La crónica es considerada como un género narrativo híbrido o bicéfalo, a medias entre lo literario y lo periodístico, ya que carece de las libertades imaginativas de la ficción literaria, pero utiliza los recursos formales propios de la literatura. Esa es la visión universal de la crónica en el mundo y es necesario para partir de ese principio teórico para poder incorporar al cronista al paso de los tiempos cuando la sociedad reclama la participación de sus cronistas en la construcción de la nueva Venezuela.
Este país no ha sido el mismo desde el momento que los venezolanos eligieron un presidente que pretendió saltarse la historia para promover su figura mesiánica por encima de la historia libertadora para promover en los textos educativos y en los programas que se llevan a la escuela para inmortalizar una figura que llegó al extremo de comparase con Dios y por encima del Libertador Simón Bolívar.
En medio de ese berenjenal bolivariano que quiso arropar el paso de nuestros libertadores y la esencia independentista de nuestros héroes aparecieron de la nada los nuevos conquistadores que vinieron por todos los caminos apoyados en la figura diezmada de Maisanta a elevar personajes que nada han tenido que ver con nuestra historia patria.
Pero esas son las cosas que han permitido nuestros cronistas por dejar pasar decisiones presidenciales traídas por las greñas y puestas sobre el tapete como un mandato divino al cual nadie ha podido oponerse con las ideas.
Por eso en aquel momento cuando el Cronista de la Parroquia Aguirre y Cronista de Nueva Esparta, Nicanor Navarro retó los límites de la crónica al realizar un análisis histórico que rompió los esquemas de la crónica histórica para levantarse con el coraje que caracterizó a un cronista aguerrido por encima de las polvaredas historicistas y políticas, fue visto como un extra terrestre porque en esa crónica “Bello Y Bolívar” publicada en el Diario Comercio de Porlamar el 6 de mayo de 1998 y en el Diario La Hora el 12 de julio de 2003 expresó Nicanor un análisis que llevaba en el alma.
Pero acaso Nicanor Navarro tocó el tema de los abusos históricos que cometió el presidente Chávez para pasar por encima de nuestro Libertador. No lo hizo, pero sí hizo un análisis ponderado y equilibrado de los actos cometidos por Bolívar para mantener el poder.
De eso ni hablaron, ni hablarán nunca los cronistas que consideran la crónica como un folleto para reconocer y valorar la historia, pero nunca para analizar los errores humanos de nuestros libertadores.
Por esa razón se convirtió en un mito tocar alguna vez el salto olímpico que dio el cronista roblero y que le ganó el odio mellizal de los historiadores del país y de los periodistas que se creyeron dueños del mundo para la época cuando la revolución insurgió como la esperanza nacional.
Ese fue el motivo por el cual Augusto Hernández, Walter Castro, El presidente de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Arturo Castillo Máchez, el diputado Ibrahím Velásquez, el director de Ultimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel y tantos otros hombres del régimen que cobijados bajo la bandera nacional salieron a defender el bolivarianismo y no salieron nunca a reclamar posteriormente los saltos que dio Chávez para pasar por encima de la figura del Libertador.
Ahí desaparecieron los bolivarianos que llegaron a considerar a Chávez un ser superior que inclusive se puso por encima de Bolívar ocupando su puesto como el nuevo héroe de Venezuela.
Pasó el tiempo y la crónica histórica de Nicanor Navarro nos terminó dando la razón porque no fue ningún error analizar al Bolívar humano con sus fortalezas y debilidades y que los cronistas de Nueva Esparta para la época dieron un paso atrás y no asumieron alguna posición en defensa de un cronista que no cometió ningún pecado, sino que realizó un análisis histórico de la personalidad de Bolívar.
Llamó poderosamente como la Asociación de Cronistas dio un paso atrás para dejar al Cronista de Nueva Esparta ardiendo en la hoguera y condenado al fusilamiento no solo de uno de sus agremiados, sino del Cronista de Nueva Esparta que aun cuando fue nombrado por el Gobernador Alexis Navarro por encima de los deseos de muchos agremiados era la figura cimera de la historia de Nueva Esparta para ese momento.
Ahora si el culto a Bolívar y el Culto a Chávez no lo permiten están los cronistas en el compromiso histórico de asumir posiciones que rompan con ese cuadro sepulcral de permanecer como momias rumiando historias y cortando y pegando documentos que se han repetido por los siglos de los siglos solo para alimentar egos y mantener una imagen sacro santa de sus funciones en la investigación histórica.
