Hablar de Jesús Avila, Chu Guitarra o El Guanaguanare como lo llaman en Margarita es necesario transitar el camino de la poesía porque este cantautor roblero fue un poeta de gran profundidad que utilizó sus vivencias, las costumbres y el lenguaje insular tradicional para tejer imágenes enrevesadas que hablan de un mago de la palabra.
Combinó Jesús sus costumbres y tradiciones con la creatividad para envolver entre metáforas. Símiles, humanizaciones, adjetivaciones y un excesivo cromatismo lingüístico para adornar sus canciones con creaciones estéticas que le dan una magistral armonía a sus melodías. Escuchar a Chu Guitarra es penetrar el mundo telúrico de la poesía en una especie de mundo mágico que nos lleva a conocer de cerca el azul del mar, lo blanqui-azul de las olas, la blancura de sus playas y los colores variados del crepúsculo, el amanecer, el amarillento c olor del sol y la luna.
Un maestro de la creación literaria que llevó a la canción elementos extraídos de su arte para darle un toque distinto a la música margariteña. Sin dudas que Jesús Avila le cambió a sus canciones el ritmo y puso su guitarra a cabalgar sobre las olas del mar al ritmo del vuelo del guanaguanare. Y es que Chu Guitarra una vez que le compró la guitarra a Alfredo Tolete salió motivado a buscar en el aire, las olas, el trueno, el relámpago, la soledad, el canto de los pájaros, el silbido de Chebo Ferrer, el crujir de las viejas puertas y los sonidos de la naturaleza, los distintos matices del mundo para llevarlo a su música. Del Jesús Avila pescador se desdobló el Chu Guitarra cantante que a partir de ese momento se casaría para siempre con su guitarra para no dejarla más nunca. Aprendió de sus dos compañeros de pesca Eulogio y Chebo Ferrer, la paciencia y el silbido. Así que cada paso que dio Chu Guitarra desde ese momento fue acompañado de sus silbidos e inclusive en sus canciones el silbido estuvo presente.
Esa similitud de Chu Guitarra y Chebo Ferrer los hizo entablar un código silencioso entre dos hombres que silbaban y tarareaban cada impulso musical con sus silbidos inolvidables. Por eso en la misma faena de la pesca eran los dos silbadores los que mantenían el silencio en alta mar, con el equilibrio que le garantizaba el silbido al compás de los sonidos de la briza y el rasgueo del bote a su paso raudo por encima de las olas.
Al principio cuando empezaron a sonar las canciones del Guanaguanare la gente no se había identificado con la música del roblero, pero esa sensación duró muy poco porque el cabo de un rato ya las melodías del roblero empezaron a sonar por todos lados en una especie de boom de la música margariteña. Y es que cuando Chu Guitarra llegó de La Guaira vino maduro en lo musical con composiciones de alto nivel que terminaron consolidadas como himnos que la gente tarareaba en cada espacio de reuniones, fiestas patronales y en lugares donde sonaba la música margariteña.
Era el Jesús Avila consolidados que lanzó su primer 45 que tuvo gran éxito y después vendría su otra etapa con el cd que hizo Marín Cheng con “Margarita, su Música y sus Músicos, donde Juan Rojas fue el director musical y que tuvo un gran impacto en la sociedad margariteña.
Cada canción estuvo preñada de imágenes literarias que le dieron mucho nivel a cada letra y hizo posible que investigadores del lenguaje, de la poesía, del conocimiento, de la historia, de la religión, del ambiente e inclusive de lo tradicional usara sus discos como espacios de la investigación. No pensó Chu Guitarra que aquel día cuando le compró la guitarra a Alfredo Tolete y desde el momento que un famoso trío porlamarense visitó Los Robles se estaría gestando en el hijo de Dolores Avila la semillita que lo llevaría a buscar hasta en los bancos de peces y en la ardentía de lo cardúmenes y en las caladas de los trenes y en el bullicio de los pescadores los sonidos armoniosos que integrarían la magia de los arpegios musicales del repertorio del juglar roblero.
En sus canciones encontramos muestras suficientes que marcan su estirpe poética y aunque el dijo en varias oportunidades que las enseñanzas de su madre fueron muy importantes en su motivación musical, también de la casta de su familia paterna de éste descendiente de Pedro José Guerra Luigi que versificaba hasta bebiendo agua y de sus hermanos el poeta Régulo Guerra Salcedo, el mago de la metáfora y del maestro y poeta Luís Enrique Guerra que dejó muchos textos narrativos escritos en prosa poética.
Paradigma/ManuelAvila