Los miles de palestinos que este lunes vuelven a sus casas del norte de Gaza tras 15 meses de exilio forzado casi no reconocen ni el suelo que pisan, con los edificios convertidos en una sucesión de montañas de escombros, pero tienen algo claro: no abandonarán su tierra.
La calle Rashid, que cruza de sur a norte Gaza junto a la costa mediterránea, se ha visto inundada por una riada de gente caminando después de que Israel haya abierto el acceso del corredor de Netzarim, una franja que atraviesa el enclave de este a oeste controlada por las tropas israelíes.
Familias enteras pertrechadas con mochilas, carritos o maletas, con niños y ancianos -algunos en sillas de ruedas- caminan kilómetros en una línea recta junto a la playa, con el mar a la izquierda y un paisaje de escombros a la derecha, que hacen irreconocibles las calles incluso para los que nacieron allí.
Un 90 % destruido
Tras una negociación de último minuto, bajo la amenaza de Israel de que no abriría los pasos al norte hasta la liberación de una rehén, Hamás aceptó sus condiciones y anunció que este jueves dejaría libres a tres cautivas israelíes, lo que hizo posible que este lunes los palestinos puedan volver al norte.
Llevaban esperándolo meses, aunque allí se encuentran con un paisaje de destrucción, con el 90 % de los edificios arrasados, según el Gobierno gazatí de Hamás, que ha pedido 135.000 tiendas de campaña y caravanas para alojar a la población.
El norte al que retornan, que abarca la ciudad de Gaza y las localidades de Yabalia, Beit Lahia y Beit Hanoun (lo que se conoce como la gobernación Norte), es uno de los sectores más castigados por la ofensiva israelí, especialmente estas tres últimas ciudades en el extremo septentrional de Gaza.
Entre los que vuelven junto a la playa, una familia con niños que lleva media hora cantando «Alá es grande», en un ambiente festivo de despliegue de sonrisas por primera vez en meses.
El padre, Faraj Al Jamal, deja de cantar preguntado por EFE. «Siento como si esto fuera mejor que una fiesta, es el mejor día de nuestras vidas porque estamos volviendo a nuestras casas», dice este hombre, que ha perdido su casa y a sus hermanos, pero ahora quiere celebrar. «Hoy vuelvo a casa y de aquí no nos van a desplazar, de aquí no nos iremos».
A su lado, su madre Nihad cuenta mientras camina que hace años le operaron a corazón abierto. «El médico me dijo que no debía andar o subir escaleras, pero llevo caminando dos horas y no estoy cansada, siento como si alguien me llevara a cada paso, cada vez más cerca de mi casa».
«¡No reconozco nada!»
El paisaje arrasado de lo que antes eran edificios junto a la costa y la famosa «corniche» (paseo marítimo) hacen irreconocible el lugar. Los gazatíes miran a un lado y otro intentando identificar calles.
«¡No reconozco nada! Durante todo el camino, solo he reconocido un sitio por un edificio de colores, aparte de eso no se dónde estoy. Pero volveremos a reconstruir Gaza», dice una chica entre la gente.
Aunque el ambiente es festivo, la alegría se mezcla con tristeza, reconoce Hatem Faiq, de unos 60 años y cuyas dos casas en Beit Lahia (extremo norte de Gaza) están totalmente destruidas.
«Mi sentimiento está mezclado entre tristeza y alegría, no es una felicidad completa porque nuestras casas están destruidas y hemos perdido a nuestra gente. Vamos a encontrar nuestras casas vacías de nuestros seres queridos (…). Pero nos adaptamos a todo», explica.
Para Faiq, el pueblo palestino es «como la hierba: cuanto más se corta, más crece». «Nunca nos derrotarán siempre venceremos», añade.
De Beit Lahia es también Fares Oweida, cuya casa está destruida pero a la que da gracias de poder volver en un día que le causa una felicidad, dice, «indescriptible».
«Gaza es nuestro hogar, ha sido nuestra casa toda nuestra vida, donde nacimos. Y seguirá siendo nuestra».
Notiespartano/efe