El Negro Velásquez fue quien le dio a su compañero del partido URD Luis Beltrán González “Pitoco” el terreno de su herencia familiar para que instalara el Bar la Gloria en los predios de lo que se llamó El Cercado. Era un espacio de matas de ciruela, ponsigué, jobitos y guayaba ubicada en casi el centro de Los Robles lindaba con Bertha Arocha, Chila García, El Pocito de Damacia y la carretera principal de Pampatar Los Robles.
Ahí instaló Luis Beltrán González “Pitoco” su reconocido Bar La Gloria un espacio con una pista de baile, un pequeño escenario donde colocaban los grupos musicales y con barandales construidos en caña brava y con dos puertas de entrada para controlar el acceso a la pista de baile. Con una cantina donde se expendían las bebidas y el hielo.
A sus alrededores abundaban los árboles de ciruelas y jobitos debajo de ellas se colocaban las mesas de madera y sillas de cuero de chivo donde los asistentes se sentaban al compartir de cada noche y en las fiestas patronales del mes de octubre se producían llenos impresionantes que hicieron ese espacio uno de los más atractivos de la isla.
La familia González Avila en su totalidad acompañaron al Popular Pitoco como lo conocían en el pueblo a la faena diaria para poner a tono el espacio con barrida de las hojas, organización de las mesas, riego de los espacios de arena amarilla y en plena festividad atender a los usuarios con humildad. Por eso el rastrilleo de cada día fue endureciendo la tierra rojiamarillenta que circundaba el Bar La Gloria.
La presencia de grupos musicales de alto nivel hacían ese espacio roblero un sitio atractivo para pasar momentos agradables y de sano esparcimiento. Pero no solo eran de venta de parrillas y pollos, sino que empanaderas y vendedoras de dulcería acudían a esos espacios a vender sus productos artesanales y a disfrutar del momento.
El acceso a la pista cuando había música de viento era con el pago de un ticket que le permitía la pareja bailar tres o cuatro canciones y al terminar salían para entrar de nuevo al pago de otro ticket.
Por años el Bar La Gloria estuvo sonando como un espacio de reuniones familiares con grupos musicales como los Grand Rojos, Los Blancos y otros grupos de la época que ponían a mover los pies a muchos bailarines que mostraban sus cualidades atléticas en la danza y el baile.
Cada mañana el ejército de Pitoco integrado por sus hijos Edgard, Héctor, Oscar, Nereida, Coromoto, Coromoto, Miguelito, Pilarica y su esposa Aura arrancaban con manguera en mano, rastrillos y cepillos para dejar a tono el escenario para dejar el espacio preparado para la jornada de la noche.
El remate de caballos y las fiestas del Galerón de La Ermita tuvieron al Bar La Gloria como centro de sus acciones. Se recuerdan aquellas imágenes de las mesas distribuidas en el centro de la pista de baile donde los galeronistas y la directiva del Centro Ideales del Municipio Aguirre se reunían, no solo para entregar los premios en metálico y en pergaminos a los galeronistas ganadores, sino para degustar un suculento sancocho de gallinas con casabe incluido para poner fin a una velada galeronística tradicional del mes de mayo en Los Robles para celebrar las tradicionales fiestas de la Cruz de Mayo en La Ermita.
El mes de octubre era el mes más querido por la familia González porque las ganancias eran fabulosas y le permitía a Pitoco hacer mucho dinero porque el Bar La Gloria se abarrotaba de gente procedente de todas partes de Margarita y Coche.
Todo marchó bien en las relaciones comerciales de Pitoco y el Negro Velásquez hasta un día cualquiera en que el hijo de edro Velásquez y la Maestra Luisa Rosas amaneció con el apellido atravesado y mandó a demoler el Bar la Gloria. Lo desmantelaron ante la mirada de asombro de los robleros que no encontraban explicación a tal decisión.
Dicen que se equivocó Pitoco y se confió de la amistad con su compadre y socio el Negro Velásquez y no honró los pagos que se hacían mensualmente porque llegaron los camiones con obreros a demoler el espacio del Bar La Gloria para que más nunca los pilarenses tuvieran acceso a lo que fue el centro de diversiones más importante de Los Robles. Así sería la deuda que no titubeo el Negro Velásquez en acabar de un solo palmetazo con ese espacio. Ya Pedro Alberro vivía en San Juan donde se mudó con su familia por razones de salud y porque le habían recomendado irse a vivir a un ambiente de montaña donde respirara aire puro para limpiar sus pulmones golpeados por el asma crónica.
Ahí saltó la nobleza de mi padre Manuel Avila, el Negro Chocolate que cedió a su compadre Pitoco el terreno de entrada al Bar La Gloria para construir el Bar El Ponsigué que por muchos años mantuvo y que ni las gracias le dio a quien le tendió la mano con tanta nobleza. Pero esas son las historias de los seres humanos que a veces hay que citar para que la gente siente que le vibra el alma.
Al final el Gobernador Morel Rodríguez en uno de sus gobiernos le compró a Pitoco el terreno del bar para comenzar la humanización de Los Robles quitándole espacio a los bares y ahí se le rindió honores a a es gran trabajo cultural que hizo el Maestro Alberto Requena por el desarrollo musical pilarense al inaugurar el Conversatorio de Música y Danzas “Alberto Requena” que es hoy un centro de la cultura roblera y donde Belkis Requena hace grandes aportes al crecimiento cultural de Nueva Esparta.
Solo quedan las imágenes del Bar La Gloria, del Bar El Ponsigué, de las buenas y malas relaciones del Negro Velásquez y Pitoco y los espacios guardados en nuestras mentes de los momentos de esplendor de las tradiciones robleras.
Los recuerdos del Bar La Gloria están vivos en nuestra memoria y nadie nos quitará nuestros recuerdos de ninguna manera porque vemos clarito a Luis Aníbal y Elena Guerra danzando con los pasodobles españoles y a muchas parejas robleras y margariteñas enamorándose en medio de la pista, a las familias compartiendo mesa comiendo y bebiendo para celebrar la vida. Esa era el ambiente de alegrías que el Bar La Gloria le regaló a los habitantes de estos pueblos con capítulos de emoción y placer. Ese espacio se cerró en la realidad, pero en nuestra memoria permanecen inalterables recuerdos bellos de una sociedad que vive de sus recuerdos y los celebra con pasión.
En la década de los 70 el Bar la Gloria y el Cine Zaragoza fueron centros de la diversión que los pilarenses pudieron disfrutar con pasión para que todavía se conserven recuerdos vivos en las conversaciones entre amigos done las bailantas y el compartir familiar marcaron el rumbo de una sociedad pilarense que mantuvo intactas sus tradiciones por centurias.
Encíclica/ManuelAvila