Llegar a Macanao y encontrar al equipo de Provita que lidera José Manuel Briceño es parte de la aventura de un equipo que desde hace más de 20 años viene trabajando para la conservación de la cotorra margariteña.
La amazona barbadensis como llaman a la cotorra margariteña es un símbolo de las aves insulares que por años ha sido la mascota preferida de los margariteños y cochenses.
Y es que por años el hombre insular soñaba con tener una cotorra en su casa que remedara a sus familiares y sirviera de distracción a los niños de la familia y era un orgullo mostrarle a la comunidad una cotorra que aprendiera palabras groseras y saludos a los políticos.
Esa costumbre milenaria de los insulares se mantuvo por años hasta que las sociedades conservacionistas del mundo empezaron a dictar cátedras sobre el daño que el cautiverio le hace a los animales y a la misma naturaleza al encerrar a las cotorras hasta verlas morir sin alzar sus alas y volar libres como el viento.
Esa es la lucha que emprendió Provita con José Manuel Briceño ondeando las banderas del conservacionismo, de la libertad de las aves y la preservación de la naturaleza.
Sin dudas un acto heroico de este biólogo que entendió su rol en la sociedad y que empeñado en mantener esta especie ha preparado una legión de cotorreros que desde los predios de Macanao han alzado su voz de protesta contra los depredadores humanos, han preparado estrategias para evitar que las culebras se coman los huevos y han regado nidos de cotorras en los árboles donde tienen su reservorio las cotorras margariteñas.
Es un espectáculo ver lo que hace esta familia cotorrera que con troncos de árboles y tubos pvc han creado comodidades para que las cotorras sigan anidándose y reproduciéndose como Dios manda.
Gran tarea conservacionista valorada por neoespartanos que hemos conocido su labor en pro del equilibrio ecológico global.
Con el paso del tiempo la sociedad ha empezado a cambiar y los ciudadanos han entendido que liberar una cotorra es un acto de humanidad que permite ver el milagro de la creación cuando una cotorra con su plumaje verde, amarillo y rojo vuela libre lanzando sonidos intermitentes que le muestran al mundo la belleza de la libertad.
Volver a su hábitat es un milagro y por eso cuando vemos por el cielo insular volar a las cotorras le lanzamos bendiciones a estos cotorreros que desde Macanao han levantado sus voces para que el mundo le respete y reconozca su trabajo tesonero de cada día.
Ahora cuando desde Washington DC le dan un reconocimiento mundial por National Geographic al trabajo al Coordinador de Provita en Nueva Esparta nos corresponde en Margarita darle un aplauso de pie al biólogo José Manuel Briceño Linares por ese gran trabajo conservacionista que contribuye a hacer de Margarita un espacio conservacionista y ecologista. Esas son las tareas que deben hacer los ciudadanos en cada uno de sus espacios para contribuir al equilibrio del planeta.
Por esa razón cuando vemos las cotorras, los pericos y guacamayas lanzando sus cantos de libertad por el cielo insular hay que dar gracias a Dios y a José Manuel Briceño y su equipo por ese trabajo maravilloso de fabricar nidos, preservar los huevos de las culebras y evitar que los depredadores sigan llevando los pichones a cautiverios que le impiden volar con libertad.
La tarea del Coordinador de Provita en Nueva Esparta fue evaluado por expertos internacionales que fueron capaces de mostrar el talento de éste biólogo que encontró en Macanao un espacio para dar rienda suelta a sus potencialidades de conservacionista de alto nivel.
Da gusto internarse en las montañas de la Península para ver de cerca ese trabajo maravilloso que realiza ese ejército de cotorreros que ha sido capaz de elevar los niveles de conciencia en las comunidades de Nueva Esparta.
Ese trabajo hay que llevarlo a las escuelas y a todas las comunidades de la región para que los ciudadanos de esta tierra de la sal sean capaces de entender que el mundo se mantendrá intacto para las nuevas generaciones que vendrán a poblarlo.
No solo basta con mantener eslóganes políticos y con la búsqueda de lo material como salida a la crisis que vive el país, sino que es importante salvar a la humanidad con estos intentos simples que se convierten en grandes hazañas que ante expertos en conservacionismo mundial resultan intentos super valorados para proteger el planeta tierra.
No se equivocaron los funcionarios de National Geographic cuando valoraron el trabajo de José Manuel Briceño, sino que hicieron diana en el trabajo realizado en la Península de Macanao por un biólogo soñador que hace 20 años se casó con la cotorra margariteña para sembrar de verde el cielo margariteño.
Ahora cuando vemos el vuelo de las cotorras en manadas y con sus cantos bullangueros decimos “gracias José Manuel por tanto”.
Encìclica/ManuelAvila