El guaripete es una lagartija o lagartijo que abunda en el estado Nueva Esparta y es de colores gris y marrón pintado que parece un animal prehistórico que algunos le dan características mitológicas por las tantas creencias que rodean su existencia.
Abunda en las tapias y casas abandonadas y en las zonas más desoladas donde convivían con arañas y demás insectos de los cuales se alimenta.
De desplazamiento pausado tirando a lento el guaripete se mueve solo cuando se le acercan y esa situación parece imprimirle una velocidad que la tiene reservada para esos momentos de dificultad.
Algunos dicen que es familia del camaleón y la salamanqueja por sus características de la piel rugosa y de sus colores grisáceos y marrones que muestran una piel que semeja los matices más grotescos de la familia de los lagartijos y con signos de fealdad.
En El Diccionario “Léxico Popular Venezolano” de Francisco Tamayo lo definen como “Lagartijo pequeño de Margarita y de las riberas de Ciudad Bolívar, donde vi un ejemplar con el rabo bifurcado entre las rocas ribereñas del Orinoco.
En Margarita es fama que el guaripete se enfrenta con el ciempiés al cual le va arrancando sus numerosas patas hasta desprendérselas todas.
Este lagartijo tiene un fuerte movimiento de la cabeza de arriba abajo, como diciendo sí con su mímica, por lo cual los margariteños dicen “Anda a preguntarle al guaripete si salió el sol”.
En esa definición de Tamayo se menciona el movimiento de la cabeza del guaripete y eso está unido a la creencia de los muchachos de la época que cuando iban a cazar lagartijas se encontraban con los guaripetes y quien osara atacarlo con las chinas el guaripete con sus movimientos le cortaban las gomas de manera mágica.
Por eso entre los muchachos estaba prohibido atacarlos porque terminaban con las gomas reventadas así fueran de tripas de camión de avión, de carro o bicicletas.
El tamaño de los guaripetes al que alude Tamayo en Margarita los hay pequeños, mediano y de gran tamaño lo que los hace ver como figuras que causan impresión en quienes los ven por primera vez.
En el Diccionario del habla actual de Venezuela”, de la UCAB define guaripete como “m Or zool” Lagartija de color grisáceo con manchas negruzcas y piel rugosa.
Vive entre las rocas. Mueve la cabeza en diferentes direcciones y de arriba abajo. Popularmente se cree que, al preguntarle por el estado del tiempo, el movimiento de su cabeza lo indicará afirmativa o negativamente”.
Esas propiedades mágicas que le atribuyen el guaripete forma parte de las creencias de los pueblos que se acumulan en el tiempo para dar validez a la presencia de esa lagartija que abunda en Margarita.
Se decía que matar un guaripete era una maldición para toda la vida y por eso los muchachos en su cacería obviaban a esta especie y su objetivo estaba centrado en verdines, machurrangos o machalengos, rayados y otras especies que incluía lagartijeras, cascabeles y querepares.
Había muchachos osados que sin conocer las creencias del guaripete los atacaban y terminaban con las gomas de las chinas mordisqueadas como por algún efecto mágico.
A mí particularmente me tocó vivir esa experiencia y puedo dar fe de lo que les ocurría a las gomas de las chinas después de atacar a un guaripete.
El movimiento de la cabeza del guaripete de arriba abajo devino en sobrenombres para muchos habitantes del pueblo y así quedó marcado para siempre el hijo de Erasmo Brito en la Otra Sabana el buen amigo Luis Brito a quien sus compañeros de la época lo bautizaron como Licho Guaripete quizás por la formación fisonómica de su rostro que era abultado en los pómulos y con cachetes abombados o quizás por algún movimiento de su cabeza de arriba abajo que permitió a algún ocioso infantil marcarlo para toda la vida y eso permitió que la etnonimia como instrumento de la investigación entrara en acción con la semántica para establecer una relación fisonómica entre el personaje y el animal.
Esas eran las travesuras de la época que permitía a los muchachos sin saber aplicar elementos de la investigación que están en boga en manos de expertos en los estudios históricos y lingüísticos.
En la UDO Nueva Esparta en los predios de Guatamare conocí a un carismático personaje a quien nunca le conocí su nombre, sino que toda la comunidad udista incluyendo decanos, profesores, administrativos, obreros y estudiantes lo llamaban Guari para economizar lenguaje.
También Guari o el Flaco como yo lo llamo por su desgarbada figura, por su calva manifiesta y por sus ojos saltones tiene algunas características parecidas al Guaripete.
Por ahí rodando su bici por los la Avenida “Jóvito Villalba” anda el Guari pedaleando cada mañana y soñando cada noche con sus años de bonanza en la UDONE.
El otro Guaripete que conozco es el bellavistero vendedor de repuestos de carros que está ubicado en la Calle Amador Hernández de Porlamar que en sus experiencias juveniles por Bella Vista junto a Dieguito Rosas convivieron con el Siete uno de los grandes animadores de las parrandas porlamararenses.
Todo el mundo conoce al Guari en la Ciudad Marinera y es una referencia en ese campo por su conocimiento sobre carros y el mundo automotriz, además de su experticia en materia política donde es un acertado pronosticador de ese mundo y sabe quién será buen alcalde de Mariño y quién no porque ha visto pasar por la silla mariñense a muchos de los que han estafado a Porlamar.
A Luis Antonio Jiménez un sobrino de mi esposa Mildred llegue a llamarlo guaripete por la forma como movía la cabeza de arriba abajo y no tenía otra forma de expresarse porque como estaba prisionero de las comiquitas televisivas archivó en su mente los movimientos del Chavo y no me quedó más alternativa que aplicar la etnonimia para establecer la relación directa entre el guaripete y el muchacho que movía la cabeza de arriba abajo y que para mí no era otra cosa que el modelo guaripete.
Ese mismo que respondía al tiempo, al mismo que había que consultar y que los viejos de la época lo convirtieron en un dicho popular “Pregúntale al guaripete” para evadir una respuesta o para poner a pensar a un interlocutor.
Todavía abundan los guaripetes en las tapias y paredones insulares y ahora abundan con más frecuencias en las casas las salamanquejas o salamandras que con su canto le dan vida al silencio.
Encíclica/ManuelAvila