Le di el beso en la mejilla tostada por el sol y él me regresó el suyo al tiempo que me apretaba, muy duro mi mano, y me bendecía.
-Esta vez llegó muy temprano, dijo.
-Sí. Salí a las seis de la mañana desde Mérida. Es que me marcho mañana a Costa Rica y quería despedirme.
-¡Ajá!. Se lo agradezco. Usted siempre tan atento con nosotros.
“Prometido” alza el hocico y mueve su cola amarilla para luego regresar al sueño, allí, junto a la rueda izquierda de la silla en donde descansa el amo.
Teresa va a la cocina para voltear las arepas. Cruz se alisa el pelo y el bigote. Epifania sale de la habitación y se incorpora a la conversación sentada en una silleta de cuero, al lado de su marido. Juan Félix Sánchez nos sonríe con esa risa suya que era llenarlo a uno de vida. Igual su mirada, penetrante, porque nos miraba directamente al corazón. Uno, ante él y por él, se sentía como un nieto, de pálpito como un hijo, como un amigo, como propio e indivisible; es decir, como si le hubiese sentido desde siempre.
Era aquella una mañana gris, con amenaza de lluvia. Fue la última vez que vi con vida al Señor de los Páramos, como le llamé desde el instante mismo en que lo conocí. Quedó inconclusa una segunda fase de nuestras conversaciones a las cuales él siempre estuvo dispuesto. Lo que sigue corresponde al último día en que Juan Félix Sánchez y yo nos vimos, allá en su casa de San Rafael de Mucuchíes, quince días antes de su muerte;
-Juan Félix ¿usted acaso allá en el Potrero, al rezar, alguna vez ha podido hablar con Dios?
-¡Claro! ¿Acaso yo no sé qué Dios está en todas partes? ¡Mire! –Me mostró- ¡Mire esa piedra!¡Mire estas piedritas! ¡Mire este cielo¡ ¡Mire esta gente! ¿No son toda obra de Dios? Yo no dudo. A mí las preocupaciones se me dan por otras cosas. Por las cosas de Dios, no. Esas son tan simples que, por simples, la gente no las cree ni las quiere. Yo sí. Por eso siempre digo que las piedras feas son las más lindas…
-¿Usted sabe la diferencia entre la estrella del mar y la estrella del cielo?
-Que la primera camina sobre el fondo de la mar. En la arena, allá abajo, donde nadie la ve. Bueno, no la ven los ojos de nosotros, porque los ojos de los que viven allá abajo, en el fondo de la mar, que son millones de ojos, esos sí pueden ver allá, sin problemas y sin lentes de vidrio y goma, como esos que usan los buzos. Ella, la estrella de mar, tiene mil patas que se pegan a la arena, como las paticas del ciempiés, y va avanzando. Cuando usted la saca de la mar, se queda quietica y se muere…La otra, la estrella del cielo, también se muere pero después de vivir muchísimos, pero muchísimos siglos. Sucede que esa estrella es inmensa, tan grande que, a pesar de ser grande el universo, casi le ocupa todo el espacio. Nosotros no la vemos muy bien porque está muy lejos. Pero déjeme decirle: también esa estrella es obra de Dios…
-Y se mueve?
-¡Claro! Igualita como la tierra, da vueltas.
-Aquí en El Tisure se ven muchas estrellas, Juan Félix.
-Sí, grandes y hermosas, Al lado de ellas la luna es pequeñita.
-¿Cómo y por qué se vino a vivir en El Tisure?
-Un día me hablaron los sentimientos y se me arrejuntaron en el corazón todos los recuerdos. Yo me dije: Así debe ser. Es una orden del alma. Le hice caso y me fui. Yo le dije a Epifanía: ¿´Se viene a vivir conmigo? Ella me dijo que sí y arregló la ropita. Yo la vide haciendo la maleta y hasta me sentí alegre de que yo no me iba a dir solo. La verdad es que Epifanía me abriría camino y yo dejaba hacerme camino. Más allá de La Ventana me fijé en ella, ya no como la amiga sino como la compañera de siempre, porque si ella se iba conmigo y yo con ella era para todos los días del mundo. Desde entonces, y ya van pasando los cincuenta años, ella está conmigo y yo con ella. Felices los dos. Yo hice el viaje para cubrirme la falta de mamá. Cuando ella murió fue el viaje. Y me fui, endespués que mamá se murió, buscando el filo de El Tisure. Naiden a mí me dijo que me fuera tan lejos, pero tan lejos que se me devolvieran los recuerdos, por la sencilla razón de que más allá de las tejas yo iba a estar tranquilo… Por eso le dije a Epifania: Mija. Sigamos pálante. Dejé San Rafael y llegué al Potrero. Yo me iba a dir mucho más allá de La Ventana, hacia arriba, hacia el horizonte. Allá me pasaría la vida tratando de arrejuntar los recuerdos. Si la ristra de ajo es larga, el vuelo de los pájaros es más largo, hacia la busca de esa raya en la qe uno se va o se queda o se hunde. Pero yo me dije no me voy, me quedo. Y si yo me quedo, Epifania se queda conmigo y como los dos somos uno, nos quedamos los dos, que somos uno y la vida es quedarse. Por eso nos quedamos allí, donde yo me amañaba mucho. Es otro mundo.
-¿Cómo es ese otro mundo, Juan Félix?
-Eso mismo: es otro mundo. Allá arriba el cielo es tan, pero tan inmenso que, como siempre está azul, uno puede hasta ver cómo las estrellas juegan, una tras de la otra y aunque le digan a uno loco, se pueden contar, sin equivocarse, una por una, todas las nubes. Allá arriba el cielo es tan grande que uno se queda abismado de lo chiquito que es uno y de lo grande que es Dios.
-¿Cómo es el cielo, Juan Félix?
-Yo sé que el cielo es uno solo, pero a veces yo siento como si fuesen muchos los cielos que uno ve, porque hay cielos de color azul inmenso, de azul claro color de agua; de azul tirandito a gris clarito; otros días amanece el cielo blanco, pero blanco grisecito, pero por raticos, porque después llega el sol y ¡zuás! abre las nubes y llega otra vez el color azul ligado con el amarillo y el rojo. Bueno, tengo gratis el arcoíris a cada ratico. Eso es muy lindo y también es un regalo de Dios.
-¿Cómo son los arcoíris de El Tisure?
-Los más lindos del mundo. Son rayitas curvas, una seguida de la otra, con toda clase de colores. Tan bonitos que si yo fuese pintor ya hubiera pintado el cuadro más grande del mundo….
-Para pintar ese cuadro, Juan Félix, necesitaría unos pinceles gigantescos…
-No crea, lo que uno requiere es imaginación.
-Para usted, ¿qué son las nubes?
-Epifania dice que son lágrimas de los ángeles, que son y tan bonitas que se quedan flotando en el cielo, hasta que son muchas y, por el peso se abren hacia la tierra cayendo endespués en forma de lluvia.
-¿Usted cree eso?
-Si lo dice Epifania, sí. Las nubes son muy bonitas. Mire, yo me arrecuerdo que allá en El Tisure, me acostaba en la grama y al lado mío se acostaba mi perro “Prometido” y me ponía a contar las nubes. Una, dos tres y, “Prometido” a ladrar como si me llevara la cuenta. Pero eso lo hacía yo solito con “Prometido” por única compañía, sin que Epifania me viera porque me daba pena que fuera a pensar que yo me estaba volviendo loco. La verdad es que las nubes son como copitos de algodón que se le escapan de la falda a la Virgen, cuando se sienta allá arriba a tejer la malla protectora con la que cubre a los niños y a los animalitos para que la gente grande no les haga daño….Las nubes son, mi querido amigo, copos de algodón, lo repito, que también se le escapan a los ángeles que, por ser querubines los que acompañan a la Virgen cuando la Virgen teje, se la pasan jugando y descuidan su tarea y dejan que alguna nube, es decir, un copito de algodón se les salga de las manos y se les caiga del cielo.
-¿Y cuál es la tarea de los ángeles?
-Pastorear los cielos para que Dios siempre los vea limpios y ordenaditos. Los ángeles también tienen sus obligaciones. Por ejemplo: están los angelitos que por ser chiquiticos y casi ni saben leer, a ellos se les encarga de mantener siempre floreada la matica de la pureza y la matica de la inocencia. Están los ángeles de la Guarda. Esos son mayores y tienen la obligación de cuidarnos. Estos ángeles reportan las cosas buenas de uno…
-¿Y también las malas?
-¡Pues claro! Dios no puede estar pendiente de todo. Por eso tiene sus ayudantes. Después están los arcángeles que son los de mayor grado en el ejército de Dios. A ellos los comanda el arcángel Miguel…
-¿Y cómo cree usted que sea el ejército de Dios?
-Usted sabe que al principio, cuando no había tierra sino sólo el Universo, y Dios no había tenido tiempo aún de crear al hombre ni a ninguna otra criatura terrestre el cielo, es decir, la inmensidad, estaba poblada de ángeles. Eran miles y miles. Formaban batallones que iban por todas partes cuidando esa inmensidad. Esos batallones tenían sus generales y los generales mariscales. Uno de ellos, el más valiente, inteligente, osado y hasta más bonito de todos, llegó un día a creerse que podría igualarse a Dios…
-¿Cómo se llamaba ese atrevido?
-Luzbel, que quiere decir luz bella. Este mariscal, o mejor dicho, gran arcángel, empezó a sembrar cizaña entre la tropa y consiguió alebrestar a unos cuantos que lo secundaron. Cuando se sintió poderoso presentó batalla a los que seguían con Dios y los que seguían con Dios le ganaron. Llevado al Tribunal, Dios le perdonó la vida pero lo condenó a vagar por esa inmensidad eternamente. Luzbel se llenó de odio, de rabia y de envidia y desde entonces quedó representando el mal por los siglos de los siglos.
-¿Y cómo se llama su ángel de la Guarda?
-Pues mire que no se le he preguntado (y Juan Félix ríe)
-¿Tendrá nombre?
-Je, je, je. Vamos a ponerle un nombre. A ver, a ver. Bueno, como a yo le gusta viajar, aunque ahora no puedo, y a esta silla de ruedas lo que le falta es motor, porque tiene buen chofer todavía, vamos a llamarlo “el guiador”. Sí, porque será el que me guíe…
-¿Y todavía piensa viajar mucho, Juan Félix?
-¡Ay mijito, si yo tuviera alentao me iría con usted pá donde usted se va. ¿Pá dónde es?
-Para Costa Rica.
-Bueno, para Costa Rica. Yo, ahora, con la imaginación voy pá todos lados, porque Dios me marcó los caminos. Dios está arriba porque desde allí puede, con mayor comodidad estar pendiente de todo –pues se debe cansar de tanto trabajar por todos-. Yo, paramero, recuerdo que llegué a Caracas vestido de flux de kaki, zapatos de charol y me saqué la foto para que el pueblo de San Rafael supiera que yo si había ido
-¿Cómo será Dios, Juan Félix?
-Él es como los pajaritos, lleno de belleza, de bondad y de ternura. Él es como las piedras –que la gente dice que son duras y que son feas- pero ellas, como Dios, son también suaves y hermosas si uno las ve con ojos del alma y las quiere con el corazón.
-¿No añora el mar?
-Sí, y mucho. Yo fui a La Guaira, pero mirando desde aquí el cielo, me arrecuerdo por qué el cielo es una inmensa cortina de color azul. Por eso es que el agua de la mar es azul. ¿Sabe por qué? Porque la mar es un inmenso espejo en el que se retrata el cielo. Es decir, pá que usted lo entienda mejor: la mar es el cielo al revés. Yo conocí la mar a los 43 años. Ya estaba yo viejo y por eso le entré con respeto…usted sabe que las personas mayores piensan mucho para dar un paso adelante, hacia lo desconocido. No por miedo, sino por responsabilidad. Me gustó, sí, me gustó mucho. La mar es como las montañas. La diferencia está en que la mar es de agua y las montañas son de tierra y piedra…y todo hay que cuidarlo, no se le olvide. Hay que cuidar todas esas maravillas, porque esas maravillas son obra de Dios. Yo siempre he dicho que las cosas de Dios deben respetarse y deben cuidarse. Por algo son de él, creadas por él y por algo dejadas por él aquí en la tierra. ¿Cómo vamos a matar a un pajarito si el pajarito es la figura de Dios mismo, hecho colibrí pero con plumitas? ¿Cómo vamos a dañar una quebrada si esa agua viene del centro de la tierra y es la que bebemos y regamos los campos en donde sembramos y cosechamos los alimentos; y además, el centro de la tierra es como el corazón de Dios. Eso no lo entiendo, eso es dañar la naturaleza no tiene perdón de Dios.
-¿Y qué le parece a usted la democracia?
-Que ya la han bailado tanto que pareciera estar cansada. Hay que dejarla que descanse, que repose para que recobre fuerza y, como muchacha nueva, salga a beneficiar al pueblo.
-¿Cómo cree usted que era Bolívar?
-Bolívar era el rayo, era la luz, era la centella. El más valiente de los venezolanos y el más inteligente de los americanos. Bolívar es el verdadero y único Padre de la Patria. Yo le respeto mucho. No soy bolivariano de boca, lo soy de corazón.
-Si yo le preguntara por la política, ¿cuál sería su respuesta?
-Yo no tengo la intención de ofender a naiden, pero digo –y que la gente me perdone- que muchos políticos equivocaron el rumbo y en el camino mostraron la enjalma llena de errores…
AngelCiroGuerrero