La frase, de María Corina Machado, premonitoria, retumbó en todos los rincones de la patria donde la inmensa mayoría de los venezolanos, ansiosa por recobrar la paz, el progreso, el desarrollo y la libertad, acudirán a votar, cívicamente satisfechos, porque estarán cumpliendo un deber con el país, y espiritualmente blindados porque será la victoria del bien contra el mal. Eso es verdad.
Además, la líder de la ciudadanía lo expresó, segura, de estar diciendo lo que en toda la nación se espera sea el venidero 22 de octubre. Un día muy especial, realmente histórico, como en ninguna otra circunstancia, de las tantas vividas desde que somos república, para decirle al mundo que se quiere el regreso definitivo de la democracia y se rechaza frontal y para siempre al perjudicial socialismo.
Será, asimismo, una suerte de poderoso grito que anunciará el comienzo de una nueva independencia, porque habrá de constituir, que nadie lo niegue, la ratificación anticipada del desplome de un régimen que sirvió sólo para destruir a Venezuela.
Lo demostrarán las filas de mujeres y de hombres dichosos de manifestar, sin ningún tipo de violencia (ojalá no la enturbien los colectivos del oficialismo) para que todo el planeta sienta que los verdaderos hijos del Libertador Simón Bolívar (los que lo aman con sinceridad y agradecimiento) no quieren trato alguno, jamás, con lo que huela a dictadura.
La elección primaria tiene, por otra parte, una clara intención: la de demostrarle al régimen que, por más trampas, impedimentos, represión, mentiras y falsas acusaciones, los ciudadanos no tienen miedo. Que han sufrido y siguen sufriendo la espeluznante, criminal y miserable manera con la cual el totalitarismo los agrede y les destruye el país, pero tienen capacidad suficiente para superar toda la maldad en su contra, unificarse alrededor de la candidata que, verdades por delante, muestra la ruta que los llevará a recobrar sus derechos perdidos por el robo gigantesco que les arrebató Venezuela y a concretar muy pronto sus sueños.
La imagen de María Corina caminando por entre la larga fila de autos, camiones y autobuses, represados por la guardia nacional para impedirle el paso en el Peaje de Guacara, en ruta hacia Valencia, fue el mejor de los retratos del desespero, de la rabia y de la frustración, que ya no pueden disimular, del liderazgo rojo ante el avasallador avance libertario, que se lo está llevando por delante, asustados como está de no poder escapar ya de la más grande repulsa a su total fracaso como gobernantes. La que se le propinará, el próximo 22 de octubre, como adelanto al triunfo de las presidenciales del año 2024.
Esa es la única respuesta que las tres cuartas partes, y media, de los venezolanos responsables, apegados a la legalidad, mediante el sufragio, en este proceso de primaria, podrán darle a la claque dominante, cuya revolución no lo ha sido ni lo será como son las verdaderas revoluciones, muy pocas, por cierto, que revolucionan a los pueblos con planes y programas que no los destruyan, sino engrandecen.
Ya todo está bien definido. El régimen quiso interferir el proceso de primaria, a última hora y mediante su hamponil estilo, pero no contaba con la fuerza, la responsabilidad, seriedad y valentía del presidente y demás miembros del CNP, que sin el lenguaje provocador y a veces escatológico del oficialismo, le rechazó al caramelo de cianuro que le presentaba el nuevo directorio, naturalmente todo chavista. Esa posición recibió el aplauso ciudadano y, desde luego, reforzó la fe, confianza y generó mayores adhesiones a la jornada cívica del 22 de octubre.
Definitivamente, los venezolanos quieren salir de la situación política en que la llamada revolución socialista sumió al país; de la situación económica a la cual, sin auténtico real y beneficioso resultado, en 24 años de desgobierno, sigue cojitranca, atribulada y sin vérsele solución que sea sinceramente positiva; de la peligrosa realidad social en que se vive, a extremos de miseria y hambre, de vergonzante carestía y abuso de las mafias árabes y turcas que ya dominan el mercado de alimentos y toda clase de productos de primera necesidad; de la aguda situación de inseguridad, amenazados en todas partes por los pranes y las autoridades manos arriba: de la corrupción que campea por la libre en todas los vericuetos de la administración y el régimen escondiendo al más ladrón de todos los ladrones, porque le tiene miedo a que eche dedo, un tal Tarek. En fin, es larga lista de las siete plagas que la revolución chavista trajo a Venezuela.
El proceso de elegir a quién será la persona que lleve bien izada la bandera de la libertad, que lo será por siempre el tricolor -hoy en día tan humillado por los que dicen respetarlo-, fundamental tarea que la ciudadanía cumplirá el 22 de octubre, igualmente constituye un compromiso que mostrará que una mayoría determinante ha entendido la consigna, la promesa, la rotunda afirmación que proclama María Corina Machado de llegar hasta el final. Por eso, y mucho más que falta por decirse, el 22 de octubre será el día en que comience el gran cambio en Venezuela.
ÁngelCiroGuerrero