquél que asegura su honor dedicando su vida al servicio de la Humanidad, a la defensa de la justicia y al exterminio de la tiranía, adquiere una vida de inmortalidad al dejar el marco de materia que el hombre recibe de la naturaleza.
-Dirá usted también, Su Excelencia, que “una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo y prolonga la sublime existencia hasta las más remota posteridad”,
-Sí. Recuerde usted que la fortuna no debe luchar vencedora contra quienes la muerte no intimida; la vida no tiene precio sino en tanto que es gloriosa, Yo pienso que el que lo abandona todo por ser útil a su país no pierde nada, y gana cuanto le consagra. Cualquiera que sea mi suerte en lo adelante, mi último respiro será siempre por mi país.
-Llega usted a nuestra tierra precedido de gloria, pero el camino hasta ahora recorrido no ha sido nada fácil.
-El hombre de bien y de valor debe ser indiferente a los choques de la mala suerte. Yo dije en Caracas que si la naturaleza se opone a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. En el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría de la masa física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina la balanza política. Huí de la tiranía, no para salvar mi vida, mi esconderla en la oscuridad, sino para exponerla en el campo de batalla, en busca de la gloria y de la libertad.
-¿Dura la guerra, Su Excelencia?
-Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda del sacrificio. La guerra es mi elemento; los peligros mi gloria. Aunque la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de todas las guerras. Me es tan natural preferir más la salud de la República a todo, que cuanto más dolor sufro por ella más placer, mejor recibe mi alma. Mi constancia y mis deseos por el bien de la Patria me hace emprenderlo todo, y trabajar incansablemente por él sin reparar en las dificultades. De allí que el sacrificio del mando, de mi fortuna, y de mi gloria futura, no me ha costado esfuerzo alguno. Tan sólo el amor a la patria me vuelve el brío, que pierdo al comprobar los obstáculos.
-Todo por la libertad, sin importarle nada que se le oponga.
-La victoria conducida por la justicia será siempre nuestra guía, porque no son los hombres los que pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, mi estimado periodista. Como amo la libertad, tengo sentimientos nobles y liberales, y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos.
Mi ambición se limita a liberar a mi país y a ser estimado como hombre de bien por mis coterráneos. El cielo nos ha dado la libertad para la conservación de la virtud y la obtención de la patria de los justos.
¡Dichosos nosotros que vais a emplear el resto de nuestros días por la libertad de la Patria! Amo la libertad de América más que mi gloria propia, y para conseguirla no he ahorrado sacrificios. Ya lo dije: El que lo abandona todo por ser útil a mi país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra. Esa ha sido mi línea de pensamiento, mi conducta y mi propósito. Y lo que pienso, siento y digo, lo cumplo.
-¿Su Excelencia será, acaso, un civil prestado a las armas o un soldado prestado a la política?
-Yo sigo la carrera de las armas solo por obtener el honor que de ellas dan por libertar a mi patria y merecer las bendiciones de los pueblos. Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del gobierno, es el defensor de la libertad.
Yo por eso no envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi patria no esté completamente asegurada. Aclaro que yo juré en el fondo de mi corazón no ser más que un soldado, servir solamente en la guerra y ser en la paz un ciudadano. Un soldado de la justicia y de la ley es más grande que el conquistador del universo, pero un militar se tiene que meter sino en el ministerio de las armas.
Yo he sido soldado de la felicidad porque he combatido por la libertad que es bella hechicera y lleva la dicha al seno de la hermosura donde se abriga las flores de la vida.
Es insoportable el espíritu militar en el mundo civil. En los gobiernos no hay otro partido que someterse a lo que quieran los demás. El verdadero guerrero se gloria solamente de vencer a sus enemigos, no de destruirlos. El sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno.
¡Maldito, pues, el soldado que empuñe el fusil para dispararle al pueblo!
-Ya dijo usted que busca la gloria y la libertad, ¿cómo alcanzarlas?
