El aprendizaje profundo que utilizan las neuronas interconectadas en una estructura de capas se parece al cerebro humano. Crea un sistema adaptable que las computadoras usan para aprender de sus errores.
Si el cerebro tiene 86 mil neuronas inteligentes es evidente que la inteligencia existe y es la base fundamental de los ciudadanos de una sociedad. Pero se ha ido secando la inteligencia porque el ser humano ha dejado de pensar de dar vueltas a las ideas para encontrar la ruta perfecta hacia la consolidación de propuestas de desarrollo.
La frase “la muerte de las neuronas” que escuché recientemente en una conversación de amigos tiene mucha fuerza en una sociedad que ha visto caminar el mundo de manera lenta y muy torpe. La viveza criolla pretende hace rato pasar por encima de Tío Tigre y Tío Conejo y saltarse al Lazarillo de Tormes para exhibirse como el rostro descarnado de la corrupción nacional.
Querer ser el punto clave de la corrupción nacional es parte de una tragicomedia que muestra al pueblo llano sufriendo las maldades de una sociedad que hizo Diana en el alma nacional. No entienden que el pueblo los está viendo en primera plana sin entender porque habiendo recibido el respaldo popular se perdieron en la selva de vandalaje político.
Ni caso le hacen los del gobierno a un show mediático que lejos de mostrarlos como escuderos de la transparencia lo muestran como una sarta de bandidos que se llevan en sus alforjas los dineros del pueblo.
Eso ocurre porque comenzaron a morirse las neuronas de a poquito en medio de un clima de incertidumbre que mantiene en ascuas a una sociedad atrapada en sus propias improvisaciones ciudadanas. Esa es la razón por la cual los políticos de ambos lados se acusan de ser bandidos a caballo que no voltearon su mirada a ese pueblo.
En mala hora la demencia post covid se instaló en el país como el mal de esta era democrática, pues los aniquiladores del sustantivo pueblo que en el pasado y en el presente usaron sus discursos encendidos para vender espejitos de colores a la gente y nunca la cumplieron, ahora no encuentran argumentos para explicarle a la gente porque el país se convirtió en ruinas.
Esa tesis de la sequía de las neuronas es un síndrome masivo que generó pestes el olvido, parkinson y altzeimer que mantiene presos en un bucle de colores a quienes tienen rato ofreciendo soluciones mágicas a la gente y terminaron convirtiendo al país en tierra de nadie.
Esa situación obliga a los políticos de la última corte a ver muy bien lo que vayan a vender en el próximo encuentro electoral, pues la gente que nada en las colas maldiciendo por haberse equivocado con su voto no piensa volver atrás a rasgarse las vestiduras por candidatos que nada le dicen al país.
Por eso no se sabe que estrategia usará el candidato del oficialismo para que los venezolanos voten por su corriente política en las elecciones presidenciales del 2024.
En ese tremendo dilema se encuentra la revolución para el 2024 porque pretenden repetir el mismo candidato y no es posible ganar elecciones con un pueblo arrecho y decepcionado. No las tiene tan fácil el régimen porque la tesis de los bonos y las bolsas de comida colapsaron antes de tiempo y ya no sirven para remediar la situación tan brutal que golpea a todos los venezolanos.
E temazo de la crisis no solo acabó con el futuro nacional, sino que dejó en la estacada a todo un país atrapado en sus propias ilusiones de tener la nación más próspera de América. Eso decían cuando los dólares sobraban en la administración pública nacional y se repartió dinero a manos llenas para cubrir los gastos de los comicios electorales en todas las naciones del Continente.
Por supuesto que esa decisión del Rey Midas del momento hizo aparecer a Venezuela ante el mundo como el país más rico del planeta. Pero mientras tanto en las entrañas de la nación petrolera se gestaba una crítica situación que como un volcán en erupción caminaba más rápido que la espada de Bolívar.
De esas dádivas a los gobiernos aliados se produjo el cisma nacional que hoy día nos tiene arrinconados como ratones en una jaula que no tiene los barrotes débiles como la usada para capturar los roedores que se comen con sus dientes afilados la puerta de entrada al circo de los desfasados eventólogos incapaces de montar un sarao para celebrar las festividades de Semana Santa.
Ahora cuando se asoman los candidatos a distintos cargos de elección popular para el 2024 no hay mucho que ofrecer porque los que condenaron al país a la pobreza generalizada se quedaron cortos al prometer y no poder cumplir en 23 años promesas que nada resolvieron los problemas de la gente.
Un país sin ciudadanos y con pocas neuronas navega entre el ser y el no ser porque de un día para otro perdimos el bolívar como la moneda fuerte y nos ofrecieron el bolívar fuerte como salida y solo fue un efectismo que nos dejó sin moneda y sin futuro.
En la arena política del 2024 ni una sola posibilidad tiene el candidato presidencial oficialista de ganar las elecciones porque no tienen ni candidato, ni propuestas para salvar una derrota cantada que le arropa el alma. Por ahora se mantienen sin fuerzas y a la espera que sus aliados de los partidos tradicionales le hagan el trabajo dividiendo a la oposición y manteniendo las expectativas en el regreso de un gobierno para el pueblo con beneficios sociales para sembrar de pobreza, ignorancia y mentiras la esperanza nacional.
Encíclica/ManuelAvila