Definitivamente, la república está herida. Fue profunda la puñalada que le infringieron, El dolor es tremendo, agoniza. Se nos va a morir y resulta en extremo exiguo lo que pueda hacerse por salvarla.
A menos que, de una vez por todas, con verdadera decisión de patria, los venezolanos nos dispongamos a detener la hemorragia que le está quitando la vida. Pero es un decir, tan solo, porque a la vista se comprueba que pocos, muy pocos, piensan socorrerla. Porque privan sus intereses personales. Después, si acaso, los de la nación misma. Y no es mentira, tampoco exageración. Es la verdad hecha grito que produce la desesperación de verla morirse y no poder hacer nada para detener su muerte.
Esa es la impresión que se tiene, dolorosamente cierta; que se palpa en todos los rincones; que horada los intersticios de la sociedad nacional y reafirma la certeza de un pronto deceso.
Es lo que se palpa en cualquier parte, donde una aterradora visión que a diario crece, dimensiona mucho más la situación de moribunda en que se encuentra nuestra república. Ya se han perdido la fe y la esperanza. Y la moral, languidece. Lamentable, sí, y terrible.
Cuesta aceptar que en dos décadas, apenas, haya podido infringir, con repudiable saña y felonía, un apuñalamiento tan feroz a la república que, hasta el final de la era democrática, en 1998, era realmente fuerte, a pesar de los muchos errores cometidos en los 65 años de vigencia, que se iniciaron en 1958, pero francamente superados por los incontables resultados positivos.
La historia lo refleja: La democracia venezolana hizo de nuestro país una nación moderna, con una constitución y leyes que garantizaban libertad y desarrollo. Tanto, que podíamos sentirnos orgullosos de ser sus ciudadanos, que no habitantes, porque la queríamos, no la expoliamos.
Reinaba el respeto al gobernante, porque el gobernante nos respetaba. Su economía era fuerte y firme, porque sus administradores, en el sector público, igual en el privado, sabían conducirla, y distribuirla. Un solo ejemplo: Pdvsa de verdad era de todos, porque sus ganancias verdaderamente se convertían en enormes beneficios para el crecimiento nacional., No fue caja chica ni tampoco centro de corrupción como resultó serlo en estos tiempos revolucionarios.
Nunca en los tiempos democráticos del país, ni por asomo, a Venezuela se le abrió juicio alguno en tribunales internacionales. Lo único, y nos asiste toda la razón en reclamar porque es legal e históricamente nuestro, es el litigio con Guyana por El Esequibo.
Por cierto, a punto de perderse por el olvido, el retardo, el casi no hacer nada del oficialismo sobre tan importante asunto, después que el líder del chavismo permitió, sin autorización alguna del pueblo venezolano, que los guyaneses iniciaran, tan veloces como avispados, todo un gigantesco plan de desarrollo en lo que es territorio venezolano.
Había libertad. Los Derechos Humanos sí tenían plena vigencia. Los excesos se juzgaban y quienes resultaban sus violadores se las veían con la ley, porque no había tantas juezas ni tantos jueces corrompidos como se ha comprobado existen hoy.
Los robos al erario nacional los protagonizaron algunos ladrones, que los hubo, pero constituían una ínfima minoría, valga decirlo, vulgares roba-gallinas. No como en estos años, que aparecieron por centenares en todos los estamentos de la administración con poderosos testaferros e intrincadas mafias donde por igual pululan civiles y uniformados que, entre todos, le han robado a Venezuela más de 700 mil millones de dólares.
No mencionaremos lo ocurrido, por tenebroso, en materia de seguridad. Simplemente reconozcamos que las víctimas son incontables. La crisis, culpa del desgobierno, le abrió las puertas a una mayor miseria, tanta, que crece el número de los pobres que hurgan la basura buscando qué comer. Mientras, se organizan banquetes para boliburgueses en plenos tepuyes de la Gran Sabana.
El daño ocasionado no tiene límite pues, que se sepa, se cuantifica una enorme suma de empresas quebradas, cerradas, embargadas, desaparecidas, que trajo el desempleo más grueso, mayor pobreza y desaliento. Pero pululan los bodegones, con las más extravagantes exquisiteces y cada día se abren gigantescos supermercados.
En ambas empresas, sus socios tienen en su mayoría apellidos propios del Medio Oriente, que rápidamente dejaron de lado a los provenientes del Lejano Oriente; sin olvidar que el gobierno paga, por la libre, ingentes cantidades de dólares a los artistas por venir a ofrecer conciertos, olvidándose que hay barrios enteros donde sus habitantes comen, si acaso, una sola vez al día. Pan y circo para intentar hacer creer que «Venezuela se está arreglando».
Es necesario decir que los valores patrios fueron superados, olvidados, y la figura del Libertador convertida al mismo nivel del que irrumpiera contra la democracia, que finalmente utilizó para llegar al poder. Las enseñanzas del inmortal Bolívar terminaron siendo apabulladas por los cubanos, turcos, árabes, iraníes y chinos, que nos invadieron; y se dejaron de lado para glorificar, no sin la amenaza de que la hoz destroce y el martillo golpee a los que se niegan a rendirle pleitesía a la ideología oficialista.
El Gran Mariscal de Ayacucho y el Indomable José Antonio Páez fueron sustituidos por el Che Guevara y Marulanda. En fin, es larga y trágica la lista de desafueros contra la república, donde se viola la ley y la constitución es letra muerta en un librito azul.
Venezuela, a quien se le envidiaba por democrática, por libre, por ser ejemplo de trabajo, constancia y pacifismo, ahora es todo lo contrario porque a su democracia la sustituyó un socialismo que benefició a su liderazgo prepotente; su libertad fue encerrada, sometida a prisión, a la tortura; su posibilidad de crecimiento destruida a mazazo limpio por irresponsables e inexpertos; y la presencia, asfixiante en todo y por todo, de un centralismo altamente perjudicial que, a la fecha, nada positivo le ha logrado al país.
Además, ahora se nos observa como peligroso componente de un grupo de naciones cuyos gobiernos totalitaristas y fundamentalistas amenazan la paz mundial, cuando antes de tan cuestionable acomodo Venezuela brillaba entre los países de mayor neutralidad y de absoluta imparcialidad en el escenario internacional.
Es una larga y explosiva en sus interioridades la lista de todo lo malo que le ha sucedido en los años que la revolución lleva subyugando la vida a los venezolanos; situación ya insoportable que requiere una solución definitiva, la cual pasa por la unidad y entendimiento nacional, a los fines del pronto encuentro de dos únicas soluciones.
La primera, que el actual gobierno reconozca su culpa y demuestre en la práctica el propósito de corregir lo torcido de su rumbo y completar legalmente su período constitucional de gobierno.
La segunda, asegurar, prometer y sobre todo cumplir de cara al mundo con lo que la democracia exige a todos los gobernantes que lo son, en propiedad: imparcialidad y respeto a los resultados electorales permitiendo el voto de todos los que están fuera y los que están adentro, que con entera seguridad se decidirán entusiasta y mayoritariamente por recuperar la libertad.
AngelCiroGuerrero