Desde el cambio de hora en la madrugada del último domingo de marzo, los días han ido estirándose más y más hasta que, llegado mayo, ya parece que estamos en pleno verano. Bueno, las inusuales altas temperaturas también influyen, y bastante, en esa sensación de estar viviendo por delante del tiempo en el que nos encontramos. Los días son más largos, y de eso no hay duda, aunque nos pueda hacer dudar que a las nueve de la noche todavía sea de día (y que la temperatura aún supere con creces los 20 grados para esa hora).
Con las últimas semanas sin una gota de lluvia en buena parte de la península, seguro que ya habrás tenido la típica conversación del tiempo con tu vecino en el ascensor o con tu compañero de trabajo, pero con el añadido, cada vez más evidente, de lo que ya se conoce como «ansiedad climática». Todo lo que no está cayendo ahora se va a notar en pleno julio, te habrá dicho, o le habrás dicho. Con este calor adelantado, va a tocar agarrarse cuando, de verdad, empiece el verano.
Para el día más largo del año, o lo que es lo mismo, el solsticio de verano, queda más de un mes. Conocido en España como el Día de San Juan, con su noche, las horas de luz se mantienen en él más que en ningún otro día del año. Debido a que el planeta Tierra y las horas de luz que recibe a diario no son siempre exactos, su fecha exacta en estos términos suele variar, pero por lo general se da el 21 de junio. Sin embargo, resulta que el día más largo del año no es también el más caluroso. ¿Cómo puede ser?
No lo notamos, pero estamos inclinados
Se puede llegar a pensar, y con aparente cierta lógica, que puesto que el sol irradia como en ningún otro día del año, la temperatura se mantendrá alta como en ningún otro día del año. Error. Veamos por qué.
Lo primero que debemos recordar es que el movimiento que realiza nuestro planeta alrededor del Sol es el que determina en gran medida su clima. De esta forma, en lo que aquí dentro conocemos como verano, el hemisferio norte está mirando hacia el astro, por eso sus rayos llegan más directamente a las zonas ubicadas en dicho continente. En invierno, ocurre al revés.
Esto se debe a que el eje de rotación terrestre se encuentra inclinado 23,5 grados respecto al plano que dibuja el planeta con su órbita alrededor del Sol. Vamos, que la Tierra está inclinada, y de no estarlo, no tendríamos estaciones. Además, los días días también abarcarían las noches.
La importancia de los océanos
Para que el solsticio de verano tenga lugar, el Sol deberá estar en el punto más alto posible en el horizonte. En ese día hay más horas de insolación que en cualquier otro, porque los rayos solares nos llegan más perpendiculares, y durante más horas. Pero aquí solo comienza todo.
Los océanos regulan la temperatura global, ya que el agua tarda mucho más que la tierra tanto en calentarse como en enfriarse
¿Cómo puede ser que dicho día no se sitúe a mediados de verano? La respuesta la tienen los océanos. Son ellos los que regulan la temperatura global, ya que el agua tarda mucho más que la tierra tanto en calentarse como en enfriarse.
Puesto que durante el invierno, a los mares les da tiempo a enfriarse, aunque el Sol nos envíe el máximo de radiación, el tiempo seguirá templado. Así, llegado junio, a las grandes masas de agua como estas aún no les ha dado tiempo de calentarse en su máximo o, mejor dicho, aún les quedan posibilidades para calentarse más.
Para entenderlo, también es importante tener en cuenta que la órbita de la Tierra en torno al Sol no es circular, sino elíptica. Esto quiere decir que hay épocas en las que estamos más cerca del Sol, y otras más lejos. De ahí los inviernos, los otoños, las primaveras y los veranos. Si bien es cierto que la trayectoria de dicha elipsis no es muy alargada, entre el punto más cercano y el más lejano hay nada más y nada menos que unos 9.000 kilómetros de diferencia.
Llegados a este punto, lo más fácil es pensar que en verano estamos más cerca del Sol, porque hace más calor. Pues déjanos decirte que no es así, sino más bien al contrario. El día en que más cerca estamos del astro suele transcurrir durante la primera semana de cada año, justo antes del día de Reyes, es decir, en pleno invierno. La primera semana de julio, por el contrario, es cuando estamos más alejados.