Héctor Luis Delgado Román, conocido en el mundo del reggaetón como Héctor “El Father”, dejó una huella imborrable en la historia de la música urbana. En los años 2000, su nombre resonaba en todos los rincones de Puerto Rico y más allá, no solo por éxitos como “Baila morena” y “Noche de travesuras”, sino también por su temible reputación en las calles. Héctor era un ícono del reggaetón, pero también un hombre rodeado de controversias y peligro.
Detrás de esa figura imponente que proyectaba poder y éxito, se encontraba un hombre en constante lucha interna. A pesar de estar rodeado de lujos y de una legión de seguidores, Héctor enfrentaba demonios personales que lo llevaron a situaciones extremas, incluyendo varios intentos de suicidio. El precio de la fama, como él mismo reconoció, lo había sumido en un abismo del que parecía no haber salida.
El Combo de 70: el ejército de Héctor “El Father”
En el apogeo de su carrera, no solo dominaba las listas de éxitos con su música, sino que también ejercía un poder formidable en las calles de Puerto Rico, gracias a su temido “Combo de 70″. Este grupo, que se ganó un lugar en la leyenda urbana del reggaetón, estaba compuesto por más de 70 jóvenes, muchos de ellos provenientes de residenciales públicos conocidos por su dureza y peligrosidad.
El “Combo de 70″ no era solo un grupo de seguidores, sino un verdadero ejército personal que acompañaba a Héctor en cada uno de sus movimientos. Las historias sobre su capacidad para infundir miedo y respeto eran casi míticas. Cuando Héctor “El Father” llegaba a un lugar, lo hacía con una presencia que iba más allá de la música; era un símbolo de poder en su forma más cruda. “Cuando llegaba Héctor, tú podías sentir que llegaba Héctor,” recordó uno de sus allegados en un documental sobre el reggaetón. Este grupo se movía como una unidad disciplinada, conformada por individuos con conexiones directas al crimen organizado, particularmente a la organización criminal conocida como “La ONU” (Organización de Narcotraficantes Unidos), liderada por Ángelo Millones, uno de los narcotraficantes más temidos del Caribe.
La relación de Héctor con el “Combo de 70″ y La ONU no solo le proporcionaba seguridad, sino que también cimentaba su reputación como un hombre que no solo cantaba sobre la vida callejera, sino que la vivía. Las letras de sus canciones estaban impregnadas de referencias a la realidad de la calle, y su asociación con figuras tan poderosas como Ángelo Millones solo reforzaba su credibilidad y autenticidad en el género. El “Combo de 70″ no solo aseguraba su protección física, sino que también actuaba como una extensión de su poder y presencia en la calle, un poder que era ciegamente respetado, y en muchos casos, temido.
El poder que Héctor ejercía a través del “Combo de 70″ también lo envolvía en una serie de controversias y conflictos. Las “tiraeras” o guerras líricas que mantenía con otros artistas del género, como Don Omar y Arcángel, no eran solo batallas musicales, sino que a menudo se extendían al ámbito personal y callejero, donde el “Combo de 70″ jugaba un papel crucial. La influencia del combo se convirtió en parte de la cultura del reggaetón, y aunque Héctor “El Father” eventualmente se alejaría de esa vida, el legado del “Combo de 70″ perdura como un recordatorio de los tiempos más oscuros y peligrosos del reggaetón.
Este grupo, más allá de su fama, simbolizaba la mezcla de música y criminalidad que marcó los primeros años del reggaetón. Aunque Héctor ha dejado atrás ese mundo, la historia del “Combo de 70″ sigue siendo contada como un capítulo fundamental en la historia del género, un capítulo que revela las complejidades y peligros que enfrentan aquellos que buscan el poder en ambos lados de la ley.
La batalla interna de Héctor
Detrás de los reflectores, las multitudes y el éxito arrollador, Héctor “El Father” libraba una batalla silenciosa y devastadora contra sus propios demonios. A pesar de ser uno de los nombres más grandes del reggaetón, un género que él ayudó a popularizar, su vida personal se desmoronaba. La presión de mantener una imagen pública de poder y éxito, combinada con las crecientes tensiones en su vida personal y profesional, lo llevaron a una profunda depresión que casi lo destruye.
Héctor había alcanzado el pináculo de la fama, pero este éxito tenía un costo. A medida que se acumulaban los logros, también lo hacían las consecuencias de un estilo de vida que lo alejaba cada vez más de su esencia y lo acercaba peligrosamente al abismo. Durante los años más intensos de su carrera, Héctor se vio envuelto en una serie de conflictos, tanto dentro como fuera de la industria musical.
Pero la verdadera guerra se libraba dentro de él. Mientras el público veía a un hombre en la cúspide de su carrera, Héctor estaba luchando contra una oscuridad que lo consumía por dentro. La fama, que al principio había sido el sueño de su vida, se transformó en una carga insoportable. “La fama es como una adicción”, explicó Héctor en una entrevista, “comienza poco a poco hasta que te das cuenta de que ya estás ‘hookeao’”. Esta adicción no solo lo alejaba de su familia, sino que lo empujaba hacia una vida vacía, donde el poder y el dinero no podían llenar el vacío que sentía en su interior.
