PARTE I
No resultó muy difícil encontrarle, porque Él está en todas partes. Confiado, el reportero le pidió dejarse entrevistar. Buscó la sombra de la vieja ceiba, bajo la cual Juan de Castellanos fundó la primera peña literaria del continente americano, por los lados de San Juan Bautista, allá en la Isla de Margarita, y allí le esperó. Rodeado de pájaros de todos los colores y oliendo a rosas se presentó. Viento fresco el que corría esa tarde, moviéndole la blanca túnica y la larga cabellera. Voz firme, pero serena, con cadencia que no sobresalta sino apacigua, la hermosa figura advirtió: “Una excepción, porque es la prensa la que está llamada a difundir sólo verdades”.
-Perdóneme, Señor, ¿cree Usted que en la lucha por la libertad los medios deben estar a la vanguardia
-Desde luego y en primera fila… Ellos son la voz del pueblo
-¿Por eso quieren silenciarlos los tiranos?
-¡Claro!. Desde que aparecieron siempre han estado amenazados.
-¿Por qué, Jesús, por qué?
-Muy sencillo, porque su misión no es otra que decir verdades.
-No todo el mundo piensa así.
–Porque no todo el mundo puede pensar igual. Si no lo supiese yo, hijo mío…
-¿Frente a ello, Señor, ¿cuál es la mejor postura?
-Mucha serenidad, mucha objetividad, mucha imparcialidad, sin embargo.
-¿Serenidad frente a la crisis, acaso?
-¡Pues sí! No se puede perder la brújula porque haría que todo el mundo la extraviara y, entonces, ¿quién grita por dónde vendrá el lobo?
-¿Y qué de la objetividad cuando son tantos los intereses en juego?
-Si no la sabes mantener, pues nada. Que desocupe el espacio para que tan importante tarea la realice otro. La objetividad es al periodismo, lo que la vista al hombre, lo que al cielo la noche y el sol a todos
-¿Y de la imparcialidad, Maestro?
-Sobre ella, mire usted, hoy en día, cualquier gobierno, para tratar de acallar la prensa, se inventa sus diarios, sus emisoras, sus televisoras, estableciendo su malsana competencia, por lo que resulta válido que la imparcialidad sea, aceptémoslo, asunto muy difícil de definir con exacta certeza,
-¿Con la política sucede igual, Señor?
–No. La política dejé que la inventase el hombre para que a través de ella dirima, eso sí, de manera inteligente, sus asuntos ideológicos. Pero, como siempre, no lo entendió, terminó convirtiendo tan poderoso instrumento en asunto muy peligroso.
-Qué recomienda para corregir tamaña equivocación?
-Honestidad, sobre todo. Precaución después y, con mucha disciplina, procurando el bien común, actuar democrática y constitucionalmente. Es decir, respetando los derechos de cada ciudadano fundamentalmente.
-¿Lo cree posible?
-Debe serlo. Confío en que el liderazgo que se imponga en cada organización muestre a sus militantes capacidad y razonamientos válidos en cada una de sus propuestas y, en primer plano, claro está, la imagen real, que no la disfrace, porque rápido se la descubren.
-¿Hay muchos falsos profetas, Maestro?
-Y, también muchos mesías. Abundan. Sus mensajes anuncian las más inverosímiles situaciones, que nunca suceden. Por eso se les descubre muy fácilmente sus mentiras.
-¿Cómo adecentar la política, Señor?
-Muy fácil: De una vez por todas solicitarles a sus dirigentes la urgencia de un cambio profundo en sus instituciones, en sus articulados, en sus planteamientos. Si no actúan con la prontitud necesaria, dejarlos solos y buscar, en otra parte lo que no encontrarán en la que abandonan. Tienen que comprender, finalmente, que está en la dirigencia propiciar el cambio, si no se quedarán solos. Y un partido sin gente es como un baile sin orquesta. Así de sencillo.
-Señor, ¿qué hacer para que se entienda, de modo definitivo, que es mejor la paz que la guerra?
-Paciencia, amigo periodista, paciencia; mucho razonamiento; capacidad de entendimiento y voluntad. No todos son iguales ni tienen una misma manera de pensar. A mí mismo me cuesta entenderlos, por lo que a veces me pregunto dónde, cuándo y en qué habré fallado….
-Perdone que insista, Maestro: Pero es bueno saber, según usted, ¿por qué cuesta tanto que la paz reine y la violencia desaparezca?
-Buena pregunta, hijo, buena pregunta. Creo que el asunto estriba en que la paz no les conviene a muchos, porque con ella no harán fortuna y, a cambio, con la guerra sí. Es una manera fácil de responder a su angustiante pregunta. También es el método más simple de entender una cuestión propia de estúpidos, que es preferir la guerra para lucrarse..
-Hay hambre, miseria, abandono y desidia, Señor.
-Eso es cierto, amigo mío. Una gran verdad que no se puede esconder. Los gobiernos, en su mayoría, dejan de lado atender estas prioridades para invertir en rubros que creen más importantes. Olvidan que el ser humano es la mejor riqueza de toda nación, su mayor recurso. No les importa el sufrimiento de los ciudadanos, no escuchan el ruido de la calle. Tanta desidia termina siendo una conducta que refleja a gobernantes sin alma.
-Eso de la igualdad, no funciona, es una gran mentira, ¿Sí o no, Señor?
-Muchas ideologías tienen al hombre como fundamento principal, pero en el fondo son simples argumentos que, en la práctica, no tienen fundamento. Afirmar que ese es el objetivo de su lucha luce tan falso como decir que el agua de la mar no es salada o que el sol alumbra de noche. No, el agua de la mar no es dulce ni el sol sale de noche. La igualdad tampoco existe.
-Las clases sociales son compartimentos, ¿Verdad Señor?
-Bueno, así puede decirse. No pasan de ser simples divisorias que, si a ver vamos, todas resultan odiosas; se creen más poderosas unas que las otras. Las de mayor fuerza dominan a las débiles hasta que las débiles se rebelan y pasan a ocupar los primeros lugares para cobrar toda clase de heridas propinadas por los derrotados.
-¿Le dificulta a usted esa actitud del hombre?
-Le confieso que me molesta. Siempre trato de hacerle ver que actuar de tal modo es un error. Pero el hombre, lamento decirlo, es como la mula, que siempre tropieza con la misma piedra.
-¿Qué recomienda en esos casos?
-Le dejo hacer para que, alguna vez, termine de entender que actuar de ese modo es un grave error. A veces meto la mano cuando veo que va hacia el precipicio. Lo salvo, pero son tantas las veces que se aproxima al barranco…
Jesucristo:
“Hay que alcanzar la paz, que es progreso y desarrollo”.
ÁngelCiroGuerrero