De Internacional de Alimentos sabemos que fue una empresa de Chuique Guerra que invirtió en Los Robles para sembrar en su pueblo una especie de emporio gastronómico que implicaba vender para el comercio de la isla y parte del país. Esa empresa con visión futurista la estableció Chuique con sus ganancias en el Banco Central de Venezuela para desarrolla un emprendimiento que le diera una estabilidad económica en el futuro era un frigorífico de altos kilates donde desde el venado hasta el conejo, desde los langostinos hasta los encurtidos traídos de los distintos países se exhibían en sus estanterías como una muestra del poder gastronómico insular.
Los cálculos no le dieron porque eligió para administrar la empresa a uno de sus compadres que le gustaba la dolche vita. De esa manera ese error terminaría enterrando desde el inició es proyecto tan hermoso que junto la Escuela “Don Pedro y Doña Ana” le daban a La Faja la dimensión de un espacio del progreso. Pero el dueño era Chuique y era el más sabio de la partida en materia económica y por eso después de montar una empresa pujante se puso ciego a la hora de elegir al gerente.
La empresa Internacional de Alimentos arrancó con buen pie porque desde sus inicios las compras eran importantes en materia de pescado, conejos, venado, chorizos y todo tipo de enlatados importados que abrían en la isla una posibilidad de comprar productos traídos de otras latitudes.
Todo comenzó a cambiar en la empresa cuando el consumo de licor se hizo presente con saraos pagados por la misma empresa y sus empleados jugaban al placer, al disfrute y al abuso de ostentar como suyos productos que eran de la exclusividad de los nuevos ricos.
No se tomó cuenta la familia como sostén del control y vigilancia de la auditoría técnica del emprendimiento, pues caer en la jugada de usar los bienes de la empresa para el disfrute y el placer. Esa combinación de la baraja, el dominó y la tallita contaminaron el escenario comercial y ya salió a florecer una especie de garito de la diversión que se gastaba diariamente por lo menos tres botellas del mejor escocés.
Se corrió la voz que todo el mundo podía comer los mejores productos importados sin gastar un centavo y para allá se mudaron los robleros avispados a compartir con el jefe de una empresa pujante. Ver esas comilonas de talante millonario era sorprendente y se invitaba a realizar auditorías que nunca llegaron, mientras el cáncer corría por los libros contables carcomiendo sus entrañas debilitadas por la falta de conciencia.
A la quiebra se fue casi inmediatamente Internacional de alimentos que en pocos meses vio decaer sus ventas para ubicarse en un negocio en quiebra que más nunca levantaría vuelo financiero. Es que negocio que se pone en manos ajenas nunca puede florecer y se equivocó Chuique Guerra que puso en manos de sus enemigos y envidiosos competidores el control administrativo de la empresa. Ni un solo familiar formó parte del emporio empresarial que tuvo vida efímera porque a los pocos meses ya era un galpón abandonado que se fue a la quiebra después de ser uno de los negocios más florecientes de Margarita.
Por supuesto eso trajo enfrentamientos familiares, divisiones comerciales y una historia de amor y dolor que registran los robleros que conocieron el esplendor de Internacional de Alimentos y vieron desplomarse su bonanza ante los ojos de los pilarenses. Quedó grabado en los recuerdos de los que vimos el florecer del Kinder “Don Pedro y Doña Ana” y de la empresa de alimentos que fueron dos espacios de la prosperidad empresarial pilarense. Al parecer cayó sobre la faja una especie de maldición del progreso y salvo los saraos que arman Kalica y Luzardo bajo la mata de mango de La Faja para celebrar su paso por la vida con amigotes venidos de varias partes de la isla y donde a cualquier integrante se le ocurre cantar o improvisar canciones de cuna, más nada extraordinario ha ocurrido en la Faja de Pedro José más nunca.
Atrás quedaron los sueños de Chuique, Ike y la maestra Iris y más allá la casita humilde donde el Poeta y cantautor Roblero Jesús Avila estuvo por años rasguñando su guitarra y cantándole al Yaurero, a la mata de ceiba, al Cristo de Pampatar, a la Ciudad Heroica y a toda la Margarita que tanto amó. Y en ese mismo espacio estuvo la panel azul de la que tantos cuentos hay en La Guaira cuando Jesús fue repartidor de postales y cartas. Al final no se supo quién quedó con esa reliquia automotor roblera que tantos recuerdos tenemos de su paso lento por las calles de mi pueblo.
De Internacional de Alimentos solo quedó el galpón como símbolo de los errores gerenciales y humanos, de la deslealtad y de la picardía roblera como una muestra del disfrute de los dineros ajenos y de la trácala como arma de combate.
Desde La Faja simbolizó un libro de cierre del Maestros Ike para dibujar en unas cuantas cuartillas la prosperidad de un espacio que dejó grabados muchos recuerdos en el pensamiento colectivo de quienes vimos de cerca el ocaso de un imperio. Esa disputa de casta contra casta puso fin a la amistad como sinónimo de hermandad y deformó esa tesis de que los hermanos se encuentran en las calles y no en el hogar, así como dijo el Maestro Ike “Y entonces uno se rasca el cogote, deja pasear la vista a su alrededor y concluye que esto se acabó, todo está patas arriba. No hay más remedio. Hay que admitir porque de lo contrario serás condenado a morir como apestado, te soportarán a duras penas, mortificarás con tu presencia y tus palabras. Te evadirán, serás un marginado que vale decir un inútil sin aspiraciones serias y por supuesto sin futuro”.
ManuelAvila