Con la llegada de nuevos Gobiernos a Colombia y, más recientemente, a Brasil, el gobierno de Nicolás Maduro da por restaurada la relación con sus vecinos, dejando atrás la hostilidad de los últimos años. Esta nueva etapa de fraternidad no es un cheque en blanco para el chavismo que, a juicio de expertos, en 2023 será observado con cautela por las democracias cercanas.
La vuelta a la izquierda en los territorios contiguos al venezolano es un giro favorecedor para Maduro, que restableció vínculos con Colombia el pasado agosto, tras la investidura de Gustavo Petro, y ha comenzado un camino similar con Luiz Inácio Lula da Silva, que este 1 de enero tomó posesión de su cargo como mandatario de Brasil.
En conversación con EFE, especialistas coincidieron en que, si bien el Ejecutivo de Maduro está ganando terreno mediante la reconexión diplomática y política con naciones latinoamericanas, será la mesura, más que la estabilidad, la que marcará estos nuevos lazos.
A Maduro lo miran con precaución
El reencuentro de Venezuela con los países con los que comparte fronteras será tratado con precaución e, incluso, equidistancia, en una dinámica dictada por los intereses compartidos, explicó a EFE la internacionalista Elsa Cardozo.
Asuntos como la defensa y preservación del Amazonas, una de las banderas de Lula, o la migración masiva y diálogo por la paz en Colombia, que tiene a Venezuela como uno de los países garantes, son algunos de los temas álgidos que serán tratados con cuidado, dijo la analista.
A su modo de ver, Brasil y Colombia son dos actores importantes en el ámbito regional que se cuidarán de inmiscuirse en asuntos internos de Venezuela, pero que buscarán beneficios en puntos de interés común.
«Si lo que se dice no se corresponde con lo que se hace desde Venezuela, van a ser relaciones problemáticas. A lo mejor no habrá ruptura de relaciones, pero pueden ser relaciones problemáticas», aseguró.
Las actuaciones de Petro durante su primer semestre en el poder, así como el equilibrio de sus decisiones en el ámbito diplomático, son prueba de esta precaución que se estima adopten los vecinos de Venezuela, dijo a EFE el internacionalista Félix Arellano.
«Los cambios en el Gobierno de Colombia y de Brasil son positivos para Miraflores, pero no son una relación incondicional. Eso ya lo estamos viviendo con Gustavo Petro: cautela, prudencia», sostuvo.
El especialista subrayó que Venezuela «es un caso complejo» para la región por temas como la diáspora, los «negocios ilícitos» que prosperan en el territorio y las violaciones a los derechos humanos denunciadas por organismos internacionales, factores que inciden en el tipo de relación que las naciones latinoamericanas aspiran tener.
Apertura total
Con el regreso de Lula, Venezuela concreta una mejora diplomática que se materializa con fronteras nuevamente abiertas y proyectos comunes, una política que ya echó a andar con sus vecinos insulares de Aruba, Bonaire y Curazao, luego de años de desconexión aérea y marítima.
En el caso de Brasil, a juicio de Cardozo, estas relaciones tendrán la amplitud que el chavismo conceda a través de decisiones que permitan la resolución de temas comunes -como la protección amazónica-, una opción que la especialista ve improbable debido a factores como el negocio de la minería que el Gobierno mantiene en zonas limítrofes con el gigante del sur.
Además, aclaró que, aunque las relaciones con Brasil y Colombia favorecen a Maduro políticamente, «está por verse» si en el ámbito económico y social producirán algún beneficio estable para los venezolanos.
En esa opinión coincide Arellano, quien cree que Miraflores «quiere demostrarle al mundo» que goza de reconocimiento y legitimidad, «pero no quiere avanzar en temas concretos», y esa será «la parte difícil» en esta nueva etapa.
Integración debilitada
La apertura diplomática permite también considerar el reingreso de Venezuela a organismos regionales de los que fue expulsada o salió voluntariamente años atrás.
Es el caso de espacios como el Mercosur, del que Venezuela fue suspendida en 2017, o la Comunidad Andina de Naciones (CAN), del que salió por voluntad propia en 2006, y en los que ahora el retorno es una posibilidad a la vista.
No obstante, Arellano recordó que Latinoamérica tiene una «integración debilitada», a través de organismos que se han concentrado en el tema ideológico y no se adaptan a los cambios políticos, por lo que su incidencia, augura, no aportará estabilidad al Gobierno venezolano en el campo internacional, más allá de la región.
Notiespartano/ElNacional