Cualquiera, con dos dedos de frente, sabe que el régimen no está del todo bien. Muchas cosas lo perturban, al extremo de no saber, con claridad, si son los carteles que buscan a sus principales por los muchos delitos presuntamente cometidos; dada la creciente pérdida de militantes, hastiados de tanto embuste, de promesas falsas y de inaguantable olvido; del grito de la gente desesperada por lo míseros salarios, la falta de alimentos y de medicinas, o sencillamente porque les perdieron la fe y ya no lo quieren.
El régimen, ante tanto susto, anda silbandito cuando pasa por el cementerio en donde ha enterrado todas sus malas, perdón, sus pésimas actuaciones, por el temor de que le salgan los fantasmas. Anda, pues, agachadito, rumiando su rabia, su impotencia, a pesar de que está bien artillado y, hay que decirlo, envalentonado, creyendo así que roncando se impondrá, definitivamente, ante la inmensa mayoría de venezolanos que, frontalmente, lo rechazan. Es la pura verdad que, a ellos ahora sí les duele, porque perdieron pueblo. Y mucho, por cierto.
Ya suman millones de venezolanos que muy atrás dejaron el miedo, que se pasó para la orilla oficialista que, boba no es precisamente, sino que está analizando a profundidad lo que sucede y ha medido que los cañones de la verdad se ubicaron del lado contrario, en donde está una oposición responsable, muy unida y bien dispuesta a reconquistar al país, con María Corina Machado como líder. Decir lo contrario, es tapar la luz del sol con un dedo; hacer creer que el agua del mar no es salada; que la luna es de queso y que Venezuela vive en democracia.
La historia no perdona. Son ya incontables los ejemplos dados por un régimen soberbio, capaz de mucha infamia, generador de conflictos, reacio a entender que se ganó el desprecio de la gente; que ya no se le quiere; que se le enfrenta a su falta de responsabilidad en el manejo de los asuntos públicos y permisivo con la corrupción, tragedia de la cual sobran las pruebas. Un régimen buscapleitos porque se cree domina la escena, que todos deben rendirle pleitesía; cuyo mandamás piensa y por lo tanto actúa como el dueño de un país que se le doblega. Gran equivocación que lo tiene, sino loco, a punto de extravío.
De allí que, entre desesperación y miedo, su liderazgo nada en aguas turbulentas sabiendo que, sin fuerzas, no ven la orilla, distante, lejana, perdida en el horizonte, inalcanzable. Sucede de este modo porque el destino de todo régimen que subyuga a un pueblo, es que ese pueblo recobre la fuerza perdida y, sin miedo, se disponga a recuperar lo que ha perdido. Venezuela, como todo el mundo sabe, era una gran nación que iba disparada al encuentro con otras naciones de abierto desarrollo, pero con la llegada que le facilitó la democracia, a la cual intentó derribar primero y luego sí pudo engañar, la revolución socialista en vez de transformar lo malo en bueno hizo todo lo contrario. Imperdonabl
En la hora actual de la república renace la fe, se abre la esperanza y la ciudadanía toda, formando multitudes, anda acompañando a María Corina, sin miedo, en la reconquista de Venezuela. Ese reto se alcanzará, el régimen lo sabe. Por eso anda con miedo, con mucho miedo, tanto que no lo disimula. Se le notan las costuras, irreparablemente.
ÁngelCiroGuerrero