Quién no leía los artículos del Luis Beltrán Prieto Figueroa en El Nacional cuando entre los años 1969 y 1990 montó su cátedra para ilustrar al país desde ese rotativo.
Eran cátedras del conocimiento universal que en las letras del Maestro de América les permitía a los lectores de la época desandar entre oraciones en busca no solo del conocimiento enciclopédico, sino que esa columna se convirtió en un laboratorio del lenguaje donde todos podíamos aprender del asuntino.
El Maestro Prieto como a él le gustaba que lo llamaran preparó el conocimiento para ayudar a los venezolanos en ese proceso de maduración intelectual que a través de los periódicos de la Venezuela pujante se exponían en esos espacios de la formación en “Pido la palabra” de Prieto Figueroa y “Pizarrón” de Arturo Uslar Pietri.
Dos cañonazos que permitían a los autodidactas, a los profesionales de distintas ramas del conocimiento y a instituciones de la investigación lingüística profundizar en el habla del venezolano.
Desde temas universales de la historia del mundo, de los pormenores de la política mundial, de la política venezolana, de la cultura, de la literatura, de las costumbres y tradiciones margariteñas, de la educación y por supuesto artículos de crítica dura que le movían el piso al país con sus punzantes latigazos verbales.
No se guardó Luis Beltrán nada para llevárselo al otro plano, sino que soltaba su pluma al aire y golpeaba a los gobiernos de turno para que reaccionaran en la forma de conducir al país.
Era esta columna “Pido la palabra” de lectura obligada para los venezolanos el Maestro Prieto se esmeraba en llevar al texto escrito no solo su conocimiento de sus experiencias de vida, sino que convirtió ese espacio en lectura obligada donde las instituciones encargadas de la investigación lingüística encontraron una veta de palabras, frase y giros que se unían a la variedad de temáticas que manejaba el autor para incorporar palabras del habla margariteña al repertorio lexical venezolano.
La sátira y el humor condensado en refranes y chistes pueblerinos le dieron visos de grandeza a sus columnas semanales y con su crónica “Mi hermana María Secundina” se ganó el premio que El Nacional le otorgó como el mejor artículo en su cuadragésimo aniversario.
Ahí estuvo la grandeza de un escritor que con lenguaje llano unas veces y con escritos de alta valoración lingüística pudo manejar un lenguaje depurado bien visto por los académicos de la época, por los estudiosos del lenguaje y por el promedio de la sociedad venezolana atrapada por el encanto de los temas y la simpleza de los escritos del Maestro Prieto.
A Luis Beltrán le permitió su columna “Pido la palabra” establecer una simbiosis con sus lectores hasta el punto de convertirse en una de las voces más sonoras de la crítica social venezolana, pues su paso por la educación y la visión de país que logró amalgamar en su transitar por la política venezolana como candidato presidencial le dieron los galones suficientes para hablar con autoridad a un país que necesitaba líderes que convirtieran su pensamiento en hechos realizables.
No solo sus experiencias de su vida infantil en Margarita y su recorrido por todo el país en sus luchas políticas le dieron a Prieto un amplio conocimiento de la vida que unido a su creatividad e imaginación le permitió incursionar a los 70 años en el mundo complejo de la poesía.
El temor de sus amigos más cercanos entre ellos de Efraín Subero sobre la incursión del Maestro Prieto en ese territorio poético era porque nunca se lo imaginaron metaforizando, pero ya lo venía haciendo hacía muchos años con su prosa poética e histórica para resaltar las bondades de Matasiete y de su Ciudad Natal y en crónicas periodísticas costumbristas que el escritor llevaba a su columna estelar “Pido la palabra” para enviar mensajes a los venezolanos.
Esa conexión del Prieto poeta, político y educador con el pueblo venezolano se dio entre 1969 y 1990 tiempo suficiente para que se produjera esa conexión escritor pueblo y lo único que faltó fue la coronación de Luis Beltrán como presidente de la República para darle a Venezuela un mandatario de lujo.
Apenas pudo Rafael Caldera otro intelectual venezolano pasar el páramo de la compleja vida política nacional, una gesta que dos fuera de serie del nivel intelectual de Prieto y Jóvito no pudieron cristalizar.
Con 65 artículos de opinión publicados en el libro “Pido la palabra” hizo el IPASME un compendio de crónicas y artículos de alto nivel que fueron escritos unos en un lenguaje más simple que otros, pero preñados de conocimientos universales y locales para dar a conocer la profundidad de este escritor margariteño que trascendió en la narrativa, la prosa y la poesía con una densa obra literaria que muestra su talento al mundo.
Pero la sociedad venezolana que marca y etiqueta ha querido ver a Prieto como el político y no han ido más profundo para ver detrás de sus letras la capacidad magnífica de un escritor capaz de describir y narrar sus experiencias con la maestría de un hombre consustanciado con sus experiencias en el tiempo que le tocó vivir y como dijo el Maestro Prieto “La historia no concluye, sino cuando la libertad y la justicia auténticas, como quiso el Rabí de Galilea, reinen sobre la tierra, Camino largo y lleno de abrojos según el verso de César Vallejo”.
Encíclica/ManuelAvila