Cuando una banda de jugadores de cartas descubrió que podían hacer trampa y ganarle al casino, sin darse cuenta pusieron de relieve un fallo en la máquina que barajaba los naipes de modo aleatorio. Hizo falta un mago convertido en matemático para revelar cómo lo hicieron.
Los ejecutivos de la industria estaban ansiosos. Su empresa fabricaba máquinas barajadoras de cartas de precisión para casino.
Miles de sus artefactos estaban en funcionamiento en Las Vegas y en todo el mundo. Las tarifas de alquiler generaban millones de dólares cada año y la empresa cotizaba en la bolsa de Nueva York.
Sin embargo, los ejecutivos habían descubierto recientemente que una banda de estafadores había pirateado una de sus máquinas.
La pandilla usó una cámara de video oculta para grabar el funcionamiento del barajador de cartas a través de una ventana de vidrio.