–Sí. No niego que las pretendo. Mire usted, amigo periodista, una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo y prolonga la sublime existencia hasta la más remota posteridad. Aquél que asegura su honor dedicando su vida al servicio de la humanidad, a la defensa de la justicia y al exterminio de la tiranía, adquiere una vida de inmortalidad al dejar el marco de materia que el hombre recibe de la naturaleza.
Es libre el que se resuelve a serlo, porque más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía. Recuerde usted que no hay libertad legítima sino cuando ésta se dirige a honrar a la humanidad y a perfeccionar su suerte. Todo lo demás es de pura ilusión, y quizás de una ilusión perniciosa.
La paz será mi puerto, mi gloria. mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo. El que trabaja por la libertad y la gloria no debe tener otra recompensa que la gloria y la libertad. La gloria de la patria es vencer o morir.
-Su Excelencia de seguro rechaza a quienes se llaman revolucionarios y sus revoluciones las convierten en gobiernos autoritarios y totalitarios.
–Desde luego. Aunque la revolución es un elemento que no se puede manejar, porque es más indócil que el viento, y el honor es el mejor guía del laberinto de las revoluciones, debemos recordar que nada es peor en política que dejar de cumplir lo que se les ha mandado.
El general en Jefe y Libertador, terminado el almuerzo, se despide de sus anfitriones a los cuales agradece la atención que le ha sido prestada a él y a su ejército, cuyos oficiales y soldados también degustaron de las viandas preparadas para ellos en distintas casas del pueblo. “Palomo” relincha, como saludando a su amo quien, agitando su sombrero de campaña, inicia su camino hacia Mérida, la capital más arriba, comenzando la meseta, después de la llamada “Cuesta del Ciego”.
A su Excelencia, Mérida lo aclama como El Libertador
La población de la culta ciudad de Los Caballeros está toda en la calle, y quienes, en el trayecto de La Parroquia hasta la entrada a Mérida, se sumaron entusiastas a la marcha, que es definitivamente triunfal. El Héroe llega a la plaza mayor, en una esquina está la Casa Consistorial..
A las puertas todo el Cabildo y también el Señor Obispo y los sacerdotes de las parroquias citadinas. Ya es una multitud la que se aglomera y en el medio Bolívar, saludando, igualmente alegre. Si pronunciaron encendidos discursos por el presidente de la Municipalidad y el representante de Dios en Mérida, agradeciendo lo que el caraqueño viene haciendo por lograr la independencia de Venezuela: Estas son sus expresivas palabras:
“Permitidme, señores, expresaros los sentimientos de júbilo que experimenta mi corazón al verme rodeado de de tan esclarecidos y virtuosos ciudadanos, los que formáis la representación popular de esta patriótica ciudad, que por sus propios esfuerzos ha tenido la dicha de arrojar de su seno a los tiranos que la oprimían, en el glorioso día del 18 del mes pasado, y de recobrar los sagrados derechos de la soberanía que había perdido con la inicua invasión que hicieron a este Estado los bandidos de la España que infestaban y tienen todavía sujeta una parte de la Confederación Venezolana.
“El augusto Congreso de la Nueva Granada, tocado de compasión al contemplar el doloroso espectáculo que presenta el buen pueblo de Caracas, aún gimiendo en cadenas y conmovido de indignación por el grito de la justicia, que está clamando vindicta contra los usurpadores de los Derechos de la América, ha enviado su Ejército Libertador a restablecer en su antigua soberanía a las provincias que componen la República de Venezuela.
La gloria del Congreso y del Ejército que os ha redimido consiste en la magnanimidad de sus designios, que no son otros que los de destruir a vuestros verdugos y poneros en actitud de gobernaros por vuestras constituciones y por vuestros magistrados.
“Nuestras armas redentoras no han venido a daros leyes, ni menos a perseguir al noble americano, han venido a protegeros contra vuestros malos enemigos, los españoles de Europa, a quienes juramos una guerra eterna y un odio implacable, porque ellos han violado los Derechos Gentes y el de las naciones, infringiendo las Capitulaciones y Tratados más solemnes, persiguiendo impíamente al inocente y al débil, reduciendo los pueblos enteros a la indigencia y desolación, degradando el santo carácter del sacerdocio y cargado de prisiones a los Ministros del Altar, a los magistrados, a los defensores de la patria y a toda clase de ciudadanos por el solo delito de ser americanos.
