Después que los partidos políticos se alacranizaron no quedó nada en el país del elemento democrático. Esa fue la jugada perfecta al comprar el alma partidista de las grandes organizaciones políticas que ahora forman parte de la clase privilegiada del país.
Eso ocurrió en Venezuela donde las ambiciones de politicuchos sin alma prefirieron vender sus principios y sus ideas por un poder ficticio que los mantiene en la burbuja de la falsedad.
Creer que el régimen les dio poder es una especie de fábula que ellos escribieron en sus cerebros para imaginar un poder omnímodo que solo existe en sus fantasías de políticos obtusos.
Ver ahora a partido como AD y Copei arrodillados y caminando de espaldas a la realidad nacional es regresar las imágenes a los años 80 en adelante cuando la alternabilidad democrática daba la posibilidad de ver nuevas caras.
Y los partidos nuevos como PJ y VP sin meter a Fuerza Vecinal también jugaron a la guayaqueta política en medio de una crisis que se llevó como un tsunami todo el puente y el barandal del río.
Por supuesto que las jugadas aliñadas del gobierno terminaron volviendo trizas las estructuras políticas del país con los líderes de los partidos en modo sobrevivencia, mientras que la gente que vota y elige gobernantes se come un cable con el dólar en escalada hacia los 200 bolívares.
Ahora cuando vemos nuevas autoridades de los partidos que participan de las emboscadas electorales y recibiendo señas del poder central para actuar en favor de sus intereses particulares.
Por eso las voces de Bernabé Gutiérrez, Alvarado, José Brito, Bertucchi, Ceballos, Capriles, Timoteo, Rosales y tantos otros no son escuchadas por el pueblo venezolano que los mandó al rincón del olvido porque por cuatro lochas le vendieron el alma al Diablo.
Arrodillados están con las manos dobladas y el cerebro secuestrado por jugadas inteligentes y sagaces de la revolución que, aunque muchos deprecien por ignaros que desconocen las jugadas de damas chinas en la política, nunca terminan de entender que cada movimiento de fichas desencadena beneficios políticos para el régimen.
Desconocer las jugadas maestras del régimen es entrar en la ignorancia de cómo se juega a la política en este país desde siempre. Tampoco es que los adecos y los copeyanos fueron santos coronados, sino que también hicieron de las suyas cuando ocuparon el poder en Venezuela.
La maldición de los partidos los hizo retroceder hasta convertirlos en la nada porque ver en la Dirección Nacional de las organizaciones políticas a bacalaos y bates quebrados que nada aportan a la grandeza política nacional es parte de una tragicomedia de un fenómeno político ocurrido en Venezuela.
Creerán los jefes de los partidos que están coronados en la cima del cielo compartiendo festines con los dioses y que nadie está viendo sus movidas con declaraciones dirigidas por los ideólogos del proceso que al final del cuento hicieron diana en el rechazo que la opinión pública siente por los partidos políticos.
Las tiendas blancas, verdes, anaranjadas y amarillas fueron desmontadas como circo de la inutilidad de una nación que vio morir sus liderazgos con harakiris que se hicieron en público los sabios de la política nacional.
Quedaron las organizaciones políticas reducidas a la nada y por eso la maldición de los partidos se cristalizó en especies de juntas de condominio que solo existen para unos fanáticos que todavía creen que con banderolas de distintos colores se puede conducir a las masas a triunfos electorales inexistentes.
Se murieron los partidos políticos con jefes de plastilina que no conducen, ni convocan a nadie porque esa pasión partidista de otros tiempos se diluyó en falsas promesas que alejaron a los militantes de los partidos.
Ya más nunca se escucharon ni los cantos del chaure, ni el ladrar de los perros, ni el mugido de las vacas en las casas de los partidos porque quedaron vueltas añicos en medio de una batalla campal que redujo las organizaciones solo a ilusiones de cortes que solo juegan a su sobrevivencia política.
Quién no recuerda aquellas casas de partidos con departamentos de pintura para fabricar pendones, pancartas y todo tipo de panfletos propagandísticos, con sus mesas de tenis de mesa en el centro de las salas y con equipos de perifoneo y espacios para dar los cursos de Matemáticas, física y química.
Todo eso se acabó con el paso del tiempo y apenas el PSUV heredó esas viejas estrategias para formar ideológicamente a sus seguidores y con casas de partido donde se entregan bolsas de comida, bombonas de gas y donde tienen una oficina para recibir las solicitudes de sus seguidores para puesto de trabajo.
Pero mientras el PSUV se organiza el resto de las organizaciones se fue muriendo de a poquito cuando empezaron a dejar fuera de juego a las reservas juveniles y se olvidaron de las canteras universitarias de donde salieron los nuevos liderazgos políticos.
A los muchachos los dejaron como guataneros, de mandaderos y ni siquiera los utilizaron para pegar las propagandas o en los departamentos de elaboración de pancartas y afiches como en otros tiempos. No hubo más juventud en los partidos y no hubo más relevo de las clases políticas.
Vino el otro capítulo el de los alacranes que se vendieron al gobierno de turno por cargos menores y se realizaron alianzas para poner a los nuevos jefes de los partidos que obedecieran como ovejas al silbato de los nuevos dueños del poder.
Ahí se murió la oposición y los partidos perdieron la credibilidad para caer en el pozo del olvido, pues la gente dejó de creer en ellos y los condenó para siempre.
Esa maldición de los partidos alacránicos generó un cementerio de dirigentes políticos que más nunca pudieron dar la cara a los venezolanos porque su subasta en público los dejó expuestos a las críticas de una sociedad que más nunca quiso militar en los viejos y nuevos partidos.
Con el símbolo de alacranes siguió la ruta de una sociedad atrapada en ideas democráticas maquilladas que para volver a renacer de las cenizas tendrán que hacer jugadas olímpicas que resalten de nuevo la entrega, la valoración y el liderazgo de políticos con conciencia que no le vendan el alma al Diablo por una penca de manteca.
Nos quedamos en Venezuela sin organizaciones políticas serias y salvo el PSUV que mantiene su organización a punta de mando y poder, ninguna otra organización muestra independencia de ideas que le permita a los venezolanos volver a recuperar la pasión por la política y como dijo Efraín Subero en su artículo “La generación de la desesperanza”: “La dinámica de los partidos político está tan determinada por intereses subalternos que la cultura por lo general, tampoco forma parte de ellos.
De allí la poca trascendencia intelectual de la mayoría de nuestros dirigentes en un proceso deplorable de descapitalización humana”.
Encíclica/ManuelAvila


