Por fortuna son pocos, muy pocos, y cada día serán menos. No resisten que por su incapacidad, negligencia y hasta mal educados como ciudadanos, el estar ya fuera de la memoria colectiva, salvo para ser nombrados entre los culpables del desastre y, desde que se fueron, quedar para siempre registrados en la lista de los que nada hicieron a favor y sí mucho en contra del propio pueblo que alguna vez los tuvo como esperanza.
Ahora, como fantasmas, aparecen de vez en cuando en cualquier esquina, lanzan toda clase de anatemas, actúan pretendiendo mostrarse como un Torquemada cualquiera, fomentando entre ellos mismos su propia Inquisición.
Son los que pretenden lanzar a la hoguera a quienes sienten enemigos porque pronto les descubrieron sus mañas, para evitarse los gritos en la plaza repudiándolos por haber sido, y siguen siendo, sencillamente autores en gran modo de lo que le sucedió al pueblo como consecuencia de su abierta insensibilidad, de su irremediable olvido, falta de criterio y de mando.
Son aquéllos que se llaman demócratas pero de apellido demagogos que no supieron cumplir, menos actuar, tampoco distinguir entre un falso servidor y un burócrata que aspira todavía a repetir su misma historia, su amargo proceder, si ineptitud sin freno alguno, pensando que son la tapa del frasco o el último refresco en el desierto.
Esos son los desagradecidos. Quienes por carambola llegaron a la política y, medrando en ella y gracias a ella se arrimaron a ella para subir, no por inteligentes sino por audaces, a los más altos niveles regionales en donde no pudieron demostrar que sabían ordenar, administrar, dirigir, liderar y sí todo lo contrario.
Pero surgieron porque se abrazaron al populismo, que derrocharon en el ejercicio del cargo que desempeñaron en su tiempo y circunstancia.
Ahora, solos, acorralados por su propia sombra, sabiéndose derrotados política y moralmente, acomodan su andar y, antes que reconocer errores, quieren entorpecer el camino que el pueblo mismo decidió abrirse, que no fue la trocha, por ellos transitada, hacia la recuperación de Nueva Esparta.
Los desagradecidos han jurado, en su conspiración de unos cuantos contra miles de ciudadanos agradecidos, que llegarán hasta el final. No dicen cuándo porque ni ellos saben y menos tienen fecha, tampoco fuerzas, pero arremeten en silencio, creyendo que la opinión pública no sabe quiénes son, cómo son, qué están haciendo, ni porqué lo hacen.
Lo cierto es que los desagradecidos avanzan en la sombra, pero no en silencio. Se les escucha todo. No saben que la mayoría de sus comprometidos les dan la espalda y cada vez se van quedando solos, muy solos, cuestión muy lamentable porque, en esa clase de oposición en contra de quienes trabajan por regresarle el progreso y desarrollo de Margarita y Coche, quedan muy mal, pero tan mal, que costará mucho, pero mucho, mucho, que puedan otra vez intentar liderar nada.
AngelCiroGuerrero