“Aceptad, ilustres merideños, las congratulaciones que, a nombre del Congreso de la Nueva Granada, tengo el honor de haceros, reponiéndoos en el uso de vuestra autoridad. Que sin duda será ejercida con la dignidad que corresponde a un gobierno independiente: y yo me lisonjeo que bien pronto veréis en medio de vosotros a vuestros magistrados del Poder Ejecutivo provincial, que han sido ya invitados por mí, para que vengan a llenar las funciones de su ministerio, en cumplimiento de las generosas órdenes del Congreso que ha tomado a su cargo el restablecimiento de la Constitución venezolana, que regía los Estados antes del irrupción de los bandidos que ya hemos expulsado de toda la Provincia de Mérida y arrojaremos más allá de los mares, si el Dios de los Ejércitos protege la causa de la justicia.
“Tengo la honra de poner en vuestras manos el título de mi Comisión, que como veréis no tiene otro objeto que amparar al americano y exterminar al español; destruir el gobierno intruso y reponer el legítimo, y en fin, dar libertad a la República de Venezuela”.
Menos de un mes después, el 8 de junio de 1813, el Libertador remite esta Proclama “a los valerosos Meridianos”:
“Después de los desastres que las vicisitudes físicas y políticas que ha padecido la ilustre Venezuela, la hicieron descender al sepulcro, habéis visto renacer la luz de la Libertad, de las invictas armas de la Nueva Granada os han traído.
Un ejército de hermanos os ha vuelto al regazo de la patria que los tiranos habían destruido, y vuestros libertadores han resucitado. Ya sois otra vez Ciudadanos de la República federal; ya sois otra vez hombres, y ya volvéis a ser libres, al abrigo de nuestras leyes y magistrados que el Congreso Granadino os ha restituido para que defendáis hasta la muerte los Derechos que antes perdisteis, y os usurparon los monstruos de la España que no nos hacen una guerra impía porque les disputamos la Libertad, la vida, y los bienes que la clemencia del cielo nos ha dado.
Sí, americanos, los codiciosos y crueles españoles han introducido la desolación y la muerte en medio de los inocentes y pacíficos pueblos del hemisferio colombiano, porque la guerra y la muerte que justamente merecen los ha hecho abandonar su país nativo que no han sabido conservar y que han perdido con ignominia.
Tránsfugas y errantes como los enemigos de Dios Salvador se ven arrojados de todas partes y perseguidos por todos los hombres. La Europa los expulsa, y la América los rechaza porque sus vicios en ambos mundos los han cargado de la execración de la especie humana.
Todas las partes del globo están teñidas de sangre inocente que han hecho derramar los feroces españoles, como todas ellas están manchadas por los crímenes que han cometido, no por amor a la gloria, sino en busca del metal que es su Dios soberano.
Los verdugos que se titulan nuestros enemigos han violado el secreto Derecho de Gentes y der las Naciones en Quito, La Paz, México, Caracas y recientemente en Popayán. Ellos sacrificaron en sus mazmorras a nuestros virtuosos hermanos en las ciudades de Quito y La Paz. Degollaron a millares de nuestros prisioneros en México: sepultaron vivos en las bóvedas y pontones de Puerto Cabello y La Guaira a nuestros padres, hijos y amigos de Venezuela: han inmolado al Presidente y al Comandante de Popayán con todos sus compañeros de infortunio y últimamente,
“¡O Dios! Casi a presencia de nosotros han hecho una espantosa carnicería en Barinas de nuestros prisioneros de guerra, y de nuestros pacíficos compatriotas de aquella capital!…
“Más esas víctimas serán vengadas, esos verdugos serán exterminados. Nuestra vindicta será igual a la ferocidad española. Nuestra bondad se agotó ya y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América, y nuestra tierra será purgada de los monstruos que las infestan. Nuestro odio será implacable, y la guerra será a muerte”.
Cuartel General de Mérida, 8 de junio de 1813.
SerieImaginarias/AngelCiroGuerrero