Qué mejor muestra de las canciones de Jesús Avila que “Elegía Margariteña” para probar su entrega como compositor que defendió la identidad y las tradiciones para entrar a la posteridad insular.
Esa es una muestra textual del amor por su pueblo, de la esencia de su ser y de cómo utilizar un pensamiento de poeta para exaltar las bondades de su tierra y de su gente.
Esa canción que se prestó para que muchos pobladores de Los Robles explotaran su nivel de crítica al sostener que esa composición no era de creación particular de Chu Guitarra y se basaban en la cita que hacía alusión a su primo Eusebio “Chebo” Ferrer en la estrofa “Con el sol aquel sol caliente marchaba Chebo, descalzo y por la arena para La Asunción, llevando como amigo un piazo de sombrero y sobre la cabeza su tinajón” (Elegía Margariteña)
Sostenían algunos en su momento que esa canción la había compuesto Chebo Ferrer porque lo mencionaba en el texto y cómo el pescador que era caporal de los trabajadores de la Plaza de Los Robles se la pasaba caminando y silbando cada segundo, llegaron a creer que el texto era de su autoría.
Planteamiento que Chu Guitarra lo desestimó en aquel momento y no le dio importancia a la opinión de sus coterráneos, pues el compositor y poeta roblero siempre compuso sus letras y salvo una canción de Carlos Chalbaud un ebanista caraqueño y amigo que le regaló una canción a su amigo Chu Guitarra y más ninguna otra de sus canciones forma parte de la creación ajena.
En “Elegía Margariteña” la alta concentración de tradiciones y costumbres es una síntesis de lo que vivieron los margariteños en épocas pasadas. Su reflexión puesta en sus versos hace una crítica marcada a la identidad insular de su tiempo de vida al lado de su madre Dolores Avila cuando salía en su compañía a vender leña y arepas en las calles de Porlamar.
Por eso dice “Donde están las mujeres en la enramada, dando con los brazos aquel pilón con las manos callosas tendiendo arepas, cocinando con leña en aquel fogón”. Plantea el poeta Chu Guitarra sus experiencias del día a día viendo a su madre que era el sostén económico de su casa fajada en la enramada tequenando el maíz y con sus manos callosas tendiendo arepas en aquel fogón.
Cada verso es una muestra detallada de la Margarita del tinajón expresada en la estrofa “Han muerto las tradiciones de nuestra tierra, se fue para siempre la tradición, se fueron los añiles y las retamas, ya no es la Margarita del tinajón”.
Con esa magistral forma de hilar el poeta Jesús Avila lanza su grito de protesta ante el paso avasallante de los urbanismos y la modernidad, pero sobre todo lanza mordiscos al aire con un lenguaje trabajado para metaforizar la protesta.
Una crítica social marcada la deja esculpida en la estrofa
“Dónde está el remillón en la raspadera, al filo de la noche y en el Pilar, la mujer tequenando la masa en piedra, y un niño lloriqueando en la oscuridad”. Ese niño que lloraba de hambre es posible haya sido el propio Chu Guitarra a quién su padre nunca reconoció y tuvo su madre que fajarse a hacer arepas y vender para poder criarlo, pues esa es la razón por la cual Jesús Avila desde temprana edad se vio precisado a vender leña, arepas y a trabajar en una empresa productora de sal.
Su vida fue esculpida a retazos y por eso le cantó con fuerzas al niño que lloriqueaba en la oscuridad mientras que la mujer tequenaba la masa en piedra.
El trabajo duro de la mujer margariteña que el poeta plasmó en su madre Dolores Avila a quién describe con las manos callosas tendiendo arepas cocinando a leña en aquel fogón y que resume en esta estrofa:
“Dónde están las mujeres en la enramada dando con los brazos a aquel pilón, con las manos callosa tendiendo arepas, cocinando con leña en aquel fogón”.
“Dónde está el remillón en la raspadera, al filo de la noche y en el Pilar, la mujer tequenando la masa en piedra, y un niño lloriqueando en la oscuridad”.
Ese cuadro de la pobreza margariteña dibujado con lujo de detalles por un protagonista a quién la correspondió vivir esa etapa de niño pobre y las costumbres de su pueblo Los Robles y sufrió mucho Chu Guitarra hasta que se fue a La Guaira a buscar trabajar para poder ayudar a su madre que se quedó en Margarita sufriendo las inclemencias de la crisis, de los servicios públicos y de la falta de dinero para la sobrevivencia.
La protesta ante la muerte de la tradición y las costumbres la detalla magistralmente en su canción estelar “Elegía Margariteña que es un canto en forma de lamento donde el poeta expresa su tristeza no solo por lo trabajoso y las penurias de su gente, sino porque se fueron acabando las tradiciones y las costumbres de su pueblo.
“Han muerto las costumbres de nuestra tierra, se fue para siempre la tradición, se fueron los añiles y las retamas, ya no es la Margarita del tinajón”.
Una clara crítica a la Margarita que se fue alejando de sus costumbres y tradiciones, pero le correspondió al hijo de Pedro José Guerra y de Dolores Avila llevar las banderas de la protesta ante los gobiernos de turno y ante una sociedad que siempre tendrá a pobres y ricos en medio calamidades y tropiezos que viven con mayor impacto los niños pobres que desde temprana edad tienen que salir a trabajar para poder ayudar a su madre a sobrevivir en tiempo de crisis.
En esa canción se expresa la brecha social que por centurias ha establecido diferencias sociales importantes entre los ciudadanos.
En esta canción Chu Guitarra deja de lado el estilo poético y se lanza con su verbo caliente a reclamar por una sociedad que no tenía muchos argumentos para la protesta en ese tiempo para hacer de Elegía Margariteña un himno del reclamo protesta social.
ManuelAvila