Sí escribir es un oficio que requiere arte y creatividad. Nadie que no sepa lo que es la parte gramatical y los signos de puntuación y que carezca de vocabulario puede escribir con propiedad. Y sobre todo manejar la progresión temática y la coherencia textual.
De lo contrario el escribidor dará tumbos entre palabra y palabra y le costará un mundo tener crinejas entre párrafo y párrafo y terminará en un pasticho discursivo.
Por eso hay muchos que garabatean y lanzas dardos disparatados embadurnados de imágenes seleccionadas a lo loco, sin progresión temática y sin coherencia textual.
Nada fácil es escribir con criterio científico y tejiendo oraciones que le den fortaleza a la palabra como soporte fundamental de los textos escritos.
A eso hay que agregarle una dosis de creatividad y de la magia de la palabra para poder realizar textos con profundidad donde se combinen elementos del conocimiento con el discurso escrito para poder plasmar en el papel ideas que brotan del alma cerebral de cada escritor.
Hay muchos que sin conocer la hierba se meten a brujos y de esos sobran millones de torpes bufones de la escritura que están creyendo que le pueden pedir préstamos lingüísticos a cualquier escritor para convertirse en escribidores de ocasión.
Y no saben que el arte de escribir requiere tanta dedicación diaria con horas de lectura y vivencias del mundo que permiten facilitar la realización de textos coherentes que sumados a la buena ortografía den como resultado obras de arte del pensamiento humano.
No vaya a pasar como el doctor que escribió concejal con s por ignorar que la regla señala que todos los derivados de concejo municipal van con c en vez de s.
Por eso los sabios egresados de las universidades con pergaminos rimbombantes que ignoran las reglas del español y terminan mostrándose al desnudo como torpes escribidores de papel.
Con razón decía el bachiller Leopoldo Espinoza Prieto que “Dios no le da cacho a burro” porque estudió por años las diferencia entre intelectuales y lectores para concluir que más vale leerse 100 libros que pasar por la universidad sin que la universidad pase por él”.
Aquí se aplica “El Principio de Peter” que señala que zapatero a su zapato, es decir que para escribir con propiedad hay que estudiar mucho, leer demás y convertir palabras, oraciones y frases en una muestra de la perfección discursiva.
Tratar de fabricar escritores de la nada es solo formar escribidores que no tienen idea de lo complejo mundo de la escritura que no está concebido para quienes intentan rasguñar el mundo con insultos y alocadas ideas de querubines del desorden discursivo.
Pero la desinformación pasa por encima de los pendenciaros del lenguaje que han pretendido armar discurso cuadrados donde el choque del arte de escribir les da una bofetada a quienes pretenden convertir el lenguaje en cloacas discursivas.
Creer que por elevar el tono del discurso escrito es suficiente para impactar al lector es una gran idea, es una fórmula errada del pensamiento plasmado en el texto escrito y los pone en riesgo de equivocarse de manera desproporcionada por no saber moverse en ese mundo donde crear vale mucho.
A esos remendadores de gerundios y participios hay que darles lecciones de cómo tejer en el lenguaje escrito para que no terminen dando topetazos contra los muros impuestos por la creación mágica del lenguaje escrito.
Qué tristeza es ver de cerca como con una lupa gigantesca que la cosmética gramatical y la torpeza ortográfica de muchos queden dibujados en una frase, un sustantivo o un pensamiento grabado en una Cámara Municipal donde la ortografía no parece ser importante, pero deja huellas profundas de la impericia verbal de quienes están destinados a dejar enseñanzas en quienes nos escuchan y leen cada día.
Insisto que hay que estudiar y poner en práctica los conocimientos del lenguaje para poder gritar a los cuatro vientos que somos ductores del idioma y espejos de la sabiduría.
Es muy fácil pretender ser perifoneadores de la historia y el conocimiento universal y pecar con errores garrafales que se guardan como gazapos de la escritura mostrados ante la vista de críticos que ven con lupa hasta lo movimientos del último acento o signo de puntuación.
Con ese muerto ortográfico a cuestas caminará por siempre la perfección de la academia que sueñan convertirse en émulos de Andrés Bello o modelos a los Ángel Rosenblat y dejan huellas sueltas de su escasa formación gramatical.
Eso es lo que nos aleja de los pergaminos y los cargos cosméticos que lejos de elevar la intelectualidad maquillada nos deja una ola de dudas marcadas por la desinformación torpe de un enciclopedismo bufo que otorga espacios a quienes solo vegetan en las charcas pantanosas de la envidia y la hipocresía.
Así andan las cosas en la Margarita cosmética donde figuras ajenas a la creación del lenguaje y que solo rasguñan la lectoescritura garabatean los espacios lingüísticos para exhibirse como megas sabios que sin haber escrito tres oraciones de manera coherente se erigen como magna cum laudes de la palabras y sabios sin fronteras.
En este mundo de la escritura los creadores todavía no han entendido la frase de Neruda “Dos toreros pueden torear al mismo tiempo el mismo toro y con un único capote.
Esa es una de las pruebas más peligrosas del arte taurino. Por eso se ve muy pocas veces y solo pueden hacerlo dos toreros que sean hermano o que por lo menos tengan sangre común”.
Esto quiere decir que en este mundo de intelectualoides solo intentan “algunos” verte la costura, criticarte y levantar las cejas cada vez que hablas, pero siguen sin entender a Neruda sobre torear al limón.
Eso es lo que no entiendo de los que critican sin saber y formándose criterios falseados de los toreros de la escritura que pueden caminar sin tropezar con nadie y que esos mismos personajes cosmetizados al final terminan escribiendo concejal con s para dejar desvestidos ante una sociedad que no está pendiente de las nimiedades de los dioses.
Encíclica/ManuelAvila


