La figura encantadora y misteriosa de la reina Nefertiti cautivó incluso a Hitler. Como evidencia la historia, cuando el dictador se obsesionaba con algo, lo quería para él a toda costa, y Nefertiti fue uno de sus objetos de fijación.
El amor de Hitler por Nefertiti se evidenció en su fascinación por el hermoso busto de la reina. Para él, los rasgos de Nefertiti, como su cuello largo, su nariz bien definida y su mirada altiva, representaban no solo un estándar de belleza, sino ¡un ideal de belleza aria!
El descubrimiento del busto se remonta a 1912, cuando el arqueólogo alemán Ludwig Borchardt lo encontró en el taller del escultor Tutmose en Amarna, Egipto. Borchardt logró llevar la delicada obra a Berlín con astucia, engañando a las autoridades egipcias sobre su verdadero valor. Hitler, al llegar al poder, reclamó el busto para Alemania, desencadenando una disputa entre Egipto y Alemania sobre su propiedad.
La preocupación de Hitler por el busto era tal que ordenó su ocultamiento en una mina en Turingia durante la Segunda Guerra Mundial para protegerlo de los bombardeos. Después de la guerra, fue recuperado por las tropas estadounidenses y trasladado a diversos lugares hasta que finalmente encontró su hogar en el Museo Egipcio de Charlottenburg en Berlín.
El legado de Nefertiti sigue siendo relevante en la actualidad, ya que su belleza sigue cautivando corazones y sus características faciales continúan siendo un estándar de belleza. Hitler expresó su asombro y admiración por ella en varias ocasiones, alabando la singularidad y el valor del busto, y soñando con su exhibición en un nuevo museo egipcio en Berlín como la pieza central indiscutible:
«He observado el busto muchas veces y me ha maravillado. Me deleita siempre. Es una obra única, un verdadero tesoro».
«Voy a levantar un nuevo museo egipcio en Berlín. Sueño con ello. Dentro de él construiré una cámara coronada por una gran bóveda y en el centro estará Nefertiti. Jamás renunciaré a la cabeza de la reina».
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