Respetar la palabra empeñada es una enseñanza que, desde muchacho, el hombre adquiere comprometiendo su honor a todo trance, porque así lo aprendió de su padre, quien lo heredó del abuelo.
Es uno de los más honorables retos a cumplir que se aprecian como cruciales en la vida, pues va intrínseco en la formación que recibimos en el seno familiar, luego en la escuela y priva en la actitud que, finalmente mantenemos, cara limpia siempre, en nuestra actividad en sociedad.
En el camino que transitamos, desde que dejamos el hogar paterno, en busca del sueño de ser alguien hasta conseguirlo, por voluntad y esfuerzo, muchos son los retos que se nos presentan en ese tránsito, normalmente lleno de dificultades.
Pero las vamos venciendo una a una, y son acicate que motivan a ser mejores en todo, porque nos empinan hacia la superación sin duda alguna, lo cual es ampliamente positivo. Debe suceder así, es lo correcto, salvo que la senda trazada resulte tan difícil que logre vencernos. Entonces la pregunta: ¿Quién falla? ¿El reto, porque es imposible superarlo, o nosotros por débiles? Fundamental, definir muy bien la respuesta. De ello depende seguir o no por ésa vía o escoger otra ruta.
La reflexión es válida a la hora de confirmar o no si un líder tiene bien clara la responsabilidad que asume frente a quienes lo aceptan como conductor en cualquier estrato de los tantos que componen nuestra sociedad. Y, caso concreto, el de los políticos, especialmente en estos tiempos en que la franja de los incrédulos cada día se ensancha, resultando política y numéricamente, comprobable el alto número de los que están dejan a un lado a los prometedores de oficio, que en las ferias electorales ofrecen villas y castillos.
Los que ondean esa clase de bandera, populista, mentirosa y humillante, están siendo rechazados. En ellos ya no cree la gente.
El ciudadano respeta al político serio y responsable, al que en tiempo y circunstancia demostró fehacientemente una conducta indeclinable, que ofreció lo que podía hacer, prioridades por delante, y cumplió. El testimonio de la obra hecha lo da el propio pueblo.
Esa es una verdad irrebatible.
Y en Morel Rodríguez Ávila se da por entero ese ejemplo. Recordarlo es reiterar una verdad, un comportamiento de muchos años, una definición muy precisa de lo que realmente es un líder, cuyo liderazgo está construido a base de puras concreciones. Honrar la palabra empeñada es el compromiso. Es decir, devolverle a Nueva Esparta lo que Nueva Esparta tuvo: Progreso y desarrollo
Y en el cumplimiento de ese reto está empeñado.
Todos lo saben y lo comprueban a diario. Margarita y Coche están cambiando
Negarlo es imposible.
ÁngelCiroGuerrero