Efectivamente, las personas nos ruborizamos, es decir, se nos enrojece la piel de la cara (y de las orejas, el cuello y, en algunos casos, la zona superior del tronco), cuando sentimos determinadas emociones asociadas a la vergüenza, que nos producen ansiedad.
Pero si estás rojo como un tomate”. Y qué vergüenza cuando te señalan así porque, al igual que ocurre con las lágrimas, el cuerpo se ha encargado una vez más de desvelar tus emociones. Esos mofletes encarnados te delatan: acabas de pasar una situación que te ha puesto nervioso o avergonzado. El rubor, fenómeno exclusivo de los seres humanos, nos resulta a veces incómodo, pero ¿por qué ocurre exactamente?
“Lo que se produce es una apertura de los vasos sanguíneos, lo que llamamos vasodilatación. Esto sucede para perder calor porque, ante cualquier situación de estrés, de vergüenza o de ansiedad, la temperatura corporal aumenta. La vasodilatación es una forma de perderla”, detalla Montserrat Salleras, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). La experta indica que se trata de una respuesta normal ante muchas circunstancias, tanto psicológicas como fisiológicas (por ejemplo, cuando nos encontramos cerca de una hoguera). Como consecuencia, la cara se enrojece, aunque también puede ocurrir en otras zonas como el cuello o el escote.
¿Por qué hay personas que se sonrojan más que otras?
Hay personas que prácticamente salen ya sonrojadas desde casa. Basta con cualquier estímulo exterior para sacarles los colores. Salleras apunta que depende de varios factores el hecho de que alguien se suela ruborizar en mayor o menor medida. El primer elemento al que debemos prestar atención es la piel: “Digamos que la piel blanca transparenta en mayor medida. En cambio, si es más oscura, el color actúa como un filtro por el que este fenómeno se percibe menos”, explica.
Aparte del color de la piel, hay gente que presenta tendencia al rubor debido a mecanismos neurovasculares. En este sentido, la miembro de la AEDV subraya que se produce una conexión entre el cerebro y la circulación. El cerebro da la orden de que la circulación se abra; orden que, según cada individuo, se recibe de forma más o menos sensible. De ello dependerá el nivel de intensidad de la vasodilatación (y, por tanto, del rubor facial).
Por otra parte, y aunque todavía no está del todo aclarado, Salleras añade que hay factores genéticos que influyen en la capacidad que tienen los capilares y las vénulas de la cara de abrirse y cerrarse. “Todo el mundo acaba ruborizándose, pero algunas personas necesitan un estímulo más potente para conseguirlo”, resume.
“Además, hay razas, como la anglosajona, que tienen más tendencia al rubor facial. Es cierto que estas personas suelen ser muy blancas y el color de piel, como se ha comentado, influye; pero en este caso también interviene la genética”, agrega la dermatóloga.
Cuperosis, diferente al sonrojo
A veces, el rubor, un fenómeno fisiológico que acaba desapareciendo al cabo de un breve periodo de tiempo, puede confundirse con otros problemas dermatológicos como la cuperosis, que supone la aparición de rojeces en la cara por una dilatación de los vasos capilares.
“Hablamos de cuperosis cuando, después de esta constante apertura y cierre de los vasos sanguíneos, algunos de ellos quedan abiertos de forma permanente”, comenta Salleras, quien agrega que esta afección puede deberse a muchos motivos, entre los que destaca:
- Manifestación de otras enfermedades como la rosácea.
- Exposición excesiva al sol.
- Pequeños traumatismos en la piel.
- Tabaco, algo que perjudica la circulación.
- Utilización de productos que acaban irritando la piel.
- Ansiedad, nervios o emociones muy intensas que pueden dilatar de forma constante los vasos sanguíneos.
¿Se puede evitar el rubor?
La forma habitual de prevenir el sonrojo que tienen las personas con tendencia a experimentarlo es eludiendo aquellas situaciones que lo desencadenan. Por ejemplo, tratar de no poner la calefacción muy fuerte o evitar las comidas muy calientes o picantes son maneras prácticas de esquivar el rubor. Remedios caseros como aplicar compresas frías, paños con hielo o agua fría en forma de spray también consiguen calmar el rubor.
Desde un punto de vista farmacéutico, “hay cremas que se aplican por la mañana en la cara y que hacen que durante unas cuantas horas sea muy difícil que esa circulación se abra. Complican mucho que, aunque haya estímulos, se produzca esa vasodilatación”, destaca Salleras, quien agrega que se tratan de tópicos que se emplean de forma fija cada día para lograr un efecto controlado. Sin embargo, también se pueden utilizar puntualmente para una determinada situación.