La larga noche de terror guatemalteca se inicia en 1944 cuando los EE.UU. deciden la suerte de un pueblo que dio ejemplos de democracia y socialismo a una América Latina dominada por dictadores y subdesarrollo. En solo tres años del régimen actual de Romeo Lucas García, sobrepasan de diez mil los muertos y desaparecidos.
El general Fernando Romeo Lucas García, el hombre fuerte de Guatemala, nunca recibe a periodistas. Menos si son corresponsales extranjeros. No porque le tenga miedo a las preguntas sino más bien a las respuestas: O dice la verdad, o miente descarada, pública y cobardemente. Romero Lucas García es de escaso vocabulario, pero sí pródigo en hechos. Tan sólo en lo que va de 1981 en su régimen, quizás el más tenebroso de todos los que en este siglo se han cernido sobre tierra guatemalteca, han sido asesinados doce periodistas. Uno de ellos murió abaleado por la espalda al descender de un autobús, a pocos metros de la Embajada de Venezuela. Los disparos sobresaltaron a nuestro personal diplomático, pero no a los transeúntes que presenciaron el crimen, vieron huir en una motocicleta al asesino y dejaron desangrarse al periodista: un hombre de escasos treinta años que, a través del Noticiero Radial “El Mundo”, se atrevió a desafiar al militarote dictador. El otro periodista fue sacado de madrugada de su casa, llevado a cuarenta kilómetros de la capital. Después de cercenarle ambas manos y cosido a tiros, finalmente fue degollado.
Pero morir en Guatemala ya no asombra a nadie. Mientras permanecimos en este país de volcanes, sangre y fuego, fueron asesinadas 45 personas; desaparecidas siete y secuestrado un dirigente de la Democracia Cristiana, por cuya suerte teme tanto su organización política como el mismo gobierno que se estaría enfrentando a una embarazosa situación. De los asesinados, en los días en que pudimos movernos por Guatemala adentro, 22 fueron campesinos. Entre ellos una niña a quien llevaron por la fuerza a una escuela y allí la degollaron a machete. El sábado 11, durante toda la mañana fueron sepultados en fosa común que abrieron familiares y policías en una esquina del cementerio de Chimaltenango.
El escenario de la muerte
El 20 de octubre de 1944 triunfa en Guatemala lo que se denomina desde entonces “La Revolución de Octubre”, iniciándose un proceso que culminaría diez años más tarde, y que brindó magníficas lecciones no sólo a las naciones centroamericanas sino a todo el continente. Jorge Ubico, el dictador de turno, reconocido simpatizante nazi, a quien los EE.UU. colocaron miles de soldados en Guatemala, bajo el pretexto de defender el Canal de Panamá, pero en el fondo para obligarle a expropiar los grandes consorcios alemanes del café, dimite no tanto por las presiones populares sino las de la oligarquía, deja al frente del gobierno a Federico Ponce Vidales quien practica “un Ubiquismo sin Ubico”. Muy pronto es derrocado por el Triunvirato militar que encabeza el capitán Jacobo Arbenz. Los militares, después de elaborar una constitución, que elimina las leyes de vagancia en contra de los indios y las del trabajo forzoso, llaman a elecciones el 15 de marzo de 1945.
En el proceso comicial más auténticamente puro que registra la historia de Guatemala, triunfa Juan José Arévalo, un intelectual que se propone el establecimiento de una democracia formal y de modernizar la economía hasta ese momento feudal. Decreta, además, la libertad de prensa y de expresión. Se crean partidos políticos y se otorga autonomía a las universidades. Se destina un tercio del presupuesto nacional para la construcción de escuelas, viviendas, hospitales y seguro social. Todo con el apoyo de la ONU y particularmente de los Estados Unidos. De todas estas ventajas sólo se beneficiarían los trabajadores del sector industrial no así los campesinos, donde residía casi el noventa por ciento de la fuerza del trabajo, como hoy día.
En 1945, el salario de la industria era de apenas 6,09 dólares semanales y, en el medio rural, de sólo 2 dólares. Aunque la constitución prohibía el latifundismo, sin embargo seguía la explotación. Una ley de arrendamiento forzoso obligó a los terratenientes a establecer el reparto de tierras. Estas tierras fueron las expropiadas al trust de alemanes y se abrieron a inversionistas extranjeros grandes posibilidades y facilidades en Guatemala. El gobierno de Arévalo innovó y actuó democráticamente, aunque la historia le reprochara alguna debilidad en su ejercicio.
En 1951 disputan el mando, democráticamente también, Miguel Idígoras Fuentes, derechista; Jorge García Granados, moderado y Jacobo Arbenz, representando a los campesinos, a los trabajadores organizados y a pequeños sectores radicalizados de la burguesía. Arbenz triunfa con el 63 por ciento de los votos. Su propósito; convertir a Guatemala en un país económicamente independiente; un país capitalista moderno y proporcionar un mejor nivel de vida más elevado al pueblo. Para lograrlo encuentra dificultades insalvables y se enfrenta a los tres grandes monopolios guatemaltecos: la electricidad, el ferrocarril y el transporte marítimo a quienes puso a competir entre sí. Por su parte, los tres monopolios en manos norteamericanas le entablaron una pelea. De ese enfrentamiento se desprende para el gobernante el principio de su trágico descenso. Arbenz, que decreta una reforma agraria, dentro del contexto capitalista, modernizando la producción agrícola, no atentó contra la propiedad, pero sí enfrentó la que entonces era una propiedad anacrónica e irracional. En 1954 ya se habían beneficiado alrededor de 100 mil campesinos, pero en el gobierno surge el soborno y esta mancha también debilitó su régimen.
La CIA en Guatemala
La manera como Arbenz gobierna su país no es del agrado de los Estados Unidos. Si bien los norteamericanos apoyaron en sus inicios las gestiones democráticas de Arbenz, ya al final su actitud más bien es considerada un desafío. Las relaciones se endurecen cuando Washington niega un préstamo para construir la Carretera del Atlántico. Es la típica respuesta de los EE.UU, ante “las continuas violaciones y ataques de Arbenz contra los intereses estadounidenses”..
Al gobierno lo apoyan trabajadores, campesinos y pequeños burgueses, pero se despierta, alentado por los EE.UU, un sentimiento anticomunista, que es dirigido por latifundistas, conformada por la burguesía dependiente de los intereses norteamericanos. A este grupo se suman profesionales, la Iglesia y los militares. La situación frontal entre los comunistas y anticomunistas, el PGT (Partido Guatemalteco del Trabajo) el Partido Comunista, fundado en 1949 y legalizado en 1951, fue el centro de la polémica tanto como el propio Arbenz a quien sus medidas radicales aceleraron la caída.
En 1954 Arbenz prueba que Miguel Idígoras Fuentes, derrotado en las elecciones de 1950, se cruza cartas conspirativas con Castillo Armas que, apoyado por los EE.UU, se erige en jefe de “La Liberación”. Interviene en forma directa la CIA con apoyo de la oligarquía guatemalteca. Jhon Foster Dulles, Secretario de Estado, decreta que “hay que eliminar el comunismo de Arbenz”. El 19 de junio de ese año, financia una invasión que penetra por Honduras. Arbenz protesta ante la ONU, que nada puede hacer, lo mismo que la OEA. La aviación invasora ametralla poblaciones enteras. Arbenz, debilitado y abandonado, dimite. Castillo Armas, acompañado por el Embajador norteamericano, llega a Guatemala y toma el poder. La noche cubrió desde entonces a ese sacrificado país
La Democracia se vuelve un fantasma
Castillo Armas inicia la contrarrevolución. Su objetivo es anular los cambios logrados por Arbenz en los años anteriores. Para ello revoca toda la legislación. Los campesinos son despojados de la tierra y los terratenientes regresan a sus posesiones mientras que a la cárcel, a la tortura, a la muerte o al exilio van todos los que se le oponen. Castillo Armas cierra sindicatos y clausura partidos políticos; se amordaza a la prensa y se prohíben todas las novelas del gran escritor Miguel Ángel Asturias y de Dostoievski, por “subversivos”. La caza anticomunista se desarrolla a sangre y fuego. Castillo Armas, con apoyo de la CIA, restablece los servicios de Seguridad que tenía en su gobierno Jorge Ubico. Sobrepasan los nueve mil asesinados durante los primeros tiempos de la cruzada que Castillo Armas emprendió para “reeducar” a los guatemaltecos.
A pesar de haber sido un oficial graduado en los EE.UU, Castillo Armas es de escasa preparación. Por sí solo no puede sostenerse. Por eso se apoya incondicionalmente en sus amigos del Norte y en la oligarquía de su país. A los dos los beneficia con largueza. Su régimen desata el caos tanto político como económico. El manejo de la industria y la Reforma Agraria fueron derrotas no sólo para el dictador sino para sus asesores norteamericanos.
En 1957, Castillo Armas es asesinado por un soldado de guardia en la casa presidencial. Su amigo de conspiraciones contra Arbenz, Miguel Idígoras Fuentes es elegido presidente en 1958. Incapaz como su antecesor, pero famoso por la corrupción administrativa y por la represión que continuó, Idígoras se enfrenta a numerosas intentonas golpistas, principalmente provenientes de los sectores militares. Una de ellas, el 13 de septiembre de 1960. La dirigen los oficiales Luis Augusto Turcios Lima, Luis Trejos y Alejandro De León, quienes años más tarde fundarían los Movimientos Armados Guatemaltecos. Después de sofocar la rebelión, Idígoras endurece su mandato y permite que entren en Guatemala los invasores de Bahía de Cochinos. La agitación crece. El país no soporta la crisis económica y la represión. Estudiantes, trabajadores y militares lo derrocan en marzo de 1963.
El coronel Enrique Peralta Azurdía toma el mando y gobierna hasta 1968 cuando, en elecciones, obtiene la Presidencia Julio César Montenegro, un civil progresista que, sin embargo, tiene que pactar con los EE.UU. Cediendo a sus presiones no puede gobernar con “izquierdistas” y se ve obligado a endurecer la lucha contra la subversión que, por ese año, ya estaba desatada en las ciudades. Montenegro también permite que los EE.UU sean quienes dirijan el combate contra las guerrillas, mientras su policía secuestra y asesina a todo tipo de oponentes. Es cuando aparecen los cuerpos paramilitares como “la mano blanca”. La debilidad política de Montenegro y la acción norteamericana es de tal magnitud que, en 1967, el Departamento de Estado norteamericano propone que el Senado corte la ayuda económica. Pero La Casa Blanca más bien logra aumentar esa ayuda, puesto que “los EE.UU no pueden permitirse que un nuevo país, en Centro América, se socialice”. El caso cubano está muy reciente..
En 1970 asume el poder Carlos Arana Osorio, un general que había logrado “pacificar”, con cientos de muertos, torturados y desaparecidos, la región guerrillera del Oriente guatemalteco. Su gobierno fue igual a los anteriores. Su lema “Ley y Orden”. Su acción, sanguinaria. En 1974 le es escamoteado el triunfo electoral al general Ríos Montt, porque a los EE.UU y a los generales de Guatemala les convenía que el presidente fuera el también general Kjell Laugerraud, quien gobierna hasta 1979, entregando el poder a Romeo Lucas García, el actual mandatario
Guatemala, económicamente debilitada, es gobernada desde entonces por Romeo Lucas García quien, siguiendo los pasos de todos cuantos le precedieron, tecnifica la represión. Las cifras señalan que en los tres años de mandato que lleva en el poder, centenares de cementerios privados ocultan más de diez mil cadáveres, la mayoría sin nombre ni apellido. “Porque ahora en Guatemala, no se pregunta quién ni cómo murió, sino cuándo le llegará el turno a uno…”
Lo anterior lo dice, con elemental prudencia pero igualmente cansado quizás de silenciar tanta verdad Arquímedes quien, junto a su amiga Sonia, fueron nuestros primeros contactos en la Guatemala clandestina, establecidos desde México. “Lo que le estoy diciendo no me importa decirlo, porque usted es un periodista extranjero”, agrega Arquímedes, un joven universitario a quien encontramos en Antigua, durante las Procesiones turísticas de Semana Santa, y fue quien nos condujo ante un comandante guerrillero, integrante de “Orpa”, la Organización del Pueblo en Armas.
Continuará
NOTA: Este es el primero de tres despachos que hiciera, vía télex, desde México, a El Diario de Caracas, como su Enviado Especial a Guatemala. Publicados en 1981, narra la breve, pero criminal historia sufrida por el pueblo guatemalteco a causa de las dictaduras militares hasta esa fecha allí entronizadas
ÁngelCiroGuerrero/EnviadoEspecial/ElDiariodeCaracas-Guatemala