Por eso la crónica moderna obliga a los cronistas a realizar análisis de los daños que le ha causado al país un gobierno que se equivocó en el tiempo y que después que habíamos dejado atrás los tiempos de las montoneras de Ciprino Castro, Isaías Medina Angarita, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez nos correspondió ver de nuevo esta película de terror que ha durado 25 años y ha sido la peor perversión de la gobernanza venezolana.
O acaso que no es historia ver tanta hambre de vuelta en nuestras tierras, de tantos muertos por luchas por reclamar la libertad, tanto daño a nuestra historia al cambiarle los nombres a las calles de las ciudades históricas, la remodelación de nuestras catedrales y de nuestros sitios históricos, la pintura a los bustos y estatuas, el maltrato y devastamiento de las figuras históricas de nuestro país solo porque no estaban en sintonía con el comunismo socialista.
A la Asunción capital de Nueva Esparta le destruyeron el Paseo “Vargas Machuca”, les cambiaron el nombre a sus calles, le pintaron sus bustos de sapolín verde, le rehabilitaron su Catedral sin que nadie dijera nada y todo eso por el bendito miedo al poder autoritario del Estado.
Con esas jugadas los cronistas han estado temblorosos, acobardados y tímidos porque ni una sola letra salió de su pluma para reclamar los bienes muebles e inmuebles que fueron destruidos en el paso de estos 25 años de desagravio contra nuestra historia.
Y pensamos seguir siendo mudo actores de una tragedia histórica que ha destruido nuestros valores patrimoniales. Es tiempo que los cronistas despierten de su sueño inmortal de solo vivir de apariencias cosméticas que solo lo hacen aparecer como replicadores de museo para mantener una figura ceremonial que nada le dice a la región.
Los ciudadanos esperan más de sus cronistas sobre todo en estos momentos cuando Venezuela se debate entre ser o no ser y no encuentra una palabra de consuelo de los cronistas que permanecen dormidos dilucidando su propia historia y debatiendo con la Academia de la Historia espacios que ocupan ambos, pero que a ninguno de los dos se le ve lanzando un cohete a ver si truena en Margarita y Coche.
Ser Cronista no es solo hurgar entre documentos y apilonar papeles y libros para no terminar haciendo nada, sino también pegar un grito para enseñarle a los estudiantes y a las futuras generaciones que los ciudadanos de esta tierra trascendieron en la lucha libertaria e independentista, pero que los cronistas de estos tiempos también estamos luchando por la libertad de Venezuela y apostamos a un cambio de modelo político para devolver la felicidad a un pueblo oprimido por quienes volvieron a los caminos del autoritarismo para sembrar de miseria, hambre y pobreza a un pueblo que solo cometió el error de equivocarse al desandar de nuevo por los caminos de la anti historia.
Eso es lo que queremos no tener cronistas de museo, de archivos, sino de analizar la historia, fijar posiciones y mostrarse ante el mundo como hombres y mujeres de carne y hueso que se atrevan a retar los caminos de la historia y a probar que no solo pasamos la etapa de ser la recopilación de muestras orales y escritas, sino a asumir posiciones firmes para que la sociedad empiece a vernos como unas figuras de relevancia para la evolución de nuestros pueblos.
Dios quiera que con un nuevo Día del Cronista empecemos a evolucionar y a mostrarles al pueblo de Nueva Esparta que estamos vivos, que sentimos que nuestro corazón vibra y que necesitamos incorporarnos a la nueva autopista de la crónica actual porque de lo contrario la misma historia nos atropellará y seremos juzgados por no aportar un granito de arena a la transformación y cambios que la patria requiere en estos momentos de tanto apremio económico y social.
Esa es nuestra realidad y es la hora de voltear la brújula para dar forma a un nuevo modelo de cronista donde no solo seamos contadores de historias, sino ciudadanos de primera que luchamos por la libertad de nuestro país. Este es el momento para que los cronistas cambien su atuendo de archivadores de acontecimientos y pasemos a ser analistas de nuestra historia y verdaderos adalides de la crónica del mundo, pues como escribió el Cronista Margariteño Luis Beltrán Prieto Figueroa;
“Se es joven por el generoso impulso del corazón, por la desprendida forma de adhesión a la lucha por la justicia, por la renovada forma de entender la vida como proceso de creación para alcanzar metas altas de felicidad para los demás”.
Encíclica/ManuelAvila