Este vacío se manifestó en actos desesperados. Después de un tiroteo en una gasolinera en Aguada, Puerto Rico, en 2008, un evento que marcó un punto de no retorno en su vida, Héctor intentó suicidarse en al menos 15 ocasiones. En un acto tras otro, buscaba escapar del dolor que lo perseguía constantemente. Intentó quitarse la vida con una pistola, se lanzó desde un edificio y trató de ahorcarse, pero cada intento fallido solo lo sumía más en la desesperación. “Satanás me hizo creer y ver que en mi persona había mucho poder, pero cuando llegaba a mi casa y ponía mi cabeza sobre mi cama, me hacía ver que no tenía ningún poder”, confesó en una entrevista con EFE, revelando la contradicción devastadora entre la imagen pública que proyectaba y la realidad que vivía en privado.
En medio de esta tormenta, Héctor también enfrentaba el colapso de su matrimonio y la ruina financiera. Había construido un imperio basado en la música, pero todo lo que había logrado parecía desmoronarse a su alrededor. Las riquezas y los lujos que alguna vez habían sido su orgullo, se convirtieron en recordatorios de una vida vacía y sin propósito. “Me olvidé de mi familia, de la felicidad y quería fama, y así descuidé lo que era mi salvación”, reflexionó Héctor, reconociendo cómo la búsqueda incesante de éxito lo había dejado solo y desorientado.
El intento de suicidio no fue simplemente un grito de ayuda, sino un reflejo del abismo en el que Héctor se encontraba. Había perdido la conexión con lo que realmente importaba, y la vida que había construido ya no tenía sentido para él. Sin embargo, estos momentos de extrema desesperación también marcaron el comienzo de un cambio profundo. Al enfrentarse a su propia mortalidad, Héctor comenzó a cuestionar todo lo que había valorado hasta ese momento. Estos intentos de suicidio, aunque trágicos, fueron el catalizador que lo llevó a buscar una nueva vida, una que eventualmente lo apartaría del reggaetón y lo guiaría hacia la fe y la redención.
De la fama a una vida religiosa y alejada de los escenarios
Después de años de vivir en la cima del éxito, rodeado de lujos y de una fama que parecía no tener límites, Héctor Delgado, conocido en ese entonces como Héctor “El Father”, tomó una decisión que sorprendió al mundo del reggaetón: dejarlo todo atrás. En 2008, anunció su retiro de la música secular con el lanzamiento de su último álbum, El Juicio Final. Para muchos, este fue el final de una era en el reggaetón, pero para Héctor, fue el comienzo de un viaje profundamente personal y espiritual hacia la redención.
La decisión de abandonar la música no fue fácil ni inmediata. Héctor había construido su vida alrededor del reggaetón, un género que él mismo había ayudado a popularizar en Puerto Rico y el mundo. Su carrera estaba en su punto más alto, pero el precio que había pagado por esa fama era devastador. Las luchas internas que lo llevaron al borde del suicidio, la desintegración de su familia y el vacío que sentía a pesar de sus logros, lo forzaron a reevaluar lo que realmente importaba en su vida. “Satanás me hizo creer que tenía mucho poder, pero cuando llegaba a mi casa y ponía mi cabeza sobre mi cama, me hacía ver que no tenía ningún poder”, confesó Héctor, señalando el momento en que empezó a darse cuenta de la fragilidad de su éxito.
Héctor se sumergió en un proceso de introspección y búsqueda espiritual que lo llevó a abrazar la fe cristiana. Decidió estudiar teología en la Universidad Metodista del Sur, donde obtuvo un título en Divinidad. Fue en este período de estudios que Héctor comenzó a transformar su vida, alejándose de los escenarios y las luces del espectáculo para encontrar paz en la simplicidad y en la devoción a Dios. “Dejamos claro que cuando yo vi a Cristo, todas las cosas viejas cambiaron”, explicó en una entrevista, resaltando cómo la religión le ofreció una nueva perspectiva y propósito.
Hoy, Héctor Delgado es un hombre completamente transformado. Ha cambiado los escenarios repletos de fanáticos por los púlpitos, las luces del espectáculo por la luz de la fe, y la búsqueda de poder y fama por el servicio a Dios y a su comunidad. Su legado en el reggaetón permanece, pero es su testimonio de cambio y redención lo que define su vida ahora. Héctor no solo ha encontrado paz y propósito en su nueva vida, sino que también se ha convertido en una figura de inspiración para aquellos que buscan una segunda oportunidad. “Ahora estoy en la etapa más feliz y más tranquila de mi vida”, afirmó, reconociendo que la fama y el éxito no pueden compararse con la paz que ha encontrado en su fe y en su familia